El cortometraje Frankenweenie
era, hasta la fecha, una de las mejores obras de Tim Burton. Porque ha sido
capaz de superarse a sí mismo con esta especie de remake o extensión o
readaptación. Permanecen la fotografía en blanco y negro, la sinopsis y la mayoría
de los planos, pero donde había actores de carne y hueso ahora hay muñecos
rodados con la técnica del stop motion. Victor ya no tiene la cara de Barret
Oliver (recuerden: el protagonista de La
historia interminable), sino que se parece más a los héroes del corto Vincent y del largo La novia cadáver. El perro, Sparky, tiene más similitudes con el
chucho de Family Dog, el episodio de
dibujos animados que el propio Burton hizo para los Cuentos asombrosos de Spielberg, y que luego ampliaría en una serie
de televisión.
Una de las sorpresas de esta nueva reelaboración es que,
al hinchar el argumento para que dure algo más de 80 minutos, nos encontramos
con varias secuencias en las que los niños del barrio intentan revivir a sus
mascotas muertas (no olviden que Frankenweenie
es un homenaje a Frankenstein),
que devienen en monstruos, algunos terroríficos y otros más bien gamberros. Tim
Burton dirige, esta vez, con pulso firme y como si estuviera entusiasmado con
la revisión y reactualización de este viejo proyecto, algo que agradecemos sus
seguidores, tras los fiascos creativos de Alicia
en el país de las maravillas y Sombras
tenebrosas.
Otra de las sorpresas consiste en la acumulación imparable
de guiños al cine y a la literatura, sobre todo de terror, ya sea mediante
nombres de personajes, características físicas o alusiones directas. Así,
Burton hace guiños a Edgar Allan Poe, La
novia de Frankenstein, Godzilla y
sus secuelas, Mary Shelley, Bela Lugosi, Gremlins,
Boris Karloff, E.T., el extraterrestre,
Elsa Lanchester, Parque jurásico, Beetlejuice, Vincent Price… Prefiero no
señalarlos para que cada espectador las identifique por sí mismo. Con el tiempo
se convertirá en un clásico de culto, al estilo de La novia cadáver y Pesadilla
antes de Navidad.