miércoles, noviembre 30, 2011

El otro mundo, de Hilario J. Rodríguez


No sé cómo, regresé de Chicago convertido en escritor aunque allí no había escrito una sola línea además de las críticas de cine que comenzaron a encargarme Dirigido por, Imágenes de actualidad y Abc. Sólo recuerdo que me había ido a aquella ciudad para sobrevivir. Quizás haya dado en algunas ocasiones la excusa de que quería convertirme en escritor y, para conseguirlo, necesitaba ir a América; lo cierto es que me fui a Chicago porque mi vida en España había comenzado a resquebrajarse.

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Yo no sabía qué tipo de escritor era, ni siquiera sabía si de verdad era un escritor o simplemente alguien pretendiendo serlo. Comencé a escribir en serio el día que comprendí que jamás me sentiría a gusto en ningún sitio. Vivía en Extremadura, entre personas tan distintas a mí que ni yo las entendía ni ellas me entendían. Antes me había conformado con leer, pero eso ya no era suficiente. Mi única posibilidad era escribir y hacerlo bien, todo lo bien que pudiese. Eso aumentó el peso de mis responsabilidades, me hizo sentir más inseguro.

Próximamente: Que nadie se mueva


De Denis Johnson. En Mondadori.
Nota: el año pasado dimos noticia de la próxima publicación de esta novela de Denis Johnson, el autor de la extraordinaria Hijo de Jesús, entre otros libros. Y ya está aquí la cubierta. Con traducción de Javier Calvo.

martes, noviembre 29, 2011

Muerte y vida de Bobby Z, de Don Winslow


Dos de las novelas de Don Winslow publicadas en España tras la extraordinaria El poder del perro, a saber, El invierno de Frankie Machine y Muerte y vida de Bobby Z (tengo Salvajes aún pendiente de lectura), son menos ambiciosas, más modestas que su libro más célebre, pero igual de contundentes. En Bobby Z se aborda el tema del doble, como apunta Rodrigo Fresán en el prólogo: Tim Kearney debe suplantar a Bobby Zacharias y casi acabará creyendo que es él. Con una prosa afilada, que va al grano y abunda en diálogos, esta novela se devora en un par de sentadas y así comienza:

Así es como Tim Kearney consigue convertirse en el legendario Bobby Z.
Tim Kearney logra convertirse en Bobby Z afilando una placa de matrícula hasta dotarla del filo de una navaja y rajando con ella la garganta de un enorme Ángel del Infierno llamado Stinkdog, matándolo al instante y haciendo que un agente de la DEA llamado Ted Gruzsa se lleve una alegría al instante.
-Así será mucho más fácil convencerlo –dice Gruzsa cuando se entera, en referencia a Kearney, por supuesto, ya que, a esas alturas, ya no es posible convencer de nada a Stinkdog.


[Traducción de Eduardo G. Murillo]

Visitas de la culpa

No es un ladrón ni el hielo que se agrieta, pero me desvelan sus ruidos en el tejado.
Cuando anochece, una mujer camina sobre nuestros techos de cinc. Con pasos lentos, a veces acelerados por algún acceso de ira, recorre las cubiertas, y sus sonidos regulan mi vigilia. Para los habitantes de las casas contiguas, esos pasos tienen el ritmo sosegador del agua que choca contra un acantilado.
De día permanece silenciosa en un escondite. Como a los pájaros, le subimos restos de comida, y yo le echo migas de insomnio. Al alejarnos, vemos su sombra proyectada sobre los adoquines.
Desconocemos su rostro y su idioma, y los vecinos la llaman por el nombre de una amante perdida. Esperan su regreso nocturno con mayor esperanza que quienes ofrecen unas flores a los muertos más recordados.


Francisco Javier Irazoki, Los hombres intermitentes

lunes, noviembre 28, 2011

Purgatorio



Ayer estuvimos en el Matadero, viendo Purgatorio, la obra de Ariel Dorfman que protagonizan Viggo Mortensen y Carme Elías. Disfrutamos mucho. Los dos actores, a mi juicio inmensos, permanecen sobre el escenario, solos, sin intermedios y sin más compañía y atrezzo que una cama, una mesa y dos sillas, durante dos horas menos cuarto. Me parece un lujo poder ver a una estrella como Mortensen en los escenarios de Madrid, hablando en español (con acento argentino: algo que a algunas personas les ha sorprendido; a mí no, ya había escuchado muchas de sus entrevistas en España). A Viggo lo critican a menudo por sus acentos. No estoy de acuerdo. Se trata de un actor capaz de mudar no sólo el tono, sino la voz, de una película a otra, de una película a un escenario. Si no me creen, escuchen el acento sombrío que se curran en Un método peligroso. O las diferencias entre su Alatriste y su Aragorn. Me parecía increíble que el mismo tipo que la víspera había visto en el pellejo de Freud en la peli de Cronenberg fuera el mismo actor que tuvimos a menos de un metro de distancia (estábamos en primera fila, en la parte frontal del escenario). Parecía otra persona completamente distinta, con otra voz, otros rasgos, otros movimientos... Si eso no es un actorazo, no sé qué puede serlo. 



