Terence Davies es un cineasta británico al que resulta muy
difícil seguirle la pista. Su filmografía contiene sólo 5 películas en 23 años
y unos cuantos cortos (y muchos papeles como actor en televisión). Es la clase
de director con una reputación extraordinaria cuyos filmes, sin embargo, son
complicados de encontrar, más allá de festivales y filmotecas. Cuando ayer fui
al cine no estaba seguro de si había visto una de sus primeras obras en la tele
o en alguno de esos festivales de cine que antaño programaba mi padre; quizá vi
El largo día acaba. Pero que su
última película se estrene en las salas de VO ha sido una sorpresa: hasta donde
yo sé, sus dos últimas obras no se proyectaron en salas comerciales.
Davies adapta la obra teatral de Terence Rattigan y nos
ofrece una bellísima, sutil y dolorosa película sobre el amor, la pasión, el
adulterio y la culpa. Davies es clásico en su puesta en escena, en su
planificación y en su fotografía (me decía Alberto Haj-Saleh, a quien me
encontré en el cine con su chica, que Terence Davies rueda como ya nadie lo
hace: The Deep Blue Sea parece rodada
en los 60), pero postmoderno en el montaje y en la manera de narrar la
historia. La trama abarca poco más de un día, desde que Hester (Rachel Weisz,
quizá la actriz a la que mejor se le da sufrir en pantalla) intenta suicidarse
hasta que su vida da otro giro, unas veintitantas horas después. Entre medias,
a modo de mosaico, Davies va alternando flashbacks y pequeños vistazos al
pasado, al matrimonio de Hester con William (Simon Russell Beale, actor al que
pude ver actuar en dos obras de teatro, en Madrid) y a la relación con su
amante, Freddy (Tom Hiddelston, un intérprete que me entusiasma, y al que
recordarán por War Horse y Los Vengadores); todos esos vistazos
están cronológicamente desordenados y será el espectador quien deba hacer el
esfuerzo de situarlos.
Pero The Deep Blue
Sea no sólo habla de la pasión y de la culpa y de las restricciones morales
a las que se veía empujada una mujer en los años 50, sino que pinta un esbozo
de Londres tras la guerra, una ciudad en ruinas, deprimida aún por su pasado y
en la que sus habitantes siguen cantando canciones a coro para reconfortarse y
demostrar cierto consuelo, cierta solidaridad. En fin, que me ha gustado mucho; y ahora tendré que buscar las
otras películas de este director; y sospecho que no será una tarea sencilla.