viernes, mayo 31, 2013

CINE XXI: ya a la venta


CINE XXI. Directores y direcciones
Hilario J. Rodríguez y Carlos Tejeda (Coordinadores)
Colección Signo e Imagen, Cátedra, 2013
ISBN: 978-84-376-3149-3
624 págs.

Autores de los microensayos:
Alberto Abuín, Tonio L. Alarcón, Ramón Alfonso, Samuel Arjona,
Carlos Balbuena, José Ángel Barrueco, Fran Benavente, Jordi Bernal,
Nacho Cagiga, Miguel Castro, Gonzalo de Pedro Amatria,
Alejandro Díaz Castaño, Juan Manuel Freire, Héctor García Barnés,
Fernando R. Genovés, Javier González Panizo, Jorge Gorostiza,
Miguel Marías, Diego Moldes, Ramón Monedero, Magdalena Navarro,
Sergio F. Pinilla, Carlos Reviriego, Laura Revuelta, Silvia Rins,
Hilario J. Rodríguez, Miguel Sanfeliu, José Manuel Serrano Cueto,
Carlos Tejeda, Javier Trigales, Joaquín Vallet Rodrigo,
Nuria Vidal y Alexander Zárate.

Ficha de la editorial

Prólogo de CINE XXI en Cine para leer

CINE XXI en Facebook
[Informaciones recogidas de la web de Carlos Tejeda]
.
Directores sobre los que he escrito en el libro:

Xavier Beauvois, Nick Broomfield, Cameron Crowe, Mike Figgis, David Fincher, Matteo Garrone, Tony Gatlif, Hal Hartley, Otar Iosseliani, James Ivory, Benoît Jacquot, Paul Leduc, Francisco J. Lombardi, Daniel Monzón, Ivan Passer, Sean Penn, Nicolas Philibert, Bertrand Blier, Luis Puenzo, Valeria Bruni Tedeschi, Joel Schumacher, Fernando E. Solanas, David Trueba, Enrique Urbizu, Nacho Vigalondo, Pedro Costa y Sylvain Chomet.

500 Essential Cult Books, de Gina McKinnon


Esta guía, que compré hace años en una librería de Berlín, y que he ido leyendo poco a poco en inglés (no está traducida al castellano, lo cual alguien debería remediar), es un manual utilísimo para recordarnos un montón de títulos míticos y también para ayudarnos a descubrir la gran cantidad de libros de culto que no conocemos por ignorancia o, simplemente, porque no se han publicado en España.

La guía incluye todas las cubiertas de los libros comentados a todo color. El papel es de una calidad que rara vez se encuentra ya en los manuales. Cada libro va acompañado de una ficha (que a menudo ocupa media página, pero otras veces abarca la página entera) donde figuran: el nombre del autor y de la editorial, el año de publicación, el ISBN de Estados Unidos y del Reino Unido, la sinopsis, una breve reseña en la que la autora coloca el libro dentro de su época y aclara las razones para el culto, las lecturas que recomienda (tanto de las obras del mismo autor como de otras obras similares aunque escritas por otras personas), el género al que pertenece el libro, las estrellas que Gina McKinnon le da a cada título y la calificación por edades. Imaginad lo mucho que he disfrutado: recordando casi todas mis obras favoritas, apuntando otras que no he leído e indagando en aquellas que aún están pendientes de traducción.

Es cierto que hay elecciones discutibles, pero no debemos olvidar que estamos ante una guía de “libros de culto” y no sólo de obras imprescindibles (por eso, por ejemplo, aparece Crepúsculo, que estaría en la primera categoría, pero jamás en la segunda).

Por aquí desfilan los que ya conocemos y veneramos: John Fante, Nelson Algren, Samuel Beckett, Louis-Ferdinand Céline, Knut Hamsun, Jim Thompson, Malcolm Lowry, Jack Kerouac, Thomas Bernhard, Richard Price, John Steinbeck, Albert Camus, David Foster Wallace, Hunter S. Thompson, J. G. Ballard, Richard Brautigan, William S. Burroughs, Hubert Selby Jr., J. D. Salinger… (incluso en los casos en los que de un autor de culto no se ofrece ficha, no faltan las recomendaciones de alguno de sus títulos). Y, también, por aquí desfilan todos esos que aún no hemos leído en España: Mark Z. Danielewski, Stuart Maconie, Kevin Smith, Abby Lee… Y luego hay otra categoría: los autores que estaban inéditos en castellano cuando empecé a leer el libro y que, ahora que lo termino, ya cuentan con traducciones, caso de Frederick Exley, Patrick Hamilton, Edward Abbey, Harry Crews… Puedes echar un vistazo a sus páginas aquí.