Próximamente: Miguel Gila, vida y obra de un genio


De Juan Carlos Ortega y Marc Lobato. En Libros del Silencio.
Un libro multidisciplinar que incluye una entrañable biografía, material inédito del humorista —poemas, obras de teatro, monólogos— y un CD con sus grandes éxitos. Con la colaboración especial de: Malena Gila, Josema Yuste, Juan Marsé, Luis del Olmo, Javier Cansado, Luis M.ª Ansón y Lluís Bassat. Y el prólogo de Forges.

El paraíso de las gallinas, de Dan Lungu



Mi reseña sobre esta novela (divertida y muy recomendable) apareció en el nº 7 del suplemento El Cuaderno. Así que, en este post, me limito a dejar un fragmento del libro:

Os parecerá increíble, o igual diréis que estoy majara, pero hasta pena me daba de no ser una gallina. Tenía la sensación de que me habría gustado estar en sus circustancias, de gallina. ¡A saber por qué! Lo mismo fue el café sobre el estómago vacío… Pero en ese momento habría dado lo que fuera para que me saliera el plumón primero y las plumas luego, para acurrucarme al calorcito de la gallina clueca, para picotear, en mi pequeñez, la harina salpicada de agua, para que alguien cuidara de mí como una gallina clueca, para refugiarme cuando tronara, corre que te corre, bajo un ala de verdad, lejos de todo. Me habría encantado echarme una cabezadita con el pico entre las plumas, que todo y todos me la trajeran floja, que nadie me diera la tabarra y que no me hiciera falta la maldita pensión. Dejar de pagar el teléfono, la luz, el gas, el agua y el cable. Dejar de ir a votar. No exaltarme con las noticias. ¿Pero es que no veis lo maravillosa que es la vida de las gallinas?


[Traducción de Francisco José Marina Bravo]

El Cuaderno








Ayer empezó mi colaboración con el nuevo suplemento de La Voz de Asturias: El Cuaderno. Se trata de un suplemento cultural en el que predominan firmas de prestigio entre las que me siento honrado de estar. Mis colaboraciones serán esporádicas; calculo que habrá una o dos al mes. De arriba abajo, todas las portadas que han salido hasta ahora. El de ayer fue el nº 7, que incluye mi reseña sobre la novela El paraíso de las gallinas (del escritor rumano Dan Lungu). De momento, sólo se puede leer en papel (bajo estas líneas, una captura de mi texto). Y, de momento, El Cuaderno cuenta con perfil en Facebook y en Twitter. Desde aquí, mi agradecimiento al equipo, y especialmente a Jaime Priede.

domingo, noviembre 27, 2011

Un método peligroso


La primera sensación que tuve, justo en los créditos finales de Un método peligroso, y a pesar de las solventes interpretaciones del trío de protagonistas y de la sobria dirección de David Cronenberg (uno de mis directores favoritos), fue que me había sabido a poco. Que faltaba algo. Que el filme no era tan contundente como yo esperaba.

En las horas sucesivas, en cambio, estuve dándole vueltas a la película, desmenuzando sus hilos narrativos, analizando la precisión de su mecanismo interno. Y llegué a la conclusión de que, en realidad, es uno de los trabajos más personales y arriesgados del director canadiense. En Un método peligroso todo está bien medido, todo es contención, empezando por los actores; los enormes Viggo Mortensen y Michael Fassbender aportan la frialdad analítica y la moderación expresiva que requieren sus personajes, Freud y Jung, respectivamente; el calor y la pasión los aporta Keira Knightley, especialmente al principio, con su personaje “distorsionado” por la histeria. Se trata de una película que esconde más de lo que muestra, que sugiere en vez de enseñar, que sienta las bases de la ruptura entre aquellas dos mentes del psicoanálisis, que anuncia lo que vendrá (la sangre, la catástrofe, los totalitarismos y las guerras mundiales) mediante sueños y premoniciones y una tensión latente en los modos de ser de sus protagonistas. Algún crítico ha hablado, con acierto, de la teoría del iceberg de Hemingway.

