martes, enero 31, 2012

J. Edgar


A estas alturas de su carrera, Clint Eastwood no se iba a conformar con elaborar un biopic al uso. Y su nueva película, J. Edgar, no lo es. Su retrato de J. Edgar Hoover, el primer director del FBI, pionero en algunas técnicas de rastreo e investigación, es cualquier cosa menos complaciente. Su Hoover es un hombre reprimido, dominado por su madre, homosexual, manipulador, mentiroso, retorcido, maquiavélico… Pero Leonardo DiCaprio construye con estos materiales un personaje tan complejo que logra que veamos su humanidad, aunque el espectador jamás pueda identificarse con un individuo tan negativo.  DiCaprio está fabuloso, como era de esperar. La dirección de Eastwood es, como siempre, sobria, clásica y magistral, con una fotografía que reduce los colores y envejece cada escena. Y hacia el final uno de los personajes aporta un dato que nos obliga a replantearnos cuanto hemos visto en las dos horas previas (pero no voy a desvelarlo).

Pese a esas virtudes, que no son pocas, J. Edgar carga con un par de lastres: el maquillaje de viejo del ayudante (y amor secreto) de DiCaprio resulta tan artificial que dicho personaje parece momificado y, además, contrasta con el fascinante y trabajado maquillaje de Hoover, lo cual, en conjunto, resta cierta credibilidad; y el guión contiene algunos elementos confusos, de tal manera que en un par de ocasiones el espectador no familiarizado con la historia de EE.UU. y sus mitos puede despistarse (por ejemplo: en cierta secuencia tardé en entender si estaban escuchando ilegalmente a Luther King o a JFK). Pese a ello, esta nueva obra de Eastwood perdura en tu cabeza y contiene ese ingrediente, ya apuntado, mediante el que la película, en realidad, consta de dos versiones: la que nos cuentan y la que ese personaje nos obliga a imaginar.     

Excodra. Lo real



En el número V de la revista digital y gratuita Excodra se puede leer uno de mis relatos incluidos en El hilo de la ficción, aquel que daba título al libro. Os recomiendo echar un vistazo a éste y a los números anteriores: Excodra merece la pena. Nº actual: aquí.

Cartas de la cárcel, de Louis-Ferdinand Céline


Tremendo, rabioso, visceral… Así se muestra Céline en ese volumen, que recoge las cartas que envió desde prisión a su mujer y a su abogado. En la primera mitad de cada misiva Céline se dirigía a su abogado; en la segunda mitad colaba las palabras destinadas a Lucette. Pero también se muestra como un hombre arruinado físicamente, un tipo vulnerable, jodido, resistiendo como puede a la reclusión, las dolencias, las enfermedades y, sobre todo, la incertidumbre. Unos extractos:

Sin embargo, insisto, naturalmente, siempre que sea necesario, en que en ningún momento, ni antes ni durante la guerra, fui otra cosa que un escritor en estado puro, por decirlo así, nunca periodista, nunca propagandista, nunca político, nunca militar. Francés, médico y escritor: eso es lo que fui y nada más. Ningún compromiso.
[…]
…me tildaban de anarquista desastroso y temible. Ésa era también la opinión en Berlín, ya que todos mis libros fueron prohibidos allí (incluidos los antisemitas) desde el advenimiento de Hitler.

**

¡Basta una sola palabra de mi estilo para hacer que me cuelguen! Soy un autor paradójico, burlesco, efervescente. En mí hay que transponerlo todo. ¡Yo no escribo para el Código Civil! Soy simplemente un poeta. En aquella época estaba provocando la polémica. No impedía a nadie responderme con la misma tinta y la misma violencia, ¡y no dejaron de hacerlo! Yo no obligaba a nadie a tomarme en serio ni a creerme.

**

Hay que luchar contra la desgracia con la misma rabia que ella hasta cansarla.


[Traducción de Carlos Manzano]

Próximamente: Viajes y otros viajes


De Antonio Tabucchi. En Anagrama.

