martes, abril 30, 2013

Céline, de Philippe Sollers


Encontré este libro, por casualidad, echando un vistazo a la mesa de novedades de Machado Libros (sucursal del Círculo de Bellas Artes). No sabía de su publicación, ni siquiera de su existencia, ignoraba que el prestigioso Sollers se había ocupado de alumbrar algunos aspectos oscuros del siempre polémico Louis-Ferdinand Céline. El libro fue traducido y publicado en Buenos Aires y llega a España de importación. Se ha estado vendiendo bien aquí, por lo que me contó María Herráez en la librería. Por supuesto, me lo compré sin pensarlo.

Consiste en la compilación de una serie de textos (conferencias, artículos, extractos de memorias, etc) en los que Philippe Sollers ha tratado la figura y la obra de Céline, y contiene frases para anotar, y verdades como puños. El apasionado por los libros de Céline (aunque sólo haya leído Viaje al fin de la noche) no debe dejarlo escapar. Unos extractos:

Si se quiere establecer, y rápido, un catálogo apasionado de Céline, hay que empezar diciendo que Viaje al fin de la noche es una obra maestra. Que este libro excepcional no haya sido aceptado en el acto por la NRF en 1932, que no haya obtenido el Goncourt y lo haya ganado un libro mediocre, me parece que plantea un problema muy importante.

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Por otra parte, soy uno de los pocos en sostener que lo que se designa con el título genérico de “Trilogía alemana”, es decir De un Castillo el otro (cuyo comienzo, con la barcaza La Pública, toda la dimensión de los infiernos, la barca de Carón, se inscribe en el gran estilo homérico), Norte (donde Céline tal vez esté en la cima de su escritura) y Rigodón, incluso si son poco leídos, son libros tal vez superiores a Viaje o a Muerte a Crédito.

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Es mucho, es demasiado, y todos, en el fondo, se resignan a pensar que Céline decididamente es excesivo. ¿Qué hacer? ¿Olvidarlo? Difícil. ¿No hablar más de él? No dio resultado. ¿Aplicarle un juicio moral definitivo? Se hizo, con intervalos regulares, sin mucho éxito. En el límite, la opinión quiere aceptar un lado “del bien” (
Viaje al fin de la noche) y un lado “del mal” (todo lo que viene después de Bagatelas por una masacre). El lado “del mal” prevaleció por otra parte cada vez más sobre el lado “del bien”, y ya tenemos a Céline en el infierno. Sin embargo, nada está asegurado: este condenado está ahí, habla, se levanta todo el tiempo con el fuego que le quema, estamos obligados a tratarlo como un “gran escritor”, es un monstruo que cuando más se lo rechaza o se lo censura más activo está, se le escapa tanto a sus admiradores como a sus adversarios, ninguna academia puede encerrarlo, ningún discurso universitario puede abarcarlo, huye, actúa con astucia, desborda, es el diablo en “Pléiade” (como Sade), el crimen en libertad, lo inadmisible impreso, una pesadilla para la eternidad.

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Nos olvidamos muy rápido que Céline es un gran escritor cómico, a veces aterrador, por cierto, pero profundamente cómico. Si hay alguna duda de esto, hay que leer sus Conversaciones con el Profesor Y, son para morirse de risa, como el mejor Molière. Este punto es esencial, es médico. La risa de Céline es tan aguda y enorme como su experiencia del delirio y su convicción de la nada.

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Pongo a Céline en un lugar muy alto. La campaña de obliteración contra Céline fracasó: ahora está mucho más en el Panteón que cuando querían impedirle la entrada.


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También, uno puede asomarse a la polémica ideológica y a la cuestión del antisemitismo. No es cuestión de dejarlo de lado, pero me pregunto a qué intereses sirve hablar sólo de esto. Siempre desconfío de las campañas, más o menos interesadas, para impedir que se lea a alguien. Ya me acostumbré a este tipo de cosas…


[Paradiso Ediciones. Traducción de Hugo Savino]

Próximamente: Una autobiografía


De Assata Shakur. En Capitán Swing.

