Red State supone
el giro radical en la filmografía de Kevin Smith. Abandono de la comedia, de
los actores típicos de su cine, incluso de su manera de rodar. Era un cambio
necesario tras el fracaso de la comedia que hizo con Bruce Willis.
El cambio le ha sentado bien, en principio. Nos cuenta una
historia de fanáticos religiosos, una de esas sectas formadas por hombres,
mujeres y niños, todos ellos capaces de matar en pro de su fe. Con caras desconocidas en el reparto, pero
con tres actores de prestigio al frente: Michael Parks, John Goodman y Melissa Leo. Red State contiene varios géneros en sí
misma: a veces parece una comedia de adolescentes, luego pasa a una película
policiaca, una de tiros, incluso una próxima al horror.
El resultado no está mal, pero tampoco fascina. Tiene
momentos álgidos, de tensión, junto a otros más flojos o incluso aburridos (los
monólogos de Parks y Goodman se hacen pesados por su extensión). Lo más
destacable es su ritmo, y un guión lleno de giros nada previsibles.