Éste es uno de los libros que con más avidez esperaba de
entre las novedades de la temporada. Lo que no esperaba es que fuera tan breve.
Eso no le resta calidad, claro, sino todo lo contrario: Hitchens sintetiza en
pocas páginas todo lo que atañe a la enfermedad que acabó con él, es decir, el
cáncer. Hay párrafos dolorosos sobre los tópicos aparejados al cáncer y sobre
las servidumbres que debe afrontar quien enferma. Pero estamos hablando de
“Hitch”, que fue combativo hasta el final, y por eso Mortalidad no excluye unos cuantos ataques a todos esos fanáticos
religiosos que dijeron que se merecía aquel castigo cuando se enteraron del
diagnóstico. Breve e inacabado, se trata de uno de los testimonios más crudos
sobre el tema, y os aseguro que ya he leído un montón de libros en torno a esta
enfermedad. Copié unas cuantas frases:
¿Realmente no viviré
lo suficiente para ver cómo se casan mis hijos?
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A la pregunta
estúpida de “¿Por qué yo?” el cosmos apenas se molesta en responder “¿Por qué
no?”.
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La negociación
oncológica es que, a cambio de al menos la oportunidad de unos cuantos años
útiles más, aceptas someterte a la quimioterapia y luego, si tienes suerte con
eso, a la radiación e incluso la cirugía. Así que ahí va la apuesta: te quedas
por aquí un tiempo, pero a cambio vamos a necesitar unas cosas tuyas. Esas
cosas pueden incluir tus papilas gustativas, tu capacidad de concentración, tu
capacidad de digerir y el pelo de tu cabeza. Sin duda, parece un intercambio
razonable. Desgraciadamente, también entraña afrontar uno de los clichés más
atractivos de nuestro idioma. Lo has oído. La gente no tiene cáncer: se informa
de que luchan contra el cáncer. Ninguna persona que te comunique sus buenos
deseos omite la imagen combativa: puedes vencerlo.
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Mañana de biopsia,
me levanto y digo pase lo que pase este es el último día de mi antigua vida.
Ninguna pretensión de juventud nunca más. A partir de ahora una ardua
conciencia.
[Traducción de Daniel Gascón]