[Ilex Press]

Mañana, en Madrid


Sábado, 1 de junio, a las 19:30 horas, en La Central de Callao, Madrid. Presentación de Standards (Pálido Fuego), de Germán Sierra. El autor estará acompañado de François Monti, periodista y traductor.

jueves, mayo 30, 2013

Próximamente: Jean Genet en Tánger [Reedición y nueva traducción]


De Mohamed Chukri. En Cabaret Voltaire.
[Seguimos agradeciendo la recuperación que está llevando a cabo esta editorial de la bibliografía de Chukri: obras inéditas y nuevas traducciones. A Paul Bowles, el recluso de Tánger y El pan a secas se suma ahora la nueva edición de Jean Genet en Tánger (que conseguí y recomendé años atrás: aquí); y parece que a finales de año también reaparecerá Tiempo de errores]

El plantador de tabaco, de John Barth


Dentro de unos días la editorial Sexto Piso pondrá a la venta una nueva edición (cubierta de abajo) de esta novela. Edición ya necesaria, que recupera la magistral traducción de Eduardo Lago: necesaria porque el libro estaba agotadísimo y descatalogado (yo me hice con un ejemplar baratísimo) y porque el volumen que publicó Cátedra (cubierta de arriba) presentaba varios inconvenientes para el lector (edición de bolsillo, letra un poco pequeña y unas 1.235 páginas que dificultan mucho el manejo del mamotreto).

Aunque conocía la existencia de esta novela, porque me topaba con ella en la Biblioteca Pública de Zamora cada vez que intentaba buscar El camino del tabaco (de Erskine Caldwell), nunca había sentido interés por ella… hasta que leí la recomendación de José Luis Amores. Es comprensible el entusiasmo de José Luis ante este libro porque está repleto de cualidades que lo han convertido en un título de culto: la prosa es exquisita; John Barth devuelve su esplendor a un género que parecía ya agotado en su momento; al mismo tiempo, la parodia del género logra arrancarnos unas cuantas carcajadas durante la lectura; y, además, se trata de una especie de versión postmoderna de Don Quijote, es decir, una obra cumbre protagonizada por un mentecato alucinado en cuyas desventuras se van intercalando historias secundarias, manuscritos encontrados, cartas y poemas.

Aunque por El plantador de tabaco deambulan un montón de personajes, el más interesante es el protagonista, Ebenezer Cooke, un zoquete, un aprendiz de poeta, un tipo que siempre se equivoca y suele tomar la decisión incorrecta, un tonto con trazas de loser. Curiosamente, es tanto el poder y la fuerza del lenguaje en esta novela que lo que menos me ha interesado es el argumento. De hecho, he tardado varios meses en leerla, cogiéndola de vez en cuando para recrearme en algunas páginas y en cómo el autor parodia el género de aventuras. Lo de menos es la sinopsis. Además de esa narración poderosa y plagada de humor y de juegos de palabras y de equívocos, me gustaría apuntar el desfile inolvidable de personajes que aquí comparecen: putas, indios, piratas, terratenientes, poetas, criados, marineros, borrachos, colonos… Uno de los capítulos más jocosos (atención a los títulos, a la manera cervantina, como “La conversación que tuvo lugar entre Ebenezer y la puta Joan Toast, incluyendo el cuento de la gran sanguijuela macho”) nos cuenta el momento en que una tripulación de piratas asalta un barco de fulanas que proviene de Londres, y del que abajo he copiado dos fragmentos.
 
Para analizar en su totalidad esta novela necesitaría el tiempo que me falta: de hecho, la introducción explicativa abarca unas 80 páginas. Quedaos con esta idea: es un libro para disfrutar de su prosa y un homenaje preciso al arte de contar. También os digo que las últimas 200 páginas me fatigaron, quizá porque estaba un poco cansado de los juegos y de las historias secundarias. Unos extractos:

–Mi querido amigo –dijo Burlingame–, henos aquí que sentados encima de una roca que navega a ciegas por el espacio todos nos dirigimos presurosos de cabeza a la tumba. ¿Crees por ventura que a los gusanos les va a importar cuando dentro de poco les sirvas de banquete si dejaste pasar tu momento encerrado en tu habitación, al abrigo de regañinas, o si te dedicaste a saquear las áureas ciudades de Moctezuma? Mira, ya casi se ha pasado el día, el tiempo es una veloz carrera que jamás se detiene. Hace que nos metamos la comida en los intestinos lo que se tarda en contar un cuento, y ya se quejan pidiendo más. Somos hombres que caminan hacia la muerte, Ebenezer: ¡a fe mía que sólo hay tiempo para adoptar resoluciones audaces!

