A mí, de paso, me permitieron conocer al Secretario de Estado de Seguridad y permitieron que el Secretario de Estado de Seguridad me conociera con una toalla alrededor de la cintura. Hay veces que, como somos guardias y saben que no podemos quejarnos, nos meten en lugares imposibles. Sucios y tercermundistas. Cuando los mismos oficiales se dan cuenta de dónde meten a la tropa, intentan excusarse diciendo que la vida militar es, en su naturaleza, austera y espartana. En el momento en el que oímos esos comentarios, no nos queda otro remedio que utilizar cauces no oficiales para reclamar justicia.
Un compañero mandó unas fotos de las duchas del cuartel a la revista Interviú y aparecieron publicadas en un reportaje en el que se denunciaba la precariedad y la suciedad de nuestros vestuarios. Algunos compañeros comentaban que los presos de la cárcel se habrían negado a ducharse en instalaciones como las nuestras y habrían montado un motín de los gordos. Nosotros somos guardias. No nos podemos quejar. Ni mucho menos amotinarnos.