jueves, febrero 06, 2014

La benévola, de Laird Hunt


De vez en cuando surgen narradores norteamericanos que, por fortuna, se olvidan de ser complacientes con el lector, que prefieren incomodar antes que complacer. Narradores que cuentan historias de crueldad, de sangre y de hombres y mujeres violentos. Es el caso de, por ejemplo, Donald Ray Pollock o David Vann (aunque, de éste último, me decepcionó Tierra). Son escritores que, de alguna manera y salvando las distancias, siguen la senda de William Faulkner: utilizan varias voces narrativas o cuentan historias donde es muy importante el peso de la familia o nos hablan de homicidios e incestos y salvajadas varias.

Creo que Laird Hunt está en esa onda, o así lo percibo yo unos meses después de la lectura de este libro (es uno de los títulos que estaban en la pila de libros para recomendar). En La benévola nos cuenta, utilizando a varios narradores, una historia que abarca 100 años (que nadie se asuste: no tiene 2.000 páginas, a Hunt le bastan menos de 200 para relatar lo que necesitamos saber), una historia que involucra a los descendientes de un hombre que, en 1830, llega a una tierra despoblada y se instala allí con su familia. No quiero desvelar más del argumento porque es una de las sorpresas: cómo, en cada parte, va cobrando protagonismo un personaje distinto, y cómo de ese modo avanza la historia, y cómo nos adentramos en un entorno de racismo, esclavitud, humillaciones y matrimonios no deseados. Os dejo con el principio de la narración de la propia benévola, Ginny Lancaster:

En otro tiempo viví en un sitio donde moraban demonios. Yo era uno de ellos. Soy vieja y por entonces era joven, pero la verdad es que no hace mucho de aquello, el tiempo se ha limitado a coger el grillete que me puso y a darle una vuelta. Ahora vivo en Indiana, si puede llamarse “vivir” a los días que paso en esta casa. Lo mismo sería que llevara puestas unas maniotas. Que fuera una criatura que avanza a tumbos por la tierra. Una clara mañana del mundo yo estaba en Kentucky. Lo recuerdo todo. Los ciudadanos del círculo del infierno donde ya he plantado mi bandera no se olvidan.


[Blackie Books. Traducción de Isabel Ferrer y Carlos Milla]