**

-Poeta soy –respondió Ebenezer, ruborizándose– y puede que no de baja estofa; pero no he ganado por ello un penique ni lo haré jamás. La musa ama a quien la corteja por lo que ella es, sin más, y desdeña al hombre que la quiere utilizar en beneficio de su bolsa.

**

-Bien se puede amar la casa que se posee sin que sea menester encaramarse al tejado –observó Ebenezer–. De la misma manera, no se es menos poeta por no ir declamando versos por las fondas y tabernas ni por no dar a la imprenta a las criaturas de la imaginación para que las vendan en el puente de Londres como si fueran castañas.

**

A Ebenezer le temblaban las rodillas.
-¡Pobres desdichadas! ¡Pobres desdichadas!
-¿Eso? –se burló Carl–. ¡Eso no es más que una malhadada reunioncilla de feligreses, eso es lo que es! Tendrías que haberte embarcado con el bueno de Tom Tew, de Newport, como hice yo. El último año, una vez que hacíamos la travesía entre Libertaria y la costa de Arabia, hallándonos en el Mar Rojo le dimos alcance a uno de los barcos del Gran Mongol, lleno de peregrinos que se dirigían a La Meca, tenía cien cañones pero lo abordamos sin perder a un solo hombre, ¿y qué te crees que nos encontramos? ¡Mil seiscientas vírgenes, señor mío! ¡Ni un virgo más ni un virgo menos! Mil seiscientas vírgenes que iban a La Meca, las moritas más lindas que hayas visto en tu vida. ¡Y nosotros no pasábamos de cien! Nos llevó un día y una noche desvirgarlas a todas –entre nosotros había franceses, holandeses, portugueses, africanos e ingleses– y antes de terminar la cubierta parecía un tajo de carnicero. ¡No ha habido nada semejante a ese día y a esa noche en la historia de la lascivia universal, voto a tal! Yo me calafateé a un par, pese a que andaba frisando los sesenta: dos gemelas morenitas, tensas como una vuelta de braza. ¡Desde entonces no se me empina el pasador!

**

Además, la escena que estaba teniendo lugar en cubierta era demasiado llamativa como para distraer la atención: los piratas sacaban a sus víctimas a rastras, de una en una o de dos en dos, a punta de pistola o por la fuerza bruta. Vio a las mujeres ser violadas en las cubiertas, en las escalerillas, en todas partes, de todos los modos concebibles. No se salvó ni una y sobre las presas más atractivas caían las garras de uno, dos y hasta tres hombres a la vez, Boabdil apareció con una encima de cada hombro; pataleaban y le arañaban en vano. Cuando le ofreció una al capitán Pound, la otra logró escabullirse e intentó librarse de su monstruoso destino trepando por los flechastes de mesana. 


[Ediciones Cátedra. Traducción de Eduardo Lago. Edición de Enrique García Díez y Javier Coy] 


Trailer de August: Osage County


Con Meryl Streep, Julia Roberts, Sam Shepard, Juliette Lewis, Julianne Nichols, Ewan McGregor, Benedict Cumberbatch, Chris Cooper, Abigal Breslin y Dermot Mulroney. Trailer: aquí.

miércoles, mayo 29, 2013

Próximamente: aMoremachine


De Gsús Bonilla. 
En Ediciones Escalera.

Conversaciones con el profesor Y [Edición 2011], de Louis-Ferdinand Céline



Hace tiempo recomendaba este libro (en una edición española, antiquísima y conjunta con Casse-Pipe) que encontré por ahí, en alguna librería de viejo. La edición databa del 76 y se había quedado obsoleta. Por eso he vuelto a comprar la nueva edición de la editorial argentina Caja Negra, con traducción y prólogo de Mariano Dupont, y he vuelto a releerla. Y creo que ha ganado en frescura, al adaptar la traducción a estos tiempos. Es un libro que Philip Sollers consideraba uno de los más divertidos de su autor, el genial y polémico Céline. Bajo la forma de una conversación con un personaje inventado, el narrador despliega largas y furiosas respuestas e incluye acotaciones y observaciones de su interlocutor, al que a menudo pone a parir. El libro, en realidad, era una excusa para hablar de su propia obra, de su método (los puntos suspensivos, la captura del lenguaje hablado, la furia de cada párrafo…), y aderezarlo todo con esa rabia que sólo unos pocos han sabido contagiarnos, como el propio Céline, Thomas Bernhard o Samuel Beckett. Siempre es un placer asistir a las invectivas de Céline, que todo lo ataca, todo lo desmonta, todo lo critica, dando palos a diestro y siniestro. Grande Céline, muy grande.