Serie B

Ha aprendido a quitarse el chupete
pero le cuesta un triunfo volvérselo a poner

y gruñe desesperada
y no me deja seguir con el Serie B
de Karmelo C. Iribarren.
Me quedan una decena de poemas
para acabarlo.
Pongo unos dibujos animados en la tele,
se calma y
consigo al fin terminar el libro.
Ahora gruñe mi ego mermado

porque acabo de ver el camino
y soy incapaz
de encontrar la casilla de salida.



Jorge M. Molinero, Amplia victoria de los traseros

Cartel de The Cold Light of Day


Con Henry Cavill, Sigourney Weaver y Bruce Willis.

lunes, enero 30, 2012

No hay tiempo para libros (Nadie a salvo), de David González



flores *

…………en memoria nuestra

6 de agosto de 1945:
a las ocho y cuarto de la mañana,
hora japonesa:
un tremendo relámpago:
como una sábana de luz solar,
atravesó el cielo de hiroshima
en sentido este – oeste:
desde la ciudad hacia las colinas:

no se escuchó ninguna explosión:

luego: el crepúsculo:


¿por qué es ya de noche:

¿dónde están los demás:

mi marido está en esas cenizas:

de los 150 médicos de hiroshima:
…………75 habían muerto:

de las 1780 enfermeras de hiroshima:
…………1650 habían muerto:

de los 245000 habitantes de Hiroshima:
…………100000 habían muerto:


sobre la piel
de los cuerpos
de algunas mujeres: las formas
de las flores
estampadas en sus quimonos:


ayer, dijo un superviviente, mis zapatos
eran mi posesión más valiosa: hoy
no me importan: con un par tengo bastante:

lo sé, dijo otro: yo empecé a traer conmigo
mis libros, pero luego pensé:

no hay tiempo para libros:


la historia es hasta tal punto inhumana que no deja
escapatoria, ni siquiera para las lágrimas:
christine arnothy


________
* Este poema lo vi entre las páginas en prosa de Hiroshima, de John Hersey.

Citas. 135


Todo esto también es un atisbo de la mortalidad, porque no hay nada que nos haga pensar más en nuestra inminente extinción que el crecimiento de nuestros hijos, a quienes hay que hacer sitio, y que de hecho son el único indicio del matiz de una esperanza de inmortalidad.
Christopher Hitchens, Hitch-22

Próximamente: Col recalentada


De Irvine Welsh. En Anagrama.

Cartel de Twixt


Con Val Kilmer, Bruce Dern y Elle Fanning.

domingo, enero 29, 2012

Próximamente: Jagger


De Marc Spitz. En Alba Editorial.

julian key

a los 16
aprendí a hacer
el nudo de la corbata
rebobinando
una y otra vez
en una cinta vhs
….una escena
de richard gere
en el papel
de julian key
en american gigoló*:

sin embargo
ni sé:
ni supe nunca
hacer felices:
lo que se dice felices:
a ninguna de las mujeres
que dejaron sus vidas
en mi corazón:

y a fecha de hoy:
casi 46:
no sé ya
ni cómo se hace

el nudo de la corbata:

ya no hay caballos blancos
ni mujeres guapas en mi puerta:
georges jung



_______
* A film by Paul Schrader.

David González, No hay tiempo para libros (Nadie a salvo) 

Toda una vida, de Jan Zabrana


El escritor checo Jan Zabrana mantuvo durante gran parte de su vida un diario que alcanza las 1.100 páginas. Patrik Ourednik (de quien recomendé Europeana) hizo una especie de criba para quedarse con lo mejor y ofrecerlo en una edición a su cargo. Toda una vida se centra en los años 70 y es un compendio exquisito de sentencias, observaciones, aforismos y anécdotas. Algunas de esas notas:

Una persona es madura, entre otras cosas, cuando un buen día es capaz de asumir su fracaso, su derrota, la muerte de sus sueños, sus nadanadanada, aún en vida, aún en esta vida.