Peaje, de Julio de la Rosa


Estar enamorado ayuda. Es mejor que tomar pastillas. Hay gente que necesita las dos cosas. Yo no. Pobre hombre, aquél. Igual él también estaba recién enamorado. Estar enamorado ayuda a vivir a menos que tengas un accidente. Y la palmes. De eso no te cura el amor. Nunca había visto un espectáculo tan espantoso. Se ahogaba en un charco de sangre. Le colgaban las vísceras. ¿Cómo pueden permitir que sigan existiendo? Si cualquier otra cosa generara tantas muertes como los coches, estaría más que prohibida, perseguida y castigada. Primera causa de muerte en el mundo occidental durante décadas, y aquí siguen. Este fin de semana han muerto cuarenta y tres personas jugando al frisbi. Automáticamente confiscarían todos los frisbis del planeta y, a quien vieran lanzar un objeto circular por el aire, lo meterían en la cárcel. Pero no. Ojalá llegue el día en que persigan y detengan a todos estos desgraciados. Ni las guerras han matado tanta gente como los coches: a las cifras me remito, aunque no me las sepa.

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Qué raro pensar que han dejado a una persona bajo tierra. La han metido en un agujero y… a continuar con sus vidas. Qué cosas tan extrañas hacemos los seres humanos.

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O encuentras la felicidad en algún rincón de lo que haces o te vuelves como ese tío. Y yo no quiero ser funesto. Tampoco es que me quiera engañar, yo sé que este curro es una mierda, pero me lo paso bien. Hay que aprender a pasárselo bien. Contar la cantidad de coches rojos que pasan en una hora puede que no sea la cosa más divertida del mundo, pero ya es algo. Un juego. Y el juego es diversión. 

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[Tropo Editores]

Cartel de Le Congrès


Inspirada en la novela de Stanislaw Lem.

2

He decidido mirar por la ventana.
Todo cae mientras yo miro por la ventana.
Mientras me caliento el pecho con el sol.
Miro las telarañas entre las rejas
finas, tornasoladas.
Miro las volutas de hierro, sencillas
las que eligió Rodolfo.
He decidido mirar por la ventana
de esta casa enorme.
Acá iba a crecer un hijo nuestro.
Las piñas se amontonan en los árboles.
Acá íbamos a tener una pileta.
Y el color de las paredes iba a ser arena.
He decidido mirar por la ventana.
Inmóvil en la silla, como en un hospicio.
Ver los rosales plantados y olvidados
que crecieron sin darnos una flor.
Los yuyos del invierno, las agujas
que caen de los pinos, las gramillas.
El gris de los ladrillos que costaron tanto.
He decidido mirar por la ventana.
Repasar en silencio la alegría perdida
con esta ropa vieja de todos los inviernos.



Carina Sedevich, Como segando un cariño oscuro

viernes, abril 26, 2013

Cubierta y contracubierta de Vinalia Trippers: Spanish Quinqui


Otro de los proyectos colectivos en los que colaboro, con un relato. 
La ilustración es de Miguel Ángel Martín. Seguiremos informando.
 

Quentin Tarantino. El samurái cool, de Ramón Alfonso


Tras los trágicos atentados del once de septiembre en Nueva York, la venganza, siempre presente en sus adorados spaghetti western o en las cintas wusia de los setenta, consciente o inconscientemente se transforma en el detonador narrativo de sus piezas. Unas obras que le permiten ahondar en los subgéneros devorados durante la adolescencia en los cines grindhouse para reformularlos y acoplarlos a un discurso construido esencialmente alrededor de la cinefilia.

Cineasta exigente y meticuloso con su obra (en dos décadas, rodeado por un equipo de fieles colaboradores, Lawrence Bender, los hermanos Weinstein, Sally Menke, Samuel L. Jackson o David Wasco, sólo ha rodado siete largometrajes), pero incapaz, en demasiadas ocasiones, de controlar su abultado ego y su tendencia a la inútil verborrea, filme tras filme, ha dejado atrás titubeos descriptivos iniciales revelándose como un admirable ilustrador capaz de organizar en imagen, sin traicionar un ápice de complejidad, sus enrevesadas creaciones literarias. Enamorado de los thriller hongkoneses de los ochenta, de Godard o de Fuller y fascinado, de igual forma, por cutres cintas de kung-fu de mísero presupuesto o exploit a la italiana, su tarea funciona impulsada por unos contrastes absolutos combinados a la perfección por un hombre que parece vivir única y exclusivamente para el Cine. 

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[T&B Editores]

Próximamente: Diario de 1926


De Robert Walser. En La Uña Rota.

