jueves, noviembre 07, 2013

Sólo Dios perdona


Comentaba el escritor Fco. Javier Pérez en Facebook que Sólo Dios perdona era una de las películas que más le habían desmontado este año. A mí me ha sucedido lo mismo: Nicolas Winding Refn suele tener la habilidad de desconcertarte, generalmente para bien. Lo considero un director irregular, víctima a veces del exceso (la brutal Bronson, que pese a ser excesiva me gusta) o del enigma visual (la poderosa pero a ratos plomiza Valhalla Rising), pero siempre interesante y potente (ahí están Pusher, Fear X o Drive). Sólo Dios perdona, para quien no lo sepa y la ponga a parir de entrada, no es un paso más allá después de Drive, que tenía más diálogos de lo habitual en su obra, sino una vuelta a lo de antes. A mi juicio, su última película está en sintonía con Valhalla… Vuelven los personajes que apenas dicen palabra, los planos en los que predominan el silencio y, sobre todo, el misterio. Si la hubiera dirigido un asiático de nombre impronunciable, toda la crítica se habría rendido a sus pies.

Winding Refn ha hecho algo que rompe las reglas: ha cogido a una estrella del mainstream (Ryan Gosling, cada vez más contenido, con una mirada que encierra un pasado oscuro que apenas nos desvelan) y, tras el toque cool y heroico de Drive, lo ha convertido en un loser total (pero con estilo), un tipo que parece que va a ofrecernos otro recital de violencia y sin embargo es siempre víctima de las consecuencias. El público entra en la sala creyendo que Gosling es, otra vez, el tío que reparte estopa. Y no es así. Su papel a ratos es secundario. Porque quien centra todo es el personaje de un poli corrupto y justiciero, Chang (lo interpreta, con mucha serenidad, casi beatitud, el actor Vithaya Pansringarm): son impagables casi todas sus escenas, ya sea repartiendo su propia justicia (basada en sus propias reglas, no en las de la ley), ya sea cantando temas de amor en un karaoke ante sus atónitos hombres. Tras la proyección pensé que Chang era el mismísimo diablo. Luego vi una entrevista con el actor y decía que cree que su papel es el de Dios, o una especie de Dios, que castiga o perdona según su criterio. Ésa es una de las virtudes de esta película: sus diversas lecturas, su precisión, sus laberintos; es un filme lleno de enigmas (decía Hilario J. Rodríguez en Twitter que el filme sería perfecto si no fuera tan enigmático: y estoy de acuerdo).

Sólo Dios perdona
desconcierta por más motivos: visualmente es rompedora, con planos que nos hechizan, con un juego alucinante de colores y sombras, pero narrativamente esconde bastante. A mí me recordó un poco a Uncle Boonmee…: es esa clase de película, que deja que sea el propio espectador quien solucione (o no) los enigmas. No me conmovió ni me tocó la fibra (como lo hicieron Mud o La vida de Adèle), pero es porque está rodada así: con frialdad, con personajes con los que no podemos tener empatía (atención a Kristin Scott Thomas en el papel de madre diabólica y manipuladora).

Un último apunte: unos días después de verla aún me gusta más. Me explico: días después de verla me doy cuenta de que sus imágenes se me han metido en la cabeza, que me rondan por la mente una y otra vez, que me incomodan como si fueran un virus (y la imagen lo es, al fin y al cabo). Y “veo” una y otra vez a Gosling levantando los puños para pelear, y a ese poli sereno sacando su katana, y a Scott Thomas humillando a su hijo, y “veo” esos pasillos teñidos de luz roja que recuerdan tanto al cine de David Lynch… De acuerdo: está lejos de ser perfecta, pero apasiona. Con el tiempo será de culto.