[Caja Negra Editora. Traducción de Mariano Dupont] 

Mainstream EP


Eloy Fernández Porta y José Roselló: aquí.

martes, mayo 28, 2013

Todo va bien, de Socrates Adams


En la estimable Lars y una chica de verdad, el protagonista, encarnado por Ryan Gosling, va a todas partes junto a una muñeca. Cree que es su novia y así se la presenta a sus familiares y a sus amigos. Nadie logra convencerle de lo contrario. Algo parecido sucedía en la interesante (ya la recomendé en su momento) El castor, donde Mel Gibson se coloca un guante de peluche en la mano y se obsesiona con que es un amigo vivo. Y en Todo va bien, la primera novela del británico Socrates Adams, su jefe le encarga al protagonista (Ian, uno de los dos narradores) una tarea humillante: ir a todas partes con un pequeño tubo de los que venden en la empresa en la que trabajan y hacerle creer a la gente que es su hija. La intención del superior es conseguir que el empleado aprenda a ser responsable y, de ese modo, pueda rendir en su puesto de trabajo, ya que ha obtenido las peores calificaciones en la evaluación de resultados de sus objetivos. Pero en realidad el tiro le sale por la culata: Ian llega a creer que el tubo es su hija, y trata de alimentarla y de buscarle acomodo para dormir e incluso le habla de las vacaciones que quiere tomarse en los Alpes.

En Todo va bien, bajo la forma de una novela a ratos hilarante y a ratos muy triste, con un toque fantástico (a veces el tubo se convierte en narrador, o mejor dicho narradora, con lo cual Ian no está tan loco como pensábamos), Socrates Adams logra crear una sátira sobre el trabajo de oficina, las servidumbres y esclavitudes propias de nuestra sociedad y el ritmo de vida que nos imponen a diario. Cuando es degradado, al inicio del libro, a Ian le encomiendan un puesto en un cuarto solitario sin ventanas en el que su cometido es observar la cuenta atrás de unos números que aparecen en la pantalla de una computadora viejísima. Su jefe se dedica a vigilarlo mediante una red de cámaras de vigilancia. Y lo único que Ian quiere es enamorar a una mujer e irse de vacaciones a los Alpes. Pero nadie puede conseguir sus objetivos cuando cae en la sumisión, y menos aún si lleva una vida absurda, casi kafkiana.

Ya he dicho que Pálido Fuego es una editorial de referencia y este libro de Socrates Adams vuelve a demostrarlo. En cuanto uno empieza a leerlo es difícil abandonar la lectura. Os dejo con algunos fragmentos:  

-Ian, he invertido una enorme cantidad de dinero y esfuerzo al ofrecerte buenas oportunidades en esta empresa.
Experimento una oleada de aprecio y cariño hacia mi jefe. Mi corazón bate unas alas fibrosas.
-Pero no ha funcionado. Voy a tener que degradarte.
-Creí que ya estaba en el nivel más bajo posible.
-Ese es el problema. He tenido que crear un nuevo puesto de trabajo.
Aún sigo de pie.
-¿Qué es más bajo que Vendedor de Tuberías Extremadamente Junior?
-Ian, desde ahora tu puesto se denomina: Encargadillo de Mierda.
Encargadillo de Mierda. Siento algo tirante en las tripas.
-¿Hay una Descripción del Puesto?
.
**

La agencia de viajes está en la calle de al lado, enfrente. Hay horas de personas mezclándose y armando jaleo y empujándose unas a otras. Parece raro que haya tanta gente en el mismo lugar al mismo tiempo. ¿Por qué simplemente no se van algunas a cualquier otro sitio? ¿No seríamos todos más felices si hubiera menos gente? Tal vez no. Tal vez estaríamos más solos.
Supongo que mucha gente se siente sola aun cuando tenga mucha gente alrededor. Pienso que se trata de una de las ironías del mundo en que vivimos.


**

Me resulta difícil no pensar en mi vida en el sentido de ser recordado. Peter tratará de hacer todo lo que esté en su mano para olvidarme. Pienso que es triste que las personas mueran y no haya gente que las recuerde generación tras generación hasta el fin de la civilización. Voy a formar parte del montón de muertos olvidados. Supongo que ser recordado no es tremendamente importante. Supongo que antes de que naciera no había indicación alguna de mi venida al mundo. No tengo claro si eso es relevante. Sí tengo bastante claro que estoy perdiendo las facultades de razonamiento y comprensión. Estoy bastante seguro de que ya no están del todo conmigo.


