Soy un fanático de esas narraciones en las que un ser humano solitario acaba extraviándose en los laberintos de su cabeza o en los laberintos urbanos sin que esa mutación obedezca a un motivo concreto. Personajes de Samuel Beckett que se trastornan, hombres de Paul Auster que ya no sabes quiénes son o cuál es su cometido, tipos que se mueven por el mundo y que hacen lo que hacen sin estar seguros de por qué lo hacen, "hombres sin atributos" de Robert Musil (al que aún no he leído). Seres que buscan respuestas, que tratan de resolver ese enigma que es la identidad.
Lord, la novela del escritor brasileño João Gilberto Noll, al que he descubierto gracias a la editorial Adriana Hidalgo, que ha publicado muchas de sus obras, pertenece a esa estirpe, a esa línea de personajes extraviados, de naturaleza cambiante y voluntad sometida a extraños designios o a lo que otros hombres les pidan. En Lord nos encontramos a un escritor brasileño al que un extranjero contrata para trabajar en Inglaterra. El protagonista, que también es el narrador, así lo dice al principio: Estaba llegando al aeropuerto de Heathrow, en Londres. Llamado por un ciudadano inglés para una especie de misión. El hombre le promete una misión, un trabajo como cualquier otro, con un sueldo y un alojamiento. Las razones nunca las sabremos, ni siquiera el narrador las sabe; o quizá las haya olvidado, pues desde que llega a Londres empieza a perder memoria o eso parece: Habían invitado a su país a un hombre que comenzaba a olvidar.
A partir de entonces, y mientras espera que le digan exactamente qué tiene que hacer en esa ciudad, el narrador empieza a diluirse, empieza a transformarse, a convertirse en otra persona: se tiñe el pelo, hace cosas que antes no hacía, vaga por la ciudad…: Había venido a Londres para ser varios –es lo que tenía que entender de una vez. El escritor se da cuenta de que esa ciudad es el mejor sitio donde podría estar; ¿qué iba a hacer en Brasil? Y, así, vemos Londres como un lugar ideal para diluirse, para ser olvidado, para irse convirtiendo en otro o en otros. En seguida, claro, le acomete la duda: ¿Dónde estuve todo el día? Buscando un espejo, pues necesito constatar que todavía soy yo mismo, que otro no tomó mi lugar.
Novela breve, misteriosa y fascinante, con varias capas de lectura y significados. No quiero desvelar más sobre ella, es mejor que el lector se adentre en sus páginas y goce con los laberintos mentales del protagonista. Os dejo con un extracto:
¿Cuál era el interés de un militar inglés en tenerme en Inglaterra? ¿Qué servicio podría prestar a las armas o a las relaciones armadas entre los dos países? Pero que mi renuncia no se debiera a eso, pensé. Si hubiera que colaborar, estaríamos ahí, desde el momento en que me lo comunicaran. Lo que no podía suceder es tener que volver al Brasil sin cumplir misión alguna. Volver sin dar nada a cambio, disfrutando casa y comida durante ese período, no lo podía admitir. Quería tener mi función: santa, diabólica, mezquina, inocua o heroica. Y que esa función tuviera su extremidad geográfica, y que de ella yo no pasara para poder acabar aquí. Alguien había cometido la infamia histórica de imputar a un hombre un recuerdo del Brasil que, lo sé, estaba a punto de expirar. Había en mi memoria dos o tres cosas todavía. Dos, tres cosas que me hacían mover la cabeza como ahora para turbarme, turbarme hasta el punto de acostarme y cubrirme de miedo. Yo ya estaba soñando sin saber.
[Adriana Hidalgo. Traducción de Claudia Solans]