D. C. ha construido un filme de tono teatral (no olvidemos que una de sus fuentes es la obra dramática de Christopher Hampton), contenido y preciso, con dos de los más grandes actores de nuestro tiempo y una actriz que demuestra que, bien dirigida, sabe dominar a su personaje. Los sueños, las pasiones reprimidas, lo prohibido, la culpa, el castigo, la locura y sus límites… Todos ellos son temas que Cronenberg ya había tratado, y que vuelve a tratar aquí de forma sutilísima. A pesar de sus logros, Un método peligroso me parece inferior a Una historia de violencia y Promesas del este. Pero, haga lo que haga David Cronenberg, siempre despide maestría y toques siniestros.     


Los hombres de mi almohada, de Noelia Jiménez


La apoteosis del iNovio llega cuando te regala el iPad. “¡Por Steve Jobs y todos los santos! –piensas–, ¡qué pedazo de novio tengo! ¿Cómo se ha podido gastar esta pasta en mí?, y le besuqueas mientras, entre beso y beso, veneras la pantallas sin tocarla demasiado, no vaya a ser que tus huellas dactilares mancillen pronto la virginidad inmaculada de ese oscuro objeto de deseo.
Pasada la euforia inicial de los dedos que van y vienen, haciendo moverse el mundo a su antojo –al menos el escaso trocito de mundo que cabe en las 9,7 pulgadas que pugnan por ser una ventana con vistas al universo–, vuelves a los cariñitos, a los besitos en el cuello, a la mano sobre su espalda, a las travesuras por debajo de su pantalón… y al desencanto de escuchar eso de “Va, cari…, que estoy trabajando”, mientras sospechas que la erección que intuyes bajo su vientre no es producto de tus provocaciones, sino de que ha encontrado en el foro de macqueros un nuevo gadget que llevarse al iPhone. “¿Por qué no coges el iPad un ratito? ¿Has probado ya todas las aplicaciones que recomendaban en esa revista que te compré?” Y todo sin despegar los ojos de la pantalla de su MacBook Pro, claro.
Con razón el simbolito de Jobs es una manzana. Si la pruebas te envenenas. Y lo peor es que ellos han empezado a enarbolarla como forma de darle la vuelta a la tortilla. Nos la dan a probar para expulsarnos de su paraíso. Como si, no sé cuántos siglos después, Adán quisiera reescribir la Biblia y hubiera encontrado el pecado perfecto para convertir a Eva en penitente perpetua: una manzana que cambia la piel rojiza y brillante por formas tan irresistibles y fondos tan resistentes que no hay manera de decirles no.
Y nosotras, encantadas como estamos de que por una vez en la vida la tecnología se convierta en moda y deje de ser solo un revoltijo de cables para friquis, ni siquiera nos damos cuenta de que la manzana ya está mordida. ¡Ilusas!


sábado, noviembre 26, 2011

El club de los parricidas, de Ambrose Bierce



Nueva edición de este clásico que agrupa cinco cuentos (“Aceite de perro”, “Un incendio imperfecto”, “Mi asesinato preferido”, “Una tumba sin fondo” y “El hipnotizador”) de Ambrose Bierce, con traducción y prólogo de Jesús Aguado e ilustraciones de Pablo López Miñarro. Yo no lo había leído hasta ahora. Pero os lo recomiendo con entusiasmo: no imaginaba que la mente de Bierce (un escritor al que he leído poco) fuera tan macabra y tan retorcida. En este sentido, son ejemplares los inicios de los relatos.

“Aceite de perro”, por ejemplo, empieza así: Me llamo Boffer Bings. Nací de padres honestos que ejercían dos de los oficios más humildes: mi padre era fabricante de aceite de perro y mi madre se encargaba de los bebés no deseados en una pequeña habitación adyacente a la iglesia del pueblo.

“Un incendio imperfecto” arranca de este modo: Una mañana de primeros de junio de 1872 asesiné a mi padre, un acto que, en aquel tiempo, dejó una honda impresión en mí.

“Mi asesinato preferido” empieza así: Después de asesinar a mi madre de manera especialmente horrible, fui arrestado y llevado a un juicio que se prolongaría durante siete años.