**

Uno seguramente deja de tener miedo a la muerte cuando mueren aquellos a los que quería más que a sí mismo.

**

A medida que envejezco empiezo a estar cada vez más indignado con la vida. Lo cual puede ser una buena preparación para la muerte. Estar cada vez más cabreado con la vida como tal, con la de uno mismo, con uno mismo, todo eso significa aprender a morir. Y aprender a morir, como decían los antiguos, es la verdadera tarea de un filósofo. Vaya, ni siquiera he tenido que estudiarlo en la universidad.

**

Incluso a la hora de la muerte se puede tener sensación de felicidad: ya no habrá que trabajar.


[Traducción de Fernando de Valenzuela Villaverde]

El texto no niega la evidencia...

El texto no niega la evidencia: vivimos enfrentados a las pantallas. Delante de una de ellas escribo este texto; delante de otra usted lo lee. La inmensa mayoría de nosotros trabaja frente a una pantalla de un ordenador personal, y pasamos entre dos y cuatro horas de nuestro tiempo de ocio frente a otra, la del televisor. Por no hablar de las pantallas de los cajeros automáticos, las pantallas de los expendedores de billetes de metro, de los escaparates en las avenidas, de los circuitos cerrados de los autobuses urbanos, de los bares, de los gimnasios, de las tiendas, las pantallas electrónicas de publicidad en grandes ciudades, así como las pequeñas pantallas o displays de nuestros teléfonos móviles, de nuestros lectores digitales, de nuestros iPods, de nuestras agendas Blackberry, de nuestros microondas y lavadoras, de nuestros videojuegos o deuvedés portátiles, de nuestras impresoras y un inacabable etcétera. Algunas urbes como Kioto, Nueva York, Buenos Aires, Shangai, Hong Kong o Londres dan la razón a Iain Chambers cuando describe a la ciudad como una “pantalla gigante”, apelando a su capacidad audiovisual, polimórfica, polisígnica, repleta de contenidos informativos o publicitarios destinados a los ojos. Somos lo que miramos, y miramos pantallas. Esto tiene numerosas consecuencias psicológicas, metafísicas, sociológicas, políticas y artísticas que examinamos en otro lugar, porque hoy no queremos hablar tanto de la influencia de las pantallas en nuestra vida como de su influencia en nuestra literatura y en nuestro modo de leer.


Vicente Luis Mora, El lectoespectador

sábado, enero 28, 2012

Próximamente: Una forma de vida


De Amélie Nothomb. En Anagrama.

Amplia victoria de los traseros, de Jorge M. Molinero



EL RUIDO

la nota de suicidio no llevado a efecto
la bandera de españa
en la mesa del telediario de intereconomía]
la banderilla rezagada en el arrastre de isleño
las flores muertas en el camerino de una diva
la lluvia ácida comprada por un magnate de texas
la melodía del espectador un sábado
la L atropellada en la Coruña
la nómina de 800 euros
la soga con aspecto de cinturón
encontrado en la 524 del Ritz Carlton]
el támpax en la suite de la noche de bodas
los hielos derretidos en un vaso de cubata
utilizado como cenicero]
el pasillo de poesía vacío en la biblioteca
la inmundicia en los pasillos de telecinco
los ríos derrochados mientras esperamos
que salga el agua caliente]
la mancha de grasa en la dieta de un obeso
la sala de espera en urgencias de pediatría
los blísters de cerveza en primerísima línea de playa
la borrasca en la exigua semana de vacaciones

el ruido al cerrar la puerta cuando te marchas a trabajar
el ruido del silencio cuando no estás
el ruido inaguantable de tu ausencia

Trailer de The Hunter


Con Willem Dafoe, Sam Neil y Frances O'Connor: link.

Banner de Shadow Dancer


Con Clive Owen y Gillian Anderson.

