DE CANTOS TÓXICOS Y LA DEBILIDAD DEL GUERRERO
Tú que resistes en cada uno de mis días,
que embalsamaste nuestros recuerdos despreciándolos bajo la
almohada y pliegue de mis ojos.
Tú no te me desprendes,
de mí.
Con la palma de las manos abiertas, abro los costados del espacio que
nos separa.
Y aturdida, reconozco la excepción en la herida de un baobab que
sangra despacio,
que somos tú y yo.
Mis ojos abiertos son un goteo a cámara lenta.
Te sonrío a ti.
Aun a ti.
O es lo que creo.
De piedra como una estatua recién llegada,
templada en tu invierno y mi verano.
Haciéndome la dormida, tenso mis músculos, la cara, los dientes, los
muslos, los puños…
porque no te me desprendes,
de mí.
Si has de estar aquí,
besa mi cerebro y siémbralo de helechos, de flores blancas diminutas.
Y si no has de estar aquí,
no me hagas sangrar más.
**
S/T
Me he hecho un vestido con papel de arroz,
tiene huellas doradas vistas al trasluz.
Recién duchada lo disfruto pegado a la piel: absorbe mis pecas como
tu lengua.
…
y después nos enroscamos.