Semanas atrás, mientras leía Listen to me (un libro que recopila entradas de su blog y estados de Facebook, y del que en breve colgaré algunos extractos), se me ocurrió poner en Twitter la siguiente frase: "LISTEN TO ME (Manuel Vilas) o de cómo lo que parecía frivolidad en Facebook adquiere sentido y sustancia al trasladarlo al papel". No tardaron algunos colegas escritores en decirme que esos textos ya tenían sustancia propia en las redes sociales y que los comentarios de los lectores formaban parte del juego. Entre otras cosas, añadí que "los comentarios de algunas personas le roban su sentido al estado". Pero estaba en Sanabria, conectado a las redes sólo con el móvil, y merodeando por parajes verdes y leyendo a la orilla del río, y no es fácil explicarse en Twitter y menos en esas circunstancias. Lo hago ahora, lo de explicarme, por si no se me entendió bien entonces.
Llevo leyendo textos de Manuel Vilas desde antes de hacerse famoso y entrar en el mainstream; creo que lo leía ya antes de Zeta; incluso he leído sus libros menos conocidos, como La región intermedia, MV Reloaded o El nadador. Por eso sigo su obra con interés. Sus textos (novelas, poemas, artículos, relatos) me interesan, me divierten, procuro leer todo o casi todo lo que escribe. En Facebook tiene mucha actividad, pero no soy lector asiduo de esa red social. Yo veía, de vez en cuando, algunos estados suyos en los que se inventaba diálogos entre él y Dios, o comentarios repletos de ese humor tan peculiar que le caracteriza. Y luego veía la cascada de comments del personal, que más o menos siguen los patrones habituales: están los que sólo envían abrazos, los que tratan de crear un debate inteligente y los que se dedican a poner chorradas para pasar la mañana en la oficina. Ese "juego" tan propio de la red social, a mi entender, va en detrimento de la literatura. Me explico de nuevo: Manuel Vilas escribe un breve texto o un diálogo ficticio, y es literatura total, pero los lectores (la mayoría, no todos) se ocupan de destrozarlo, quedando al rato como un festival del humor donde siempre se cuela algún oportunista con afán de polemizar. Charles Bukowski dijo, en una de las entrevistas recogidas en Ellos lo quieren crudo, libro que también leí en los días sanabreses: La muchedumbre es el lugar de reunión de los más débiles; la creación verdadera es un acto de soledad. También insisto en que no seguía a diario las actualizaciones de Vilas, como sí hicieron las editoras de La Bella Varsovia. A ellas debemos la intuición para componer un libro con todos esos materiales (la edición, menos mal, no incluye los comentarios de los lectores); para encontrar un orden donde no parecía haberlo.
Al leer esos estados de Facebook de un tirón, o de varias sentadas, sin las interrupciones del tiempo ni de los usuarios, comprobamos que hay un sentido, una evolución, que los textos conectan entre sí, que todo tiene una razón, incluso dentro de la extraña y anárquica locura de Manuel Vilas como escritor. Y, además, y aunque esto me depare fama de dinosaurio: yo soy lector del papel. El libro me acerca a la literatura. Facebook me aleja de ella.