Oblivion


No fui a ver al cine el debut de Joseph Kosinski, Tron: Legacy, y ahora me apetece porque Oblivion me ha procurado dos horas de ciencia ficción y entretenimiento puro. Sé que la mayoría de los críticos le han dado palos, pero por ejemplo a Ángel Sala, uno de los mejores críticos de este país, que escribe en Imágenes de Actualidad, le gustó bastante. Uno de mis ejercicios favoritos en el cine es deducir las huellas, los rastros, los guiños y las influencias de otras películas en el imaginario del director, y en ese sentido Oblivion, inspirada en la novela gráfica de Kosinski, está llena de ellos: hay referencias a Blade Runner, El planeta de los simios, 2001: Una odisea del espacio, Solaris, Inteligencia Artificial, Minority Report y la trilogía original de La guerra de las galaxias, especialmente a El imperio contraataca. Pero también hay una influencia notable de la literatura de J. G. Ballard: esos paisajes cambiantes, que han mutado, dando lugar a nuevos escenarios y a territorios erigidos entre las ruinas. En este sentido la puesta en escena, la ambientación, ese mundo devastado… resultan ser lo mejor del filme.

Me parece una película digna, como lo fueron Moon, la versión moderna de Solaris o incluso Prometheus (si le quitamos algunos desvaríos y todas esas escenas que se prestaban a confusión). Ninguna de ellas, claro, alcanza la maestría de las cintas en las que se basan, las que he citado antes. Si hay algo que se echa en falta en Oblivion es, precisamente, la complejidad de 2001 o de Inteligencia Artificial. Así, con Tom Cruise actuando con el piloto automático (el género se le ajusta a la perfección, se le da bien, como dijo Sala en Twitter, y como lo prueban Minority Report y La guerra de los mundos), y con un espectáculo en cada plano, Oblivion es un agradable entretenimiento, sin más.  



jueves, abril 25, 2013

El octavo día de la semana, de Marek Hłasko


Hasta que reeditaron este libro yo no sabía nada del escritor polaco Marek Hłasko. Y, sin embargo, entre los años 60 y 70 los editores de Caralt publicaron algunas de sus obras. Creo que, al menos en España, había caído en el olvido. La reedición de El octavo día de la semana, con una nueva traducción, seguramente más actualizada y acorde con estos tiempos, es una de las más gratas noticias de la temporada. Para empezar, la biografía de Hłasko abunda en datos interesantes, como su muerte en misteriosas circunstancias cuando sólo tenía 35 años, o como las palabras que encontramos asociadas a su nombre cuando rastreamos su vida: guerra, miseria, condenas, alcoholismo, trabajos duros… En sus textos predominan los personajes inspirados en algunas de las situaciones que vivió o en sus sentimientos: a menudo son borrachos, tipos desesperados o con el desencanto en los ojos, gente que arrastra la ruina moral, física y económica tras la guerra.

Podríamos dividir El octavo día de la semana en 3 partes: el relato largo o novela corta que da título al libro, de unas 90 páginas de extensión; los textos breves que siguen a continuación (diez relatos, entre los que están “Los obreros”, “Volamos hacia el cielo” o “El amor no ha venido esta tarde”, por destacar algunos, aunque todos son buenos); y el relato largo de cierre, “El nudo corredizo”, y quizá el mejor del volumen, de unas 80 páginas. A la prosa de Marek Hłasko la emparentaron, dependiendo de cada obra, con la de Ernest Hemingway o Fiodor Dostoiveski, entre otros. Aunque los personajes atormentados guardan mayor relación con las criaturas del segundo, su escritura recuerda más a la del primero: frases cortas, muchos diálogos y, en numerosas ocasiones, esas sentencias demoledoras que nos retratan un mundo por el que se mueven trabajadores, miserables alcoholizados con pretensiones de suicidio, parejas que no consiguen un cuarto a solas donde desvirgarse… Abajo, algunos fragmentos:


La gente se mezcla en tus asuntos, la gente miente, la gente se inventa tonterías inmundas, y un buen día ya no se sabe lo que es verdad y lo que es mentira, lo que es un chismorreo y lo que es realidad, quién es tu amigo y quién es un cerdo, quién es un colega y quién un imbécil; no hay manera de orientarse en medio de todo eso.
[Del relato “El octavo día de la semana”]

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No me gustan las estaciones. En ellas siempre me huele a separación.
[Del relato “El octavo día de la semana”]

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No merece la pena vivir cuando te encuentras en todas partes con un cartel que dice: “Prohibido el paso”.
[Del relato “El octavo día de la semana”]

