La estabilidad me
asusta.
Estoy acostumbrado a
mi carromato mutante, a una casa sin cimientos. Vivo una vida prestada y temo
que en algún momento alguien tire de la alfombra.
Garabateo las cosas
que se quedaron por hacer. Acaricio la idea de irme, de abandonar todo una vez
más y caminar por la vida descalzo de afectos. Pero a mi edad estoy fuera del
mercado y la calle está cada día más peligrosa. Las bandas organizadas se han
apropiado de las esquinas y trabajar de manera independiente te obliga a
guarecerte en los suburbios donde la delincuencia y el hambre terminan con lo
poco que se pueda ganar.
Naufrago en el
intento de remover costras que no terminan de caerse y dibujar un pentagrama
que se parezca a Bernardo. Vuelvo a encerrarme.
Lady Soroche trae
una nota de mi maestro:
Nada hay más
importante que tú. Si no estás bien, nada puede estarlo. Hasta la mejor luz se
vuelve sombra si no la puedes disfrutar. Te dejo unos vasos azules que puedes
estrellar contra la pared. Te quiero bien.
**
Tal vez el cielo no
sea tan maravilloso como prometen y sea imposible bajar la guardia. Quizás hay
una segunda muerte que viene después y no existe el descanso eterno, sino un
miedo que no termina nunca.