El día de la muerte de AGC, Pablo G. Bao, un gran poeta y amigo, que participó en la antología Resaca / Hank Over, escribió en su muro de Facebook unas palabras sobre Agustín. Yo comenté algo y él volvió a extenderse acerca del filósofo y de la carta que un día éste le escribiera. He quitado mi comentario para que sólo salgan las frases de Pablo. Su retrato me gusta especialmente, Pablo es un escritor "sin pelos en la lengua". Es esa clase de homenaje políticamente incorrecto que no encontraréis en la prensa. Os lo ofrezco:
Acaba de
morir Agustín García Calvo, el último sabio AUTÉNTICO que ha tenido este país
(y no ha tenido muchos de esta categoría desde hace siglos). Hace muchos años
mantuve con él una muy breve correspondencia, de la que conservo una carta
suya, dirigida a mí, con el bonito remate de su firma, tan peculiar y
“artística” como él mismo. Tuvo, como otros grandes talentos, la desgracia, no
sólo de nacer en este lamentable planeta llamado Tierra, sino en ese ruin y
mierdoso país llamado España, por lo que su suerte estaba echada desde su raíz.
Conservo de él algunos libros, pero sobre todo esa carta que, en unos momentos
muy precarios, me animó a no desfallecer, haciéndose eco de mi “voz” y
ofreciéndome su amistad y deseos de salud. Nos unía la pasión -que gente lerda
llama “afición” (¡e incluso vicio!)- por el buen vino tinto.
Esta noche descorcho la botella a tu salud, Agustín; ¡y la pillo elegante!
¡Y que les den por culo a todos!
Esta noche descorcho la botella a tu salud, Agustín; ¡y la pillo elegante!
¡Y que les den por culo a todos!
[…]
Sí, J.
Ángel, ya sé que era de tu tierra (lo comentamos hace algún tiempo por correo).
Había aquel programa en Radio-3 –de esto hace la tira-, “Caravana de hormigas” se llamaba.. Era un programa joven (en el sentido de ‘fresco’) de tipo cultural, con música, literatura, etc… y muy bien llevado por un equipo de gente maja y preparada... Dieron en él cabida a Agustín, y lo que en un principio fueron 20 minutos aprox. se convirtió después en la parte más importante del programa (creo que era los viernes)... El sabio zamorano proponía un tema (más tarde dejó que lo propusiera el público oyente) y a continuación empezaban las llamadas, preguntas, cuestionamientos, expresiones de apoyo, gente flipando con aquel cabronazo tan lúcido como buen hablador (tenía una voz impresionante).. ¿Y quién era aquel público?... ¿Profesores, catedráticos, intelectuales?... ¡Y un cojón!... Eran los mismos que despidieron la carroza fúnebre de Tierno Galván, reventando Cibeles y aledaños: punkies, rockeros y gente de lo más normal, especialmente jóvenes “No tengo estudios y no te entiendo, pero sé que me hablas a MÏ y entonces mola” –le dijo una chavalita en uno de los programas..
Y luego sucedió: de repente anunciaron que la sección del programa dedicada a Agustín tocaba a su fin por “ajustes de programación” y la gente dijo que nones, que no se lo tragaba y llovían llamadas y cartas (entonces no había Internet) y al final las Altas Instancias cortaron por lo sano (por lo lúcido, sería más exacto) y se cargaron “limpiamente” el programa, uno de los más oídos y apreciados –si no el que más- de aquella época (los ochentaytantos)... ¿Y quién estaba entonces en el poder? ¿Franco, Arias, Aznar, Rajoy, Mussolini, Pol Pot?... No: se llamaba Felipe González, adalid de libertad y progresismo, epítome de virtudes sociales (además de cazaterroristas, con derecho a impunidad).. .
Había aquel programa en Radio-3 –de esto hace la tira-, “Caravana de hormigas” se llamaba.. Era un programa joven (en el sentido de ‘fresco’) de tipo cultural, con música, literatura, etc… y muy bien llevado por un equipo de gente maja y preparada... Dieron en él cabida a Agustín, y lo que en un principio fueron 20 minutos aprox. se convirtió después en la parte más importante del programa (creo que era los viernes)... El sabio zamorano proponía un tema (más tarde dejó que lo propusiera el público oyente) y a continuación empezaban las llamadas, preguntas, cuestionamientos, expresiones de apoyo, gente flipando con aquel cabronazo tan lúcido como buen hablador (tenía una voz impresionante).. ¿Y quién era aquel público?... ¿Profesores, catedráticos, intelectuales?... ¡Y un cojón!... Eran los mismos que despidieron la carroza fúnebre de Tierno Galván, reventando Cibeles y aledaños: punkies, rockeros y gente de lo más normal, especialmente jóvenes “No tengo estudios y no te entiendo, pero sé que me hablas a MÏ y entonces mola” –le dijo una chavalita en uno de los programas..
Y luego sucedió: de repente anunciaron que la sección del programa dedicada a Agustín tocaba a su fin por “ajustes de programación” y la gente dijo que nones, que no se lo tragaba y llovían llamadas y cartas (entonces no había Internet) y al final las Altas Instancias cortaron por lo sano (por lo lúcido, sería más exacto) y se cargaron “limpiamente” el programa, uno de los más oídos y apreciados –si no el que más- de aquella época (los ochentaytantos)... ¿Y quién estaba entonces en el poder? ¿Franco, Arias, Aznar, Rajoy, Mussolini, Pol Pot?... No: se llamaba Felipe González, adalid de libertad y progresismo, epítome de virtudes sociales (además de cazaterroristas, con derecho a impunidad).. .
Me
habría gustado mucho que le hubieran dedicado una calle de vuestra ciudad a
Agustín… ¡qué gozada haber podido filmarle orinando en todas sus esquinas!
Un saludo, J. Ángel... Si algún día nos vemos te mostraré la carta que me escribió... La conservo sin ningún orgullo ni idolatría, pero sí con un afecto triste y melancólico, como el que debe de sentir –supongo- quien se ha encontrado en el camino por un instante con un “hermano”, con un “afín”, y ha tenido que seguir su andadura porque -como se descubrió hace ya mucho- la Tierra gira sin parar y a veces no es posible detenerse ni siquiera a saludar...
Un saludo, J. Ángel... Si algún día nos vemos te mostraré la carta que me escribió... La conservo sin ningún orgullo ni idolatría, pero sí con un afecto triste y melancólico, como el que debe de sentir –supongo- quien se ha encontrado en el camino por un instante con un “hermano”, con un “afín”, y ha tenido que seguir su andadura porque -como se descubrió hace ya mucho- la Tierra gira sin parar y a veces no es posible detenerse ni siquiera a saludar...