[Pálido Fuego. Traducción de José Luis Amores]

Placebo

Imaginar que un dios existe
no alterará en apariencia tu vida.
Seguirás despertándote a las 7:30
y acostándote
a las 23:30 con la misma sensación
de haber malgastado el tiempo
transcurrido entre ambos momentos.
Pero qué consuelo íntimo,
inalcanzable,
debe de ser sentir que un dios,
da igual si en verdad existe o no,
te acompaña. A ti,
que te ríes del infierno
y veraneas en imitaciones del paraíso.



Jacob Iglesias, Sin ruido ni gloria

lunes, mayo 27, 2013

Ciudades en fragmento, de Ernesto Baltar



Al principio el anciano me inspira ternura: está solo, absorto en el vacío, con la mirada perdida en un horizonte hueco y el pensamiento ahogado en el infinito. Me gustaría acercarme a su mesa y comer con él. Preguntarle cosas. Hacernos compañía. Que me cuente su vida. Que no se pierdan sus recuerdos para siempre, que no se lo lleve todo la muerte, que quede algo al menos en mí, un pequeño reducto que perdure. Cuando estoy solo en una ciudad lejana me gusta mucho hablar con la gente, sobre todo con los ancianos y los locos, quizá porque son los más predispuestos a la conversación con extraños.

**

Llegué a Londres bastante deprimido y ahora estoy como nuevo. Ésa es mi verdadera deuda, ya perenne, con la ciudad. No sé, quizá todo se basa en el simple deseo de estar lejos, muy lejos. Ver la vida de uno, su rutina diaria, su condición irremediable de perdedor o fracasado, como una cárcel remota de la que ha conseguido escapar. No estar donde se supone que tienes que estar. Caminar durante horas sin sentido y observar los objetos, las calles, los edificios, las personas. Estar fuera: de tu vida y de ti. O el perseverante deseo de ser piel roja, que decía Kafka.

**

Nadie puede traducir una ciudad, ni literal ni libremente, pero quien más podría acercarse no es el que la habita sino el que llega por primera vez, el que empieza a descubrirla, ya lo haga desde la nada o desde sus pobres esquemas preconcebidos. Por eso, en cierto modo, la va creando. Es decir, que traduciéndola se traduce a sí mismo.

**

Las ciudades son novelas colectivas que van escribiéndose a medida que se van leyendo. Son ficciones incesantes, melodías fragmentadas, breviarios de incertidumbre. Son lugares a los que uno va a perderse para quizás, al cabo, encontrarse. Resúmenes del caos universal, promesas de locura y evasión, escenarios del asombro, del delirio, de la miseria. Funcional y simbólica, palpable y onírica, el alma de la ciudad es un collage de imágenes, memorias, deseos, encuentros, mercancías… Un paraíso del anonimato en el que se reúnen las masas solitarias. Un laberinto de rostros, gestos y palabras en los que la sorpresa acecha a cada paso.
La ciudad sentida, la ciudad soñada y la ciudad recordada se funden en una amalgama verosímil. Vemos lo que sentimos. Vivimos como soñamos. Somos lo que recordaremos. Nos habitan paisajes, metáforas, ruinas.


[Las ciudades que recorre Ernesto Baltar en este estupendo libro de viajes son: Roma, Londres, Madrid, Praga, Berlín, Nápoles, París, Copenhague, Viena, Salzburgo, Lisboa, Nueva York, Ámsterdam y Edimburgo, sin olvidar un fugaz paseo por Google Earth]

Después de soportar días iguales

Después de soportar días iguales
unos a otros,
insulsos todos ellos,
llega esta tarde
en que desde la ventana
miras embelesado caer la nieve.
Hasta donde alcanza la mirada
todo es calma.
Y una paz que apenas recordabas,
una inusual conformidad tuya
con las cosas, va abriéndose paso
entre tu apatía de costumbre.
Como si tu corazón fuera un bibelot
que acaba de agitar la mano de un niño.


Jacob Iglesias, Sin ruido ni gloria

Reparto de Nymphomaniac


En la nueva película de Lars von Trier aparece, como puede verse en la foto, Christian Slater, Uma Thurman, Charlotte Gainsbourg, Udo Kier, Connie Nielsen, Stellan Skarsgård, Lars von Trier, Jamie Bell y Shia LaBeouf.

domingo, mayo 26, 2013

¿Dónde vas con esa pistola en la mano?


David González & Kike Suárez y La Desbandada.
EP de descarga libre: aquí.

