Para quienes somos fieles lectores de Dan y John Fante,
esta autobiografía es una mina. Dan Fante alterna las páginas que hablan de su
espiral de locuras y adicciones (alcoholismo, intentos de suicidio, sexo con
putas y chaperos, drogas, peleas de bar, trabajos de poca monta, empleos de
taxista y vendedor comercial, afición a las armas…) con capítulos centrados
exclusivamente en la familia, y en especial en su padre, ese mítico John Fante
al que su hijo desmitifica y humaniza, no oculta sus errores y sus paranoias,
para terminar reconociendo su amor filial (y su ración de odio en tiempos
mozos).
Ambas biografías son, además, dos formas de enfocar la
vida: el Fante (padre) de los años 40 y 50 que forma una familia y se vende a
Hollywood para sobrevivir no tiene nada que ver con el Fante (hijo) de los años
60 y 70 que no sabe muy bien cuál es su camino y desperdicia sus días hasta que
encuentra la redención y la escritura como método para aliviar sus malestares.
Por si fuera poco, el libro está repleto de fotografías en blanco y negro de
los Fante. Para quienes amamos las novelas de John, esto es un festín, una
ventana a una intimidad que, al menos en España, no conocíamos (en Estados
Unidos existen biografías, estudios y correspondencia de John que aún no han sido
traducidos al castellano, y es de imaginar que contendrán imágenes del autor).
Una de las fotos muestra el tatuaje que Dan Fante lleva en uno de sus brazos,
que, en su visita a Madrid, nos enseñó mientras tomábamos algo en una cafetería
(él no probó el alcohol: ya está totalmente rehabilitado).
Os dejo con algunas notas de este libro, lo que en EE.UU.
suelen llamar una memoir:
Pese a los cambios,
mi relación con mi padre se basaba en el miedo y el temor reverencial, y fuimos
distanciándonos cada vez más. Yo lo idolatraba, pero empezaba a odiarlo.
Pasábamos cada vez menos tiempo juntos.
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Mi padre era artista
por los cuatro costados. Aparcó su pasión durante períodos largos pero nunca
renunció a ella. A lo largo de una vida de anonimato casi total, se aferró a su
don. La mayoría de sus novelas las escribió porque sí, no por la fama ni por el
reconocimiento. Escribía porque era escritor. Su ejemplo imperecedero hizo que
yo, su segundo hijo, un inútil, un tarado y un alcohólico, lo quisiera de todo
corazón.
**
-Silencio, por
favor. El escritor soy yo. Si lo que escribes es bueno, entonces la gente lo
leerá. Por eso existe algo llamado literatura. Un autor pone el corazón y las
entrañas en cada página. Para que lo sepas, una buena novela puede cambiar el
mundo. Tenlo presente antes de tomar la decisión de sentarte delante de una
máquina de escribir. Nunca pierdas el tiempo con algo en lo que tú no creas.
[John Fante, citado por Dan Fante]
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Lo que salvó mi vida
y me salvó a mí mismo, aparte de los doce pasos, ha sido mi propia escritura.
Descubrir que tengo algo que aportar a mi trabajo ha dotado a mi vida de un
sentido inextinguible y de una gran pasión. No escribo historias ingeniosas ni
invento relatos de usar y tirar que se presten a ser reciclados como argumentos
para la tele. Escribo sobre mí mismo. Mi motivo para escribir no es hacer que
cambies, sino hacerte saber que puedes cambiar. Yo escribo sobre vivir y morir,
sobre enamorarse y tirarlo todo a la basura… y luego sobrevivir a todo eso. Escribo
sobre la muerte y la locura. Escribo para que mi corazón sobreviva.
[Traducción de Federico Corriente]