Vida de un idiota y otras confesiones, de Akutagawa Ryunosuke


Presten atención a Satori Ediciones y a su catálogo de títulos de autores y de temas japoneses. Con una esclarecedora introducción de Carlos Rubio, de casi 40 páginas, publicaron hace un par de meses uno de los mejores volúmenes de Ryunosuke Akutagawa (o viceversa), un libro que ya recomendaron mis colegas David González y Elías Gorostiaga, y que reúne siete relatos impecables, todos ellos marcadamente autobiográficos, y reveladores del estado mental y del agotamiento del autor, que se suicidó a los 35 años con una sobredosis de Veronal. Este libro es un paseo por los tormentos de Akutagawa; de muestra este botón:

Lo único que podía salvarme de aquel estado era dormir. No obstante, me di cuenta de que se me habían terminado todos los somníferos. Me resultaba absolutamente imposible soportar el sufrimiento sin dormir. Pero hice de tripas corazón, pedí un café y decidí ponerme a escribir con todas mis fuerzas. Dos páginas, cinco páginas, siete páginas, diez páginas…

El volumen empieza con “Las mandarinas”, uno de los relatos más breves y redondos. Reconstruye el día en que el autor toma un tren y lo ve todo gris y negro a su alrededor, ve la vida con un pesimismo profundo, hasta que el gesto de una adolescente lo ilumina por unos instantes. Poesía pura. Y prosigue con “Extractos de la agenda de Yasukichi” (sobre su experiencia como profesor de inglés), “Al borde del mar” (las conversaciones de dos amigos y sus visitas a la playa), “Registro de defunciones” (un repaso a los fallecimientos de sus padres y de una hermana a la que no llegó a conocer), “Engranajes” (escrito de forma fragmentaria, como si fueran varios esbozos dentro de un mismo relato, en estos textos Akutagawa acude a una boda y se aloja en un hotel, cuando ya sufría alucinaciones, episodios de angustia y padecimientos de cabeza y de estómago; durante esa estancia lee, deambula por cafés y escribe los relatos que enviará a las revistas), “Vida de un idiota” (esbozos cortos, numerados, en los que consigna algunos de los hechos más importantes de su vida, casi siempre sometidos a los trastornos y a las enfermedades) y culmina con “Nota enviada a un viejo amigo” (una de las escalofriantes notas que escribió justo antes de morir, y que se publicó póstumamente), de la que ofrezco un extracto: 

Lo primero que pensé fue cómo podría morir sin sufrimiento. El suicidio por ahorcamiento es el procedimiento más adecuado en este caso. Pero imaginarme la figura de mí mismo muriendo ahorcado me produjo una repugnancia estética. No me importa que me tachen de esteta. (Recuerdo que me desenamoré de repente de una mujer a la que había amado, y solo porque no tenía buena caligrafía.) Alcanzar mi objetivo a través de la muerte por ahogamiento, sabiendo yo nadar, me parece altamente improbable. Además, aunque por un casual lo consiguiera, el sufrimiento sería mucho mayor que el de morir ahorcado. Morir atropellado también, más que cualquier otro final, no podría evitar hacerme sentir una repugnancia estética. Con mis temblores de manos, morir haciendo uso de una pistola o de un cuchillo, implica una importante posibilidad de fracaso. Saltar desde un edificio, por razones obvias, es indudablemente también antiestético. Debido a estas circunstancias, decidí morir por sobredosis.