Arraianos, de Xosé Luís Méndez Ferrín


Está poblado este libro de gentes transgresoras que se mueven entre montañas y por navas y eriales en las que el poder político pusiera un día una Raya imaginaria que nunca logró separar totalmente al pueblo que llamamos portugués de su Norte gallego, y viceversa. Los hombres y las mujeres de La Raya fueron llamados “arraianos”, y lo siguen siendo a su paso por los cuentos aquí reunidos.
.
**

Las mujeres ahogaron a un niño con cuernos en las charcas de Urdilde; lo agarraron por el pelo y le hundieron la cabecita –me dijo N. rompiendo a llorar bajo la ventana de la sala nueva que da al patio y en uno de cuyos asientos de piedra estaba yo acomodada.
¡N. era tan querido, tan idiota! A veces se me olvidaba que tenía la cabeza poblada de estallidos, cuando no de rastrojo horrible o flores simplicísimas.
Lo ahogaron, Misia, lo ahogaron –me insistía N.

[Del cuento “Lino”]

**

A la mañana siguiente, al preso le sería dado garrote en la Plaza Mayor de Ourense, que había de estar llena de gente, como en los días de corrida de toros. Más allá de la puerta de la celda, por el corredor húmedo y maloliente, le llegaba al prisionero un rumor de conversaciones y alguna risa. Debían de ser los “Hermanos de la Paz y Caridad”, el verdugo de Burgos, el Presidente de la Audiencia, el capellán, el Director de la cárcel, que iban a pasar la noche como él, sin dormir.
[Del cuento “El exclaustrado de Diabelle]

**

Auguela son diez casas y algunas cuadras y hórreos. Todos los techos son de paja menos el de la casa, que había hecho con sus propias manos el padre de la niña. Al abuelo de la pequeña lo habían cogido los falangistas de Verín y lo mataron en una zanja de O Furriolo, con otros cinco que sacaron del Convento. En Auguela tienen ovejas y alguna vaca. Pastan por A Chaira. El monte Penagache avisa, no lejos, de la Raya de Portugal.
[Del cuento “Botas de elástico”]



[Hoja de Lata Editorial. Traducción de Luisa Castro]

viernes, mayo 24, 2013

Rascacielos, de J. G. Ballard


Así empieza esta novela, que para mí es una obra maestra:

Más tarde, mientras estaba sentado en el balcón, comiéndose el perro, el doctor Robert Laing recordó otra vez los hechos insólitos que habían ocurrido en este enorme edificio de apartamentos en los tres últimos meses. Ahora que todo había vuelto a la normalidad, le sorprendía que no hubiera habido un comienzo, una línea que ellos hubieran atravesado entrando en una dimensión indudablemente más siniestra. Con cuarenta pisos y mil apartamentos, supermercado y piscinas, banco y escuela –todo virtualmente abandonado en el cielo–, había en el edificio oportunidades más que suficientes para la violencia y la confrontación.

En unas pocas líneas nos ha presentado al protagonista, su situación y el entorno en el que vive (ese edificio de 40 pisos que parece una ciudad vertical). Pero, más importante aún: ha introducido un elemento que ya desasosiega al lector y lo llena de curiosidad: el personaje está comiendo carne de perro. ¿Por qué?

En Rascacielos (un libro agotadísimo que, como suele ocurrir, he tardado años en encontrar en alguna librería, y que hace tiempo interesó a David Cronenberg para adaptarlo al cine) se reúnen casi todas las señas de identidad de la narrativa ballardiana: cemento, piscinas que van degradándose, violencia latente, estados de paranoia, sexo en el que no faltan las infidelidades ni los juegos prohibidos, paisajes que se convierten en ruinas, deterioros físicos y mentales… Al principio todo parece un paraíso para los habitantes del edificio. Luego, sin explicación alguna, las cosas toman otro rumbo: mueren inquilinos, hay cortes de luz, los vecinos discuten, hay disputas triviales acerca de las deficiencias de los ascensores y el aire acondicionado… Nunca se nos explica, pero parece como si en realidad el edificio estuviera vivo y fuera dominando las mentes de sus habitantes. Se trata de una novela que, sin duda, ha inspirado mucho la obra de Stephen King: hombres sometidos a presión en un inmueble. Pero Ballard lo hizo primero. El clima opresivo y sofocante que va creando el autor nos recuerda a esas situaciones típicas de la vida en comunidad: ese vecino pelmazo que está atento a tus errores, esa señora que sube todos los días a quejarse del volumen de la música o de la gotera, esas reuniones de vecinos en las que se acaba discutiendo… Sólo que Ballard lo lleva más allá: hacia el crimen, la locura y los linchamientos. Véase este fragmento:

El edificio de apartamentos estaba creando un nuevo tipo social, una personalidad fría y cerebral impermeable a las presiones psicológicas de la vida en un rascacielos, con necesidades mínimas de intimidad, y que proliferaba como una avanzada especie mecánica en esa atmósfera neutra. Era el tipo de gente que se contentaba con no hacer otra cosa que estar sentada en el costoso apartamento, mirar la televisión con el sonido apagado, y esperar a que los vecinos cometieran algún error.

