Jean Martin es un escritor ingresado en un hospital psiquiátrico, donde mediante cinco confesiones tratará de contar qué le ha llevado a la locura. En primer lugar, la ausencia de silencio para poder trabajar en calma: desde el cuarto en el que escribe, no cesa de escuchar ruidos y conversaciones:
Ahora, piense en el silencio: esa serenidad, esa presencia que no vemos, ese algo en lo que nada se mueve, tan calmo, tan extenso, tan dulce que uno ya no sabe si hincarse de rodillas con los brazos alzados al cielo para rezar o para llorar. Haga usted la cuenta: el "¡tesoro!" continuo de la señora, los kilos del señor, las natillas de la portera, los coches, los pianos, las mandolinas, los fonógrafos, los violines de esos tipos que venían al patio a cantar con voz destemplada. ¿Cuál es el total para un escritor que desea trabajar en silencio?
Jean Martin sólo busca paz, paz para su cabeza porque los problemas se han acumulado en su vida: la falta de dinero, lo agotadora que es París, los libros y los proyectos… Al principio está liado con dos mujeres, circunstancia que, como sabía Bukowski, significa el doble de problemas. Deja a una de ellas y se establece con la otra, que ya tiene una hija. Pero esa hija, que ahora es su hijastra, crece y el hombre se ve atraído por ella y esto deviene en más problemas de cabeza, de conciencia, de culpa…
Buena novela, muy adecuada para estos tiempos en los que el escritor sigue buscando silencio para trabajar sin ruidos ni interrupciones, y que supongo estará inspirada en algunos hechos reales porque, leyendo la biografía de André Baillon en la solapa del volumen, sabemos que estuvo ingresado en un sanatorio, que mantuvo relaciones tormentosas e intentos de suicidio, y que finalmente se mataría con somníferos en 1932. Como mera anécdota: en el par de días que leí el libro, también fui a ver la película El hijo de Saúl, donde un prisionero se obstina en enterrar a su hijo, y en la novela encontré esta frase que se ajusta totalmente al significado de la película: Sólo estamos muertos de verdad una vez que nos entierran… A veces hay extrañas e inesperadas conexiones entre lo que vemos y lo que leemos.
Un extracto del principio:
Tuve suerte. Cuando uno desembarca en París con una maleta llena de manuscritos, rara vez encuentra editor de la noche a la mañana. Sin embargo, yo me topé con uno. El primer manuscrito se convirtió en un libro; los siguientes, también. Para un escritor apenas si cuentan los libros ya consumados, los que cuentan son los que va a escribir. Yo tenía muchos en proyecto.
[Errata Naturae. Traducción de Vanesa García Cazorla]