miércoles, septiembre 24, 2014

Un viaje llamado vida, de Banana Yoshimoto


Una de las autoras japonesas cuyas obras tenía pendientes de lectura era Banana Yoshimoto. Ahora acaban de publicar Un viaje llamado vida, que consiste en una colección de crónicas de viajes y de fragmentos sobre las personas, los alimentos y los lugares que han enriquecido su identidad, y me pareció el libro adecuado para empezar a leerla. Es el primer título de la nueva colección de la prestigiosa Satori Ediciones, la colección de Literatura Contemporánea, que nos deparará interesantes títulos.

El germen de este libro está más o menos contenido en estas frases de la autora, ya al final del volumen: Quiero ir acumulando en mi mente tantos recuerdos que no quepan en mi vida. Si todo el mundo puede entender esto, quizá entonces no habrá tiempo para tonterías como las peleas matrimoniales ni la neurosis que causa la crianza de los hijos. Esto revela perfectamente el tono de Yoshimoto: para ella lo fundamental es tener una vida plena, en la que predominen los placeres, las sensaciones y los momentos agradables, y esa colección de estampas se irán convirtiendo en recuerdos. Banana Yoshimoto sabe que un viaje siempre mejora cuando ya está en nuestra memoria, que todo lo magnifica. En conjunto, es un libro que transmite buenas vibraciones. Algún crítico, leo ahora en una web, definió con acierto la prosa de esta escritora: Su lenguaje es de una engañosa sencillez. Ahí van unos ejemplos:

Sin embargo, al parecer, la magia de los viajes comienza cuando uno vuelve a su vida cotidiana.

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En Japón, tengo la sensación de que algo pesado impregna el aire.
Ese peso oprime principalmente a los hombres de mediana edad y a las mujeres jóvenes. Eso es también presión económica.
Respecto a los hombres, no los he observado lo suficiente como para poder opinar, así que se lo dejaré a los demás (los caballeros atractivos a los que veo, todos tienen muchas cualidades y solo me muestran su mejor lado), pero he sido testigo de varios ejemplos en el caso de las chicas.
Tengo a muchas conocidas que han sido machacadas por las exigencias de la era contemporánea, y que ahora ya no son capaces de participar en la realidad, o que han enfermado, o que hasta su fisonomía se ha vuelto tan antipática que se niegan a hablar con nadie.

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Por otra parte, los seres humanos no están hechos para vivir solo cómoda y felizmente por mucho tiempo. Los hombres son criaturas que quieren estar con otros hombres. Ya sean amigos, familiares, mascotas o un marido, una persona no sabe estar sin tener relaciones con alguien; así somos los seres humanos. Sin embargo, todos estamos ocupados y difícilmente podemos dedicar tiempo a nuestros seres queridos. Tenemos la sensación de vivir presionados por el tiempo, y ni siquiera sabemos exactamente si queremos ver a los amigos para charlar o para comer juntos cualquier cosa, aunque no sea algo especialmente delicioso.
En medio de toda esa confusión, en este mundo frío, se les exige a las mujeres jóvenes de hoy día mantener la casa en orden, mantenerse bellas a pesar de la edad, estar al día de lo que pasa en el mundo, trabajar fuera de casa para ganar dinero, olvidarse del valor de la tradición, pero llevarse bien con sus padres y suegros, apoyar a su marido y dar a luz a los hijos…
Se mire como se mire, es demasiado.
No obstante, las personas buenas y serias, con un fuerte sentido del deber, tratan de cumplir con las expectativas por todos los medios, pero en lugar de recibir placer y bienestar, acaban estresadas y finalmente se sienten rotas. Solo se vive una vez y cada persona es única. Nos estamos olvidando de las cosas fundamentales.

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La infinidad de cosas que los padres les exigen a sus hijos es tan aplastante como para definirla casi de violencia. Y por eso precisamente, la única cosa que podemos hacer es intentar comunicarnos con los hijos con dedicación y con sinceridad.


[Satori Ediciones. Traducción de Rumi Sato]