Estamos de enhorabuena. La carretera roja, uno de los primeros libros de David González (que incluye un relato, además de los poemas), que fue publicado por Celya Editorial, y del que yo conseguí una copia en su día, pasa al formato digital. Y no sólo eso: se puede leer en la red o se puede descargar de manera gratuita. De ello se ha encargado Ana Patricia Moya con Groenlandia. No acaba todo ahí: esta edición incorpora dos prólogos (uno de Ángel Muñoz Rodríguez y otro de Gsús Bonilla), un epílogo (de Andrés Ramón Pérez Blanco, Kebrantaversos), ilustraciones (de Felipe Solano) y fotografías (de Felipe Zapico y de Charles H. Carpenter). Sin duda éste es uno de sus mejores libros. Y te lo puedes descargar aquí o aquí. Os dejo con uno de mis poemas favoritos, no sólo de La carretera roja, sino de la obra de David González:
EDAD
Tú,
mujer mártir.
JEROME
ROTHENBERG
Esta tarde te he visto mayor.
Con la misma edad que tenías esta
mañana.
Con la misma edad que tendrás esta
noche.
Te he visto vieja.
Las primeras arrugas en tu pelo.
Las primeras canas en tu frente.
Los ojos, una bandera blanca.
La voz, sin eco, un payaso
triste.
El vestido,
corto, de luto, roto a la altura
de la rodilla.
Las medias,
con varices.
No me olvido de las botas:
sucias, tronadas.
Ibas a bajar la basura:
en una mano, la bolsa con los
desperdicios.
Sí.
Esta tarde te he visto
mayor, vieja, desengañada de la
vida.
Sin casa propia.
De renta. Con pufos:
el agua la luz
la renta la comunidad el bar.
Treinta años haciéndole favores a todo el mundo
y a mí no me hacen más que putadas, todo el mundo,
dentro y fuera de casa, hasta mi madre…
Tu madre: diálisis: tres veces a
la semana.
Tu novio, yo, enfermo crónico,
sin ninguna perspectiva de
futuro,
con muy mal genio, caprichoso, y
egoísta,
y gastizo… Poeta, además. Sin
embargo,
cuando te veo así, mayor, vieja,
una ancianita casi,
cuando te veo así, digo, te
quiero más.
Te quiero. A secas. Sin
adverbios. Te quiero.
Y aunque tienes más edad que yo,
once años más,
y aunque tan sólo hace tres que
compartimos
pobreza y enfermedad,
me siento, puedes creerme,
como si realmente hubiéramos
envejecido
juntos.