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-Mátame –dijo ella–. Mátame, pero luego. Después de hacerlo, no podremos mirarnos a la cara. Y habrá paz. Paz por fin. Sin nostalgia. Sin amor. Sin domingos. Sin tus historias de la prisión. Nos escupiremos. ¿Qué importa todo eso? No te escapes, no pienso soltarte. Ven. Después podremos olvidarlo. Y no quedará nada. Pero ahora ven…
[Del relato “El octavo día de la semana”]

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-¡Por el amor de Dios! –dijo Zawadzki. Extendió el brazo y trazó un círculo con la mano–. ¿Hasta cuándo van a seguir existiendo estos prados, esta gente tirada junto a la valla, estos hoteles, estas colectas para una botella de cinco zlotys, estas listas de holgazanes, estas aglomeraciones en los tranvías, estas colas para comprar mantequilla? ¿Hasta cuándo van a seguir los enamorados sin tener un sitio donde vivir, hasta cuándo va a seguir separándose la gente por culpa de la vivienda, de la colada, de tanta memez? Si no fuera porque conozco lo que hubo antes, pensaría que estoy en el infierno. No creo en el otro infierno; pero, suponiendo que exista algo así, entonces las botellas, los tipos junto a la valla, las colas para la carne, las chicas en los hoteles… todo eso es peor que el infierno.
[Del relato “Volamos hacia el cielo”]

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Y ahora déjame que te diga una cosa: las personas, por sí solas, no cambian nunca. Es la vida la que cambia a la gente. Para bien o para mal, haciéndonos mejores o peores, pero siempre es la vida.
[Del relato “El nudo corredizo”]


[Automática Editorial. Traducción de Fernando Otero Macías]

Tierra prometida



Gus Van Sant ha adaptado una historia de Dave Eggers y ésta fue mi principal motivación para ir a ver su nueva película (no me disgusta Van Sant, pero no conozco al completo su filmografía…). En el reparto destaca Matt Damon. Van Sant también hace su trabajo de manera eficaz… pero uno tiene la sensación de haber visto esta película un millón de veces: un tipo de la ciudad que pasa unos días en un pueblecito y que intentará cambiar a sus habitantes sin saber que él será quien cambie, etc. Sin hacer memoria me acuerdo de Doc Hollywood, con Michael J. Fox, que me divirtió más; o de Beautiful Girls, una de las grandes pelis de su década; por citar sólo un par de ellas. No es mala película, es agradable de ver, pero es como un pan sin sal.

Trailer de Midnight's Children


Basada en la novela de Salman Rushdie. Trailer: aquí.

miércoles, abril 24, 2013

Banner de My Own Private River


River Phoenix + Gus Van Sant + James Franco

Próximamente: Tiempos ridículos


De Javier Marías. En Alfaguara.

To the Wonder



No me pierdo una película de Terrence Malick. Para mí, hasta ahora, sólo tenía un tropiezo: El nuevo mundo; porque incluso El árbol de la vida, pese a sus desvaríos sobre la creación del universo, me parece fascinante. Y creo que To the Wonder es su segundo tropiezo. Pero no es, en absoluto, una mala película. Sólo es fallida. Veamos por qué lo creo… Malick ha pretendido hacer un retrato de los distintos tipos de amor (amor conyugal, amor a lo divino, amor infiel, amor platónico) y del desamor, en el que no faltan la duda, el engaño y la culpa. Para llevar a cabo este plan nos ofrece un largometraje en el que las parejas se besan, caminan entre las espigas, se rozan entre las sábanas, deambulan por paisajes maravillosos, se miran sin hablar, se tocan y se sonríen… Apenas hay diálogos, y abundan esos pensamientos abúlicos de cada personaje, propios del cine de este director. Pero el amor, cuando se refleja con toda su carga de azúcar, con tanto envoltorio romántico y con tantas miradas y suspiros… acaba siendo un coñazo. To the Wonder es, casi todo el tiempo, una postal; una postal que nos parece más interesante cuando los personajes dudan o se enfrentan entre ellos. Sin embargo nos queda, eso sí, la dirección de Malick: espectacular, con una planificación propia de maestro, con planos que sólo se le ocurren a él, con actores que dan lo mejor de sí mismos aunque apenas suelten una palabra. Malick filma la belleza, pero el exceso de la misma también cansa.