Imaginar que un dios existe
no alterará en apariencia tu vida.
Seguirás despertándote a las 7:30
y acostándote
a las 23:30 con la misma sensación
de haber malgastado el tiempo
transcurrido entre ambos momentos.
Pero qué consuelo íntimo,
inalcanzable,
debe de ser sentir que un dios,
da igual si en verdad existe o no,
te acompaña. A ti,
que te ríes del infierno
y veraneas en imitaciones del paraíso.
Jacob Iglesias, Sin ruido ni gloria