Otra de esas pequeñas gemas que tenía pendientes de lectura y que he leído este verano que ya se acaba: El Hombre Ilustrado, un puñado de geniales cuentos del maestro Ray Bradbury. El encuentro del narrador con un hombre que tiene el cuerpo totalmente tatuado y lleno de historias le sirve para poner en marcha la maquinaria de narrar: cada ilustración de la piel se mueve, se anima, y le cuenta un relato. Historias a menudo espeluznantes sobre astronautas, marionetas, peligrosos juegos de niños, interminables lluvias que vuelven locos a los soldados, habitantes negros que han emigrado a Marte y que volverán a ser invadidos por los hombres blancos de la Tierra…
Tan fascinante como las narraciones es el modo en que Bradbury ha sido inspiración para muchos artistas (igual que Roald Dahl, como comenté aquí días atrás), cómo sus historias han sido preludio de otras. En esta compilación hay un cuento que presagia ya la Realidad Virtual años antes de que la conociéramos. Hay un relato sobre muñecos sustitutos de personas, a la manera de clones, que juraría sirvió de base no reconocida para Mis dobles, mi mujer y yo. Hay relatos que luego dejarán huella en Gravity y The Martian. Impresionante libro de historias asombrosas, pues. Aquí van unos fragmentos:
De la introducción de Bradbury:
La sesión, es decir, la máquina de escribir, el ordenador, la pluma, el lápiz y el papel están ahí para echar mano a los fantasmas antes de que se desvanezcan en el aire.
[…]
Mis melodías y números están ahí. Han llenado mis años, los años en que rehusé morirme. Y para eso mismo escribo, escribo, escribo, al mediodía o a las tres de la mañana.
Para no estar muerto.
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Del relato "La pradera":
Tan pronto como se sabe qué es la muerte, ya se la desea uno a alguien. A los dos años ya se mata a la gente con una pistola de aire comprimido.
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Del relato "Calidoscopio":
La vida termina como el resplandor de un film, una chispa en una pantalla. Todos los prejuicios y pasiones se reducen y se encienden por un instante en el espacio, y antes que se pueda gritar: –Aquél fue un día feliz, aquel otro un día desgraciado, aquella era una cara malvada, aquella otra una cara bondadosa–, sólo quedan del film unas pocas cenizas. La pantalla se oscurece.
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Del relato "El zorro y el bosque":
-[…] La muerte quiere muerte. La gente muere más tranquila si sabe que a otros les pasa lo mismo. Es bueno oír que no se está solo en la tumba. Soy el guardián de ese resentimiento colectivo contra ustedes.
[Minotauro / Booket. Traducción de Francisco Abelenda]