La unión entre la
épica de las masas cibernéticas y la simulación de los gestos humanos dentro de
un entorno artificial se ha convertido en la clave de una propuesta que ha
propiciado algunos de los principales modelos de la épica visual del cine
espectáculo de la última década. Entre los años 2000 y 2010 los cuerpos cibernéticos
han sido los protagonistas de todas las películas más taquilleras.
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Las películas de
Michael Mann parecen ofrecernos la posibilidad de repensar la imagen figurativa
en el cine contemporáneo a partir del uso consciente de las posibilidades tecnológicas
del medio digital tanto como instrumento de rodaje como instrumento de
posproducción. Algunas escenas de acción rodadas por Michael Mann proponen
nuevos valores coreográficos en los que la intensidad de la captura de la luz
genera curiosas coreografías.
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[David] Lynch no
hace más que advertirnos de que el arte de lo virtual quizá se haya extinguido
antes de llegar a su madurez porque el ilusionismo tecnológico no es sino un
pozo sin fondo de inversiones millonarias. Lynch nos advierte de que la figura
del cineasta es en el siglo XXI la de un creador multimediático que recicla,
reelabora y recompone las imágenes con residuos o restos de lo real.
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El cine del presente
es un cine que redefine su relación con el tiempo porque las nuevas tecnologías
de la comunicación han cambiado la relación que los espectadores mantienen con
el fluir de dicho tiempo.
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Al principio de De
grote vakantie (2000), la voz del
cineasta Johan van der Keuken nos confiesa que le ha sido diagnosticado un
cáncer. Antes de que se extiendan los efectos de la enfermedad, Van der Keuken
decide realizar un último viaje acompañado de su mujer. La película es la
crónica de ese viaje por un mundo que es observado desde una pequeña
videocámara digital. El cineasta contempla los paisajes y las gentes con la
conciencia de que quizá sea la última vez. Reflexiona sobre el valor de la
imagen como testimonio de lo visible y sobre su poder para capturar el tiempo
que a él se le está acabando. Un plano de la salida del sol se convierte, bajo
la mirada de Van der Keuken, en un milagro. Es el certificado de que aún vive y
de que puede seguir filmando, conservando todo lo que está viendo.
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El uso progresivo de
la tecnología digital ha permitido la creación de muchos canales de exhibición
paralelos que han incrementado el uso doméstico del cine en el hogar. […] Del mismo modo, una película no es sólo
aquello que se ve en la penumbra de una sala, sino algo que está en el
ciberespacio, que se puede descargar por los sistemas de intercambio P2P, que
se proyecta en las galerías y los museos y que circula por todo tipo de
pantallas. La imagen proyectada parece vivir un cambio radical de sus sistemas
de difusión, cambio que ha permitido el surgimiento de múltiples modos de
repensar la relación entre el espectador y las imágenes.
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Hoy, mientras que la
creación y la lectura de imágenes de todo tipo viven un curioso proceso de
renovación, la exhibición cinematográfica atraviesa un marcado proceso de
crisis. Ir al cine ha dejado de ser un acontecimiento en unos sistemas en que
la presencia de la cultura en la esfera pública parece guiada sobre todo por la
creación de nuevos modos de relación social.
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El nuevo espectador
es básicamente un individuo solitario, instalado en su ámbito doméstico, cuya
obsesión básica no reside, como en los años dorados de la cinefilia, en verlo
todo, sino en poder tenerlo todo. Su herramienta básica es el ordenador, desde
el que puede explorar y buscar todo tipo de imágenes perdidas en el
ciberespacio, edificando su propia cultura individual.