Los personajes terminan viviendo en un estado paranoico en el que ya no saben distinguir los matices de la realidad, como el citado Laing: Por una vez, se dijo a sí mismo, trata de salir de dentro de tu propia cabeza. Con 2.000 inquilinos en el edificio, el rascacielos es una olla a presión a punto de estallar. Y estalla: Todos los de aquí han tenido infancias felices, sin excepción, y sin embargo están furiosos. Quizá no les dieron la oportunidad de ser perversos... Esa furia se traslada a los pasillos, a los ascensores, a las piscinas, al supermercado… El edificio acaba siendo un modelo de la sociedad: en los pisos inferiores está la clase baja, con trabajos normales y muchos hijos; en los superiores, los más ricos, que viven con toda clase de lujos y no tienen retoños, sino perros; en los pisos entre ambos está la clase media, que aspira a subir a la azotea (metáfora de su deseo de ascender socialmente) y conquistar aquel terreno. Algunos vecinos forman banda con otros y saquean a los de arriba. Otros, más solitarios, dejan de acudir al trabajo y de asearse, dejan de limpiar su piso, de cocinar… y se preparan para la confrontación final, sea cual sea. Podría pasarme horas hablando de esta novela. Pero acabo ya, y os dejo con este extracto:

La rebelión de los residentes contra el edificio parecía ya incontenible. La basura se acumulaba junto a las bocas atascadas de los incineradores. Las escaleras estaban cubiertas de vidrios rotos, sillas de cocina astilladas y tramos de barandilla; y los teléfonos públicos de los corredores habían sido arrancados, como si los propietarios, lo mismo que Anne y Royal, hubieran convenido en interrumpir todo contacto con el mundo exterior.
.


[Minotauro. Traducción de Manuel Figueroa]

El gran Gatsby


Ante todo, una aclaración: quien acuda a ver una película de Baz Luhrmann y se sorprenda (por su estilo visual plagado de excesos, por la agilidad del montaje, por la colorista puesta en escena, por el anacronismo de las canciones, etc) y se disguste es que no sabe de qué va la vaina. A mí me gustaron Romeo & Julieta y Moulin Rouge (no he visto El amor está en el aire y Australia me pareció muy fallida), lo reconozco. Y me ha absorbido El gran Gatsby. Para empezar, releí la novela apenas un par de semanas antes de ver la película. Creo, por tanto, que se trata de una adaptación muy fiel: los diálogos, la voz en off, los personajes, las situaciones… Todo es escrupulosamente fiel al libro. Salvo la situación (posterior a la novela) del narrador, que está en un sanatorio en el que cuenta la historia. Luhrmann adapta a Fitzgerald con devoción y respeto, pero también lo hace suyo porque no renuncia a su sello personal: las canciones son contemporáneas, las fiestas son parecidas a las que podríamos ver hoy día en Ibiza o Nueva York, los colores de las ropas y los decorados están potenciados, el ruido de la banda de sonido es atronador…

Destaca el trabajo de un inmenso (como siempre) Leonardo DiCaprio, seguido de Joel Edgerton (que aporta un poco de humanidad al desagradable Tom Buchanan) y de Cary Mulligan. Yo recuerdo la adaptación protagonizada por Robert Redford: recuerdo que me aburrí y no llegué a verla entera. Con la versión frenética, excesiva y entusiasta de Luhrmann me he divertido mucho (y no soy el único: un buen ejemplo crítico es éste). Y para mí había algo sustancial en la adaptación de esta novela, que está entre mis lecturas favoritas: el respeto a las primeras y a las últimas frases del narrador. Se oyen tal cual, e incluso se escriben en la pantalla para que no olvidemos su importancia. 


jueves, mayo 23, 2013

Rumbo a peor, de Samuel Beckett


He tardado años en conseguir un ejemplar de este libro, uno de los más celebrados (y de lectura más compleja) del maestro Samuel Beckett. Tanto que, después de escribirlo en inglés, ni siquiera él logró la odisea de traducirlo al francés. Es magnífico que lo editaran aquí en versión bilingüe, ya que lo considero intraducible. Todo lo que puede hacerse es una aproximación, y en esa aproximación salen victoriosos los cinco traductores que necesitó la obra para verterla al castellano. Y sin embargo no es lo mismo. No se pueden traducir los juegos de palabras, las rimas internas, la musicalidad del inglés.