[Traducción de Jesús Aguado]



LcL: La rebelión de los insectos


En Literaturas Com Libros ya está disponible esta novela de Miguel Baquero. Pedidos: aquí.

viernes, noviembre 25, 2011

Los hombres intermitentes, de Francisco Javier Irazoki



PALABRA DE ÁRBOL

No conocí al que murió en el vientre de mi madre. La abuela lo recogió, dijo que era grande como un guía y lo puso en el hoyo que el padre había cavado entre las raíces de mi higuera preferida.
Yo pasaba tardes enteras bajo el gris áspero de las hojas del árbol, esperando que naciesen los higos. Cogía al fin el fruto blando y tocaba su piel negra que después deshacía en tiras. Cada hilo era una puerta para adentrarme en mi hermano muerto y lo paladeaba al ritmo lento de un viajero antiguo. Luego rompía con los dientes las semillas menudas del interior. Ellas contenían palabras, voces que subieron por la savia de la higuera.
Los otros niños crecieron descubriendo aventuras. Para mí, crecer fue sentir el paso del tiempo al escuchar los mensajes que un muerto me enviaba desde sus frutos.
Alguien quiso una ceremonia devota en aquel lugar. De la cartera de mi ojo derecho saqué una lágrima inmóvil. Una lágrima petrificada que se transformó en blasfemia de fuego cuando la deposité en la escudilla situada a los pies de los ídolos.

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LOS HOMBRES INTERMITENTES

Amé, fui rechazado y desaparecí.
Me abandonó una mujer que, conforme se despedía, borraba mi cuerpo. Su ausencia me volvió invisible. Acudí al trabajo, donde hice las tareas de costumbre, pero nadie pudo notar mi presencia; entré sin ser visto en los lugares concurridos de siempre. Ningún familiar o conocido sufriría por perderme, porque también mi pasado se evaporó en sus recuerdos. Encontraron mi imagen en los álbumes y sólo distinguieron un fondo de vegetación indefinida. Los amigos se acercaron a mí como si atendieran a un bloque de aire.
Mi sufrimiento se apretó en una ráfaga con que tocaba a quienes me habían acompañado antes del eclipse. La soledad era pasar por debajo de aquellas ropas.
Años más tarde, quise a otra mujer. Ella retuvo el soplo del que surgieron dos brazos y piernas, unos labios pegados a los suyos. Saqué mis zapatos escondidos detrás de los arbustos, y regresé despacio a las fotografías. Y, cordiales, todos nos miramos envejecidos con naturalidad.

Próximamente: Bolaño traducido: Nueva literatura mundial


De Wilfrido H. Corral. En Ediciones Escalera.
Sinopsis: En Bolaño traducido se consubstancian El Maestro chileno, la crema de la crema (alguna cortada) de la interpretación y práctica de la «nueva» literatura mundial, influencias relegadas, la comercialización editorial, el papel de traductores y bestsellers, sentencias de varios nuevos narradores iberoamericanos y lectores y críticos obtusos, las nuevas tecnologías, Ciudad Juárez, detalles personales, y en particular el insólito y desconocido mundillo de las reseñas anglosajonas de cada libro traducido del apóstata que se hizo querer de todos. Con Casanova, Benjamin, Kermode, novelistas mundiales como Borges, Vargas Llosa y John Banville, más Patti Smith y alguna estrella interpretativa, Corral se involucra tan exhaustivamente con su materia y sus avatares iberoamericanos que clasificar y juzgar ceden a una franqueza analítica y a un deslumbrante apego a las majestuosas obras de Bolaño. Así precisa los ángulos, distancia, tiempo y espacio necesarios para al fin tener una visión justa y necesaria del mítico autor de 2666 y Entre paréntesis, cuya historia vital no se ha contado.

jueves, noviembre 24, 2011

El callejón de las almas perdidas, de William Lindsay Gresham



No conocía a W. L. Gresham y su vida resulta interesantísima: fue cantante folk, estuvo de médico en la guerra civil española (en el bando republicano), a su vuelta lo ingresaron en una clínica para tuberculosos, estuvo alcoholizado durante un tiempo, su segunda mujer lo abandonó para irse con C. S. Lewis (recordemos Una pena en observación y Tierras de penumbra, libro y película que cuentan la enfermedad de la poeta Joy Graham), dio bandazos de un lado a otro hasta suicidarse en un hotel, a los 53 años... Más, aquí.

