martes, enero 17, 2012

The Girl with the Dragon Tattoo (Los hombres que no amaban a las mujeres)


Ya he dicho por ahí que el cine de David Fincher me entusiasma, incluso aunque se trate de películas menores (La habitación del pánico) o denostadas por todo el mundo (Alien 3, por la que siento una especial debilidad: y siempre he sostenido que le da cien vueltas a la de James Cameron). La historia de Stieg Larsson no me interesaba lo más mínimo, hasta que le encargaron el proyecto a Fincher. Sí me interesó La voz y la furia, el libro de Larsson donde se recogen sus artículos y reportajes, casi todos de denuncia, y, por lo que veo, sus pesquisas periodísticas formaron el nudo de sus obsesiones, canalizado mediante la ficción en la trilogía Millenium: el maltrato a las mujeres, las violaciones, el resurgir del nazismo, las viejas huellas nacionasocialistas…

Con The Girl with the Dragon Tattoo (me parece ridículo el título español: Los hombres que no amaban a las mujeres...) ha construido una sólida película de seres "atrapados por su pasado" en la que todo funciona con la perfección del mecanismo de un reloj: el guión, la música, la fotografía, la planificación, el montaje… Pero, sobre todo, las interpretaciones. A un más que correcto y eficaz Daniel Craig se suma el gran hallazgo de Fincher (que, sí, ya aparecía en La red social, pero en un papel menos jugoso y secundario): Rooney Mara. La Lisbeth Salander que ella recrea se convertirá en un icono del cine como lo fue el Tyler Durden de Brad Pitt. Mara logra que comulguemos con un personaje en continua contradicción consigo mismo: una hacker agresiva y vulnerable, tierna y peligrosa, inteligente y retorcida… Fincher vuelve a demostrar por enésima vez su talento para reflejar ambientes turbios, malsanos, plenos de tensión: véanse las escenas que transcurren con el tipo que sustituye a su tutor o las secuencias en las que los personajes son “cazados”. Sólo un tipo como Fincher puede rodar de ese modo la última escena, esos planos que embargan de desolación al espectador. En su película se unifican las investigaciones a la antigua usanza (es decir, el pasado: las búsquedas del periodista) con las investigaciones propias de estos tiempos (Salander y sus rastreos por la red y su uso de las nuevas tecnologías). Lo dice Héctor G. Barnés en su magnífico análisis para Dirigido Por: Pocos directores en activo son capaces de hacer que sus películas latan al ritmo que imponen los cambios sociales como el autor de The Game. 

Sólo cabría reprocharle que, sin embargo, el resultado final no sea tan redondo como en Zodiac, que considero superior, y una de sus obras maestras (las otras serían Seven y El club de la lucha; y, un peldaño más abajo, La red social, The Game y El curioso caso de Benjamin Button). Tal vez porque, en Zodiac, el enemigo, el asesino, siempre era invisible, por así decirlo, y la obsesión consumía a sus personajes hasta un punto enfermizo. Pese a ello, ya estoy deseando que salga en dvd para comprármela.