Primero lo leí en castellano. Luego lo leí en inglés. La diferencia es notable. Son apenas 60 páginas (si excluimos el prólogo), que en realidad se quedan en 30 si uno decide leer sólo una de las versiones. Un poco antes de escribir este texto he hecho otra lectura: al azar, abriéndolo aquí y allá y empapándome de su prosa, de su poética, de sus enigmas. Porque se trata de una obra que detestarán quienes no estén acostumbrados a Beckett, ya que aquí lleva aún más lejos lo conseguido en El Innombrable: retuerce y desmonta y reduce el lenguaje, juega con las palabras, escribe sobre la imposibilidad del decir… En el prólogo mismo los traductores lo señalan: A un determinado nivel, Rumbo a peor versa sobre el fracaso del lenguaje, sobre sus yerros: cuando algo se dice, por fuerza se maldice.

Yo necesitaba este libro porque he ido comprando todo lo de Beckett y aquí aparecen esas famosas palabras-fetiche: Prueba otra vez. Fracasa otra vez. Fracasa mejor. El libro está repleto de chispazos de genio, de máximas deslumbrantes como ésta: ¿Sin mente y dolor? Di sí para que duelan los huesos hasta que no quede otra que levantarse. De algún modo levantarse y ponerse en pie. O ésta: No saber más. No ver más. No decir más. Eso sólo. Todo ese poco de vacío solo. O ésta otra: Todo corroe para ser nada. Hasta nunca ser nada. O la siguiente: Para ganar tiempo. Tiempo que perder. Ganar tiempo que perder.

Os dejo con un par de extractos en sus dos versiones, para que comprobéis la diferencia:

Todo de antes. Nada jamás jamás. Jamás probar. Jamás fracasar. Da igual. Prueba otra vez. Fracasa otra vez. Fracasa mejor.

Y en su versión original:

All of old. Nothing else ever. Ever tried. Ever failed. No matter. Try again. Fail again. Fail better.

**

Lo tenue. El vacío. ¿También se van? ¿También vuelven? No. Di no. Nunca se van. Nunca vuelven. Hasta que sí. Hasta decir sí. Se van también. Lo tenue. El vacío. Ora uno. Ora el otro. Ahora ambos. De repente se van. De repente vuelven.

Y en su versión original:

The dim. The void. Gone too? Back too? No. Say no. Never gone. Never back. Till yes. Till say yes. Gone too. Back too. The dim. The void. Now the one. Now the other. Now both. Sudden gone. Sudden back.


[Editorial Lumen. Traducción de Libertad Aguilera, Daniel Aguirre Oteiza, Gabriel Dols, Robert Falcó y Miguel Martinez-Lage]

Cariño

Cariño,


nunca he sido nadie
que quisiera ser algo,
no he preparado nunca una sesión de espiritismo
en la trastienda de una fábrica,
ni he buscado otro consejo de los muertos,
nunca he sido nadie que quisiera
ni por lo tanto nadie que esperara,
prefiriendo inquietarme por otras
razones, y largarme, es decir
alguien que siempre quise ser,
alguien que quiso estar en cualquier parte,
en otra parte, cuando tú llamaras.
Nunca he sido nadie
que necesitara agua, nunca he sido
elegante. Quiero no ser
algo tan sencillo. Es sencillo
convertirse en alguien,
alguien que nunca quise ser.
Nunca he esperado ser
de los que quieren algo, tienen
poca paciencia. Siempre había
cualquier otra parte en la que estar.
Con esta soledad
he creado un refugio.
Tengo terror a querer algo.



Fred Schmalz, La familia americana. Antología de nueva poesía de Estados Unidos, de Varios Autores

miércoles, mayo 22, 2013

Próximamente: Lo que fue


De George Pelecanos. En El Aleph Editores.

La crisis, de Sergio C. Fanjul



COMERCIALES

veía mi vida en los anuncios

el coche de mis sueños
surcando paisajes de delirio,
el
fairy con que dar finalizadas
no sé qué cenas familiares,
la cuenta naranja en la que guardar
mi improbable fortuna
a un buen tanto por ciento,
el
abdominazer que, después de usado,
se podía plegar cómodamente
y guardar bajo la cama:

la mujer de mi vida,
tras un teléfono que empezaba por ocho,
gimiendo desnuda e insomne,
llama, llama ahora.

no sabéis cuánto la quería

a las tres de la mañana apagaba el televisor
y, a este lado de la pantalla,
mi vida se quedaba en silencio y a oscuras

**

FREELANCE

no os quejéis

hay algo de romántico en ser
freelance
algo de sicario de bandido
explorador de rebelde bucanero
surcando los mares del mercado laboral
algo de comando adelantado
de artista de romántico pornógrafo
de puta

**

FUTURO

he telefoneado al futuro

y no se ha puesto nadie



[Editorial Ya lo dijo Casimiro Parker]