martes, septiembre 01, 2015

Crímenes imaginarios, de Patricia Highsmith


No sé dónde leí hace poco que Perdida (la novela de Flynn, más que la película, pues el filme de David Fincher sigue sus propios caminos, pese a la fidelidad con la fuente original) le debía mucho a Crímenes imaginarios (A Suspension of Mercy es su título en inglés). Al principio pensé que eran exageraciones de la crítica, que ve copias e influencias en todas partes (yo también, pero menos). Y no es así. De hecho, podríamos considerar Perdida como una especie de remake muy personal, o como uno de esos reboots que ahora tanto se llevan en Hollywood. Es como cuando Martin Scorsese se encargó del remake de Cape Fear: era lo mismo pero a la vez era diferente, Scorsese siguió sus propias reglas, su propio camino, y lo adaptó a su estilo y cambió muchas cosas e innovó. Pues me atrevería a decir lo mismo sobre Perdida y Crímenes imaginarios. Se no me creen, juzguen ustedes mismos (si recuerdan la novela de Flynn):

Crímenes imaginarios nos presenta a Sidney y Alicia Bartleby, un matrimonio en crisis. Él es escritor y ella es pintora. Se trata de dos artistas dentro de la misma casa, lo que al cabo de los años es como juntar al gato y al ratón. Sidney tiene cierta violencia dentro, que en algunas ocasiones suelta al gritarle a su mujer delante de unos invitados, o utilizando la fuerza. Sidney va de rechazo editorial en rechazo editorial y, mientras trata de sacar adelante su novela, está escribiendo una propuesta de serie de televisión junto a un colega. Un día su mujer le dice que necesita irse por un tiempo, estar separada de él, y le ruega que le cuente a la gente que se ha ido a casa de su madre. No sabe cuándo volverá, ni dará señales de vida (estamos hablando de una época sin internet ni móviles). Así que el tiempo pasa y Sidney, cuando le preguntan, no confiesa la verdad: que ella le pidió que callara, que no revelara sus verdaderas intenciones. Y él ni siquiera les dice que están en crisis. Hasta que la dan por desaparecida (o "perdida") y comienza un circo desagradable para Sidney: los policías le interrogan, sus suegros desconfían de él, su vecina cree que es culpable de haber matado a Alicia… Por otro lado, Sidney, como es novelista y en parte detesta a su mujer, empieza a confundir su mente: ha imaginado tantas veces que la asesinaba y escondía su cadáver en una alfombra y luego iba a enterrarlo al bosque que, a veces, casi duda de la verdad.

Hay un momento en la novela en el que alguien pronuncia una frase que encontramos también en Perdida (y cito de memoria, así que la frase no será fiel), algo como: "No parece un hombre preocupado por haber perdido a su mujer". Es decir, igual que en la novela y también en la película, los focos se colocan sobre el marido. Todo el mundo lo pone bajo una lupa. Desconfían de él. Lo observan. Lo creen culpable.

En fin, que Crímenes imaginarios es un novelón, tal y como esperaba. La capacidad de Patricia Highsmith para inquietarnos y mantener nuestra atención en cada página es una de las bazas de su éxito incluso después de tantos años de su muerte. Quiero decir que no envejece, sino todo lo contrario. Un fragmento:

Las multitudes le ponían nervioso. Se sentía emocionalmente turbado cuando se encontraba con un nutrido grupo de personas en el vestíbulo de un cine esperando el momento de entrar en la sala. Le parecía que en el hecho de que estuvieran reunidas se ocultaba alguna intención hostil, como la reunión de un gran número de hombres para formar un ejército. A Sydney no le parecía que juntarse fuese una condición que la gente normal debiera desear. Las multitudes le inspiraban una especie de fobia. 


[Anagrama. Traducción de Jordi Beltrán]