Es raro encontrar una película de Harmony Korine en la
cartelera. De hecho, yo no había visto ninguna. Y Spring Breakers es explosiva:
el filme más provocador y sexy de la temporada. Estética y musicalmente es una
verdadera orgía. Spring Breakers cuenta lo que les
pasa a cuatro chicas que comenten un robo para tener dinero e irse a gastarlo a
Florida (en juergas, cocaína, alcohol, etcétera) durante las “spring break”
(algo así como nuestras vacaciones de Semana Santa). Korine logra que parezca
que estamos bebidos o colocados durante casi todo el metraje: con ayuda de la
música, con imágenes ralentizadas, con planos saturados por el grano o planos
en los que la cámara imita la visión de alguien que va ciego… Pero no hay que
preocuparse: en ningún momento se marea uno y no siempre predomina esa clase de
filmación. Y lo explica mejor el cineasta en la conversación de El País con
Gregorio Belinchón: Me acaban aburriendo las narrativas tradicionales. Así que
me fui a las bases de electrónica y cree una especie de loop visual,
microsecuencias muy rápidas que se repiten de vez en cuando para que la
película dé una sensación de consumo de drogas.
Es una película que retrata con
contundencia y júbilo lo que significa ser joven y
estudiante: querer que la fiesta nunca termine, creer que nunca se envejece,
pensar que el tiempo va a congelarse entre juergas
y borracheras. En pocas películas se refleja tanto la ansiedad por ser joven e
inmortal. De hecho, el mantra de la peli, cuya repetición cansa un poco, es
"spring break forever" (vacaciones para siempre). Una de las
protagonistas habla de su deseo de congelar ese momento de fiesta con sus
amigas y mantenerlo ahí para siempre. Sólo así el mundo (y la vida) les parece
perfecto. Pero no se dan cuenta de algo que los jóvenes suelen olvidar durante
los festines etílicos: que siempre hay sueltos muchos lobos feroces y que el
mundo también saca los colmillos. Spring Breakers, además, acentúa su carácter
crítico con la sociedad estadounidense en aquellas escenas en las que uno de
los personajes dice que el Sueño Americano, con mayúsculas, consiste en tener “culitos
y dinero”. No es Haneke, pero es un filme para disfrutar sin complejos. Destaco el trabajo de James Franco, que se está consolidando como
uno de los grandes actores de su generación, y que aquí es una especie de primo
del Gary Oldman de Amor a quemarropa. Y destaco al cuarteto de chicas, por su
belleza y por el entusiasmo que imprimen a sus personajes.