Ya había visto This Must Be the Place cuando salió esta novela del cineasta (y también escritor) Paolo Sorrentino. Pero fui aplazando su lectura. Luego se estrenó La gran belleza, su siguiente película y una de las obras imprescindibles del año pasado. Y entonces busqué el libro en mi biblioteca: porque su película me había dejado con ganas de más obras suyas. A lo largo de 360 páginas, Sorrentino nos cuenta la historia de Tony Pagoda, un cantante exitoso que guarda algunos puntos en común con el protagonista de su último filme: un tipo que sabe mucho de la vida, que conoce a todo el mundo, que sabe vivir y disfrutar. Pero lo que importa no es el argumento. Creo que Sorrentino (y lo digo con cierta prevención porque aún no he visto todos sus largometrajes) es un artista centrado en la emoción, en las sensaciones, en momentos de esplendor, en pasajes y escenas de furia. Lo que le interesa, me parece, no son los argumentos, sino los caminos que recorren sus personajes, y cómo cambian en ese proceso.
Todos tienen razón es una novela, desde mi punto de vista, con altibajos. Hay momentos de altura donde la prosa alcanza niveles poderosos, como en La gran belleza cuando el narrador dice algo que se te clava dentro y no puedes olvidar. Hay otras páginas en las que el nivel desciende, tal vez porque si tuviera menos páginas sería un libro más redondo. Pero abundan la sorna, la clarividencia, el lenguaje soez, los excesos, la verborrea… Conceptos que a mí me encantan, por cierto. En la crítica de Númerocero decían algo con lo que estoy de acuerdo: que los excesos de la novela satisfacen y cansan a la vez. Eso es lo que ocurre con esta obra. Yo disfruté, pero no sé si a todo el mundo le sucederá lo mismo. Ahí van algunos extractos:
Nació muerto. Una contradicción en términos. Qué coño, qué verdad es que cada hombre tiene su propio dolor. Todos, hasta el último mierdoso forúnculo en el crepúsculo del hombre tiene su dolor y habría material para respetarlo. Te entran ganas de respetar a todos y cada uno de los hombres cuando te explican cosas de este tipo. Pero luego no eres capaz. Porque, por regla general, la maldad te asalta en los rincones que siempre quedan libres, como la aspiradora, como un tártaro muy puesto de coca; la maldad te tiende emboscadas nocturnas en el corazón, te saquea a ti mismo, te viola y violenta y te roba los bibelots de tu cuerpo, dejándote con un poco más de vacío, un poco más alejado del vacío, esta vez, contaminado con sentimientos de culpa.
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Hay algunos descubrimientos que no te dan una segunda oportunidad. Aunque, como decía mi padre, tienes la vida por delante. Lástima que a los dieciocho años no entiendas esta frase tan sencilla: “La vida por delante”. Tienes, con el tiempo, una relación alterada. […] La puñetera verdad es que comprendes lo que significa tener la vida por delante cuando ésta ya se ha situado toda ella por detrás. Tan sencillo como la sed.
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La distracción. La máxima invención del ser humano para poder seguir adelante. Para fingir que somos lo que no somos. Aptos para el mundo.
[Anagrama. Traducción de Xavier González Rovira]