[Traducción de Yumika Matsumoto y Jordi Tordera]

Próximamente: Mejor que ficción


De Varios autores. Edición de Jorge Carrión. En Anagrama.

jueves, enero 26, 2012

Jim Jones. Prodigios y milagros de un predicador apocalíptico, de Varios Autores


Este pequeño libro, de primorosa edición, revisa los hechos reales acaecidos en los 70, cuando un predicador llamado Jim Jones logró fundar una secta a la que se sumaron cientos de personas. Jones prometía conducirlos a un paraíso en la selva, profetizaba el Apocalipsis y, mediante trucos y engaños, hizo creer a sus feligreses que era capaz de sanar a los enfermos: a los pacientes de cáncer, a los paralíticos, etcétera. A finales del 78 consiguió que unos 900 adeptos se inmolaran con él en un suicidio colectivo al que calificaba de “suicidio revolucionario”. La historia es para flipar, y se completa con numerosas fotografías y la transcripción de la cinta de los últimos momentos que vivieron Jones y sus acólitos, cuando discutían sobre la necesidad de palmar ingiriendo veneno.


[Traducción de Raquel Duato]

4. El pensamiento mágico en la mitad de la novela

Hacia la mitad de una novela se produce una especie de pensamiento mágico. Aclaremos antes que la mitad de la novela puede no hallarse en el centro geográfico real de la novela. Al decir “la mitad de la novela”, me refiero a cuando vas por esa página en la que dejas de formar parte de la casa y la familia y la pareja y de dedicarte a tus hijos y la compra del supermercado y la comida del perro y la lectura del correo; o sea, cuando no hay nada en el mundo salvo tu libro. Aun cuando tu mujer te diga que está acostándose con tu hermano, su cara es un enorme punto y coma, sus brazos son paréntesis, y tú te preguntas si “hurgar” es un verbo mejor que “escarbar”. Ese punto en la mitad de la novela es un estado de ánimo. Ocurren cosas extrañas. El tiempo se viene abajo. Te sientas a escribir a las nueve de la mañana, y en un abrir y cerrar de ojos están emitiendo el telediario de la noche y hay escritas cuatro mil nuevas palabras, más de las que escribirías en tres largos meses un año antes. Algo ha cambiado. Y no sólo en casa. Si sales a la calle, todo –y digo absolutamente todo– entra en tu novela como si tal cosa. Alguien en el autobús hace un comentario: sus palabras surgen directamente de tu novela. Abres el periódico, y sus artículos guardan relación directa con tu novela, del primero al último. Si tienes la suerte de que alguien esté esperando para publicar tu novela, ése es el momento en que llamas por teléfono, presa del pánico, e intentas adelantar la fecha de publicación porque no das crédito a la gran armonía que existe ahora entre el mundo y la novela, y si no se publica el martes que viene, tal vez pase el momento y tengas que suicidarte.

Zadie Smith, Cambiar de idea

miércoles, enero 25, 2012

Biblioteca Nacional, de Mario Crespo


A veces me da la sensación de vivir en otra dimensión –añade Pablo–, en una realidad paralela que es como una repetición de una vida anterior; todo lo que me ocurre lo he vivido ya, o lo ha vivido otro yo, es como si fuese un constante déjà vu.

**

En realidad, todo empezó cuando unos amigos le pidieron que colaborara con sus textos en una publicación local sobre cultura underground y nuevas formas comunicativas. El fanzine se distribuía por toda la ciudad de Zamora y los lectores habituales le hicieron saber que esperaban un artículo semanal con ansia. Eso le dio alas para seguir escribiendo y para profundizar en el mundo de la literatura. Cuando llegó a Madrid aumentó y mejoró sus lecturas y entró en contacto con algunos escritores marginales. Internet hizo el resto.

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El lugar se llama Bukowski Club. Es un pequeño bar sito en el madrileño barrio de Malasaña. Un local estrecho con la barra a un lado y el escenario al fondo. El público abarrota la oscura sala, pedir una cerveza resulta una tarea difícil. En el Bukowski se respira literatura en estado puro, literatura virgen, llena de entusiasmo y carente de modas y etiquetas. Los habituales del lugar son poetas y narradores del underground madrileño. Tras la barra se encuentra el escritor Carlos Salem. Pablo pensaba, antes de visitar el Bukowski por primera vez, que los escritores de cierto éxito, como Salem, no tenían necesidad de trabajar. “De la literatura viven cuatro”, le dijo Salem a Pablo cuando le preguntó qué hacía él sirviendo copas. Pablo intenta alcanzar las tablas del escenario para saludar a David González. Pero está rodeado de gente que le besa, le abraza y le adula. El recital sirve para presentar el último libro de González, una reedición de una de sus primeras obras, El demonio te coma las orejas

Theo Angelopoulos (1935 - 2012)


Creo que, de su filmografía, sólo vi una película (la magistral La mirada de Ulises, con Harvey Keitel). El director griego ha muerto, según cuentan en la prensa, en un accidente, "atropellado por la moto de un policía en Atenas".

Próximamente: Blade Runner: Una película


De William S. Burroughs. En Escalera.

Citas. 134


Hay que luchar contra la desgracia con la misma rabia que ella hasta cansarla.
Louis-Ferdinand Céline, Cartas de la cárcel

martes, enero 24, 2012

Los descendientes


Fidelísima adaptación de la novela que recomendé aquí la semana pasada, Los descendientes, sin embargo, contiene las señas de identidad del cine de Alexander Payne: hay algunas frases de su cosecha y, en general, el tono de la película es un poco más crudo que el del libro. Payne es el cineasta que siempre enseña las taras y debilidades del ser humano: tanto físicas (en sus películas jamás oculta los granos, las arrugas, los michelines, las mollas… véase, a ese respecto, el cruel plano en el que Robert Forster, con chanclas y calcetines, mil arrugas y un cabello ya ralo, se acerca a la cámara tras la noticia que acaba de darle el personaje de George Clooney: pocas veces hemos visto un retrato tan duro de la vejez y del dolor) como morales (sus criaturas suelen sufrir desde el principio hasta el final de la película; véase al propio Clooney, aquí en una de sus mejores interpretaciones, dando vida a un tipo que está jodido durante todo el metraje). Para redondear el reparto, incluye a secundarios familiares para el público (Judy Greer, Beau Bridges, Matthew Lillard) y, sobre todo, a dos grandes descubrimientos: Shailene Woodley y Amara Miller, que interpretan a sus hijas.

Payne, apoyándose en la novela homónima, ha logrado una de sus películas más perfectas, un retrato desolador de la familia, de la pérdida, del perdón y la infidelidad, de las necesidades de cada hombre por perpetuarse para que el legado de su descendencia jamás se pierda. Ya lo advierto: aunque no falta el humor, uno sale tocado de esta gran película, triste y a la vez necesaria. 

La muerte de Ivan Ilich, de Lev Tolstói


De este volumen doble me interesaba sólo La muerte de Ivan Ilich. La otra novela, Hadyi Murad, quizá la lea más adelante. En apenas 100 páginas Tolstói nos conduce con mano maestra por la vida y penurias de Ivan Ilich, un magistrado del Tribunal de Justicia que, en plena madurez, enferma de cáncer y muere. Las preguntas que Ivan se hace sobre el sufrimiento y la enfermedad, sobre el dolor y sobre si uno ha sabido vivir como anhelaba, son las mismas que todos nos hacemos, que se resumen en una: ¿por qué hemos de morir? Algunas anotaciones de esta maravillosa narración: 

¿Qué es lo que quieres? –fue el primer concepto claro que oyó, el primero capaz de traducirse en palabras–. ¿Qué es lo que quieres? ¿Qué es lo que quieres? –se repitió a sí mismo–. ¿Qué quiero? Quiero no sufrir. Vivir –se contestó.  

**

No puede ser. No puede ser que la vida sea tan absurda y mezquina. Porque si efectivamente es tan absurda y mezquina, ¿por qué habré de morir, y morir con tanto sufrimiento? Hay algo que no está bien.

**

En lugar de la muerte había luz.


[Traducción de Juan López-Morillas]

Una biografía de Samuel Beckett



La Uña Rota publicará pronto esta biografía de Anthony Cronin, Samuel Beckett: El último modernista. La esperamos con avidez.