13 años, 3 meses, 9 días Martes,
19 de enero de 1937
Tal vez morir sea
eso. Sería muy bueno si no nos diera tanto miedo. Tal vez despertamos cada
mañana para retrasar el delicioso momento en que vamos a morir. Cuando papá
murió, se durmió por última vez.
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28 años, 3 meses, 17 días Domingo,
27 de enero de 1952
Convertirte en padre
es convertirte en manco. Desde hace un mes ya solo tengo un brazo, el otro
lleva a Bruno. Manco de la noche a la mañana. Te acostumbras.
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44 años, 6 meses, 23 días Viernes,
3 de mayo de 1968
“La piel envejece”.
Esta anodina frase ha dado en el blanco. Es un viejo pellejo, decía mamá hablando de la gente que no le
gustaba (pero ¿quién le gustaba?). Viejo pellejo, vieja bruja, trasto viejo,
viejo verde, vejestorio, viejo chocho, gallina vieja, viejo fósil, viejo
baboso, puto viejo, vieja burra: las palabras, la lengua, las frases hechas
permiten entrever cierta dificultad para entrar en la vejez con el corazón
ligero. ¿Cuándo entramos en ella, por
lo demás? ¿En qué momento nos hacemos viejos?
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66 años, 10 meses, 24 días Lunes,
3 de septiembre de 1990
A este respecto,
observo que nada he dicho aquí sobre la cuestión de cómo con los años se ha
agotado nuestro deseo. La cuestión no es tanto saber desde cuándo no hacemos el
amor (curiosidad de revista), sino cómo nuestros cuerpos se las han arreglado
para pasar sin tropiezo de la cópula perpetua al mero goce de nuestra calidez.
[…]
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86 años, 2 meses, 28 días Jueves,
7 de enero de 2010
No he abierto este
diario desde la muerte de Grégorie. Por tanto, siete años. Mi cuerpo se me ha
vuelto tan indiferente como en mi tierna infancia, cuando la imitación de papá
me bastaba a guisa de encarnadura. Sus sorpresas ya no me asombran. Los pasos
que se acortan, los vértigos cuando me levanto, la rodilla que se bloquea, la
vena que palpita, la próstata cepillada de nuevo, la voz ronca, la operación de
catarata, los fosfenos que se añaden a los acúfenos, la yema de huevo seca en
la comisura de los labios, que cueste cada vez más ponerse los pantalones, que
olvide cerrarme la bragueta, las súbitas fatigas, la multiplicación de las
siestas, una rutina ya. Mi cuerpo y yo vivimos el fin de nuestro contrato como
coinquilinos indiferentes. Nadie se ocupa ya de la limpieza, y está bien así.
Sin embargo, los resultados de mis últimos análisis me susurran que ha llegado
el momento de tomar la pluma por última vez. Cuando se ha llevado durante toda
la vida el diario del propio cuerpo, no se rechaza una agonía.
[Traducción de Manuel Serrat Crespo]