El callejón de las almas perdidas, que fue adaptada al cine, nos cuenta la historia de Stan Carlisle, un muchacho que empieza trabajando en una feria de freaks y, dada su ambición, pasa a convertirse en falso mentalista y, más adelante, en falso predicador con dotes de médium, y así es capaz de estafar a un montón de crédulos por todo Estados Unidos. La novela está precedida por un prólogo del gran Nick Tosches (poco traducido en España: sólo han publicado Trinidades y El manuscrito de Dante, ésta última recomendada en este blog). De alguna manera, Gresham combina la novela negra con el género cinematográfico que trata de los circos y las ferias ambulantes. Lo que más me ha sorprendido es su valentía, su lenguaje crudo, su manera de tocar temas que, para el año en que fue escrita, 1946, supongo que constituirían un escándalo: freaks, alusiones al incesto, pasajes sexuales, protagonistas que a veces utilizan un lenguaje soez… Por cierto: atentos al final y al modo en que el autor logra que conecte con el principio. Un extracto:   

“Las preguntas formuladas siguen una pauta recurrente. Por cada pregunta insólita habrá cincuenta que habrás oído antes. La naturaleza humana es siempre la misma. Todos tienen los mismos problemas. Están preocupados. Se puede controlar a cualquiera averiguando de qué tiene miedo. Funciona con el número de las preguntas y respuestas. Imagina las cosas que le dan miedo a casi todo el mundo y acertarás de pleno. Salud, Riqueza, Amor. Y Viajar y Tener Éxito. Todos temen la enfermedad, la pobreza, el aburrimiento y el fracaso. El miedo es la clave de la naturaleza humana. Tienen miedo…”
Stan apartó la mirada de las páginas y la dirigió al chillón papel pintado, y a través de este al mundo. El monstruo estaba hecho de miedo. Tenía miedo de estar sobrio y de que le entrara la tiritona. Pero ¿qué lo había convertido en un borracho? El miedo. Averigua de qué tienen miedo y haz que paguen por ello. Esa es la clave. ¡La clave! Lo supo cuando Clean Hoately le dijo de qué estaban hechos los monstruos. Y ahí estaba Pete diciendo lo mismo.


[Traducción de Damià Alou]

Esta tarde, en Madrid


Presentación de Moro, de Daniel Ruiz García. 
Junto a Miriam Márquez y Fernando Royuela. 
En La Central. A las 19:30 horas.

Próximamente: ¡Despidan a esos desgraciados!


De Jack Green. Con prólogo de José Luis Amores. En Alpha Decay.

miércoles, noviembre 23, 2011

Hoy, en Madrid


Esta noche soy el invitado en las lecturas de narrativa que organiza Carlos Salem en Diablos Azules. Leeré fragmentos de Vivir y morir en Lavapiés. A las 21:00 horas.

Antes, a las 19:30 horas, en Fnac Castellana, mi amiga Noelia Jiménez presentará su libro Los hombres de mi almohada (Eutelequia).

Submarino, de Joe Dunthorne



Me he enterado asimismo de que mis padres llevan dos meses sin mantener relaciones sexuales. Controlo sus momentos íntimos por medio del regulador de intensidad de luz de su habitación. Sé cuándo lo han hecho porque a la mañana siguiente el interruptor está todavía situado en la mitad de su recorrido.
Descubrí también que mi padre sufre episodios de depresión: en la papelera de mimbre que hay debajo de su mesita de noche encontré un frasco vacío de antidepresivos tricíclicos. La depresión te ataca por asaltos. Como un combate de boxeo. Mi padre está en el rincón de la tristeza.
Si quiero determinar el inicio de un episodio de depresión de mi padre no me queda otro remedio que recurrir a toda mi intuición. Hay dos señales. Una: lo oigo vaciar el lavavajillas desde mi estudio, que está en la buhardilla. Dos: cuando escribe, presiona el bolígrafo con tanta fuerza que, desde un determinado ángulo, es posible ver sus notas de dos o tres días marcadas en la superficie del mantel de plástico que se limpia tan fácilmente y que utilizamos para cubrir la mesa.


[Traducción de Isabel Murillo]

Intuición del frío


No es el de la niñez,
aquellas mañanas de diciembre,
a lo largo del río,
hacia el colegio,

ni se trata tampoco de aquel otro
que te sorprendería
años después
más de una madrugada
dando tumbos.

No, este es distinto, este
da miedo:
…………..viene
del futuro.


Karmelo C. Iribarren, Otra ciudad, otra vida

martes, noviembre 22, 2011

Cambiar de idea, de Zadie Smith


Mi intención era leer despacio, poco a poco, este libro de ensayos reunidos y ocasionales (ése es el subtítulo en inglés: Ensayos ocasionales). No pude hacerlo: devoré sus páginas como si se tratara de una novela. Vaya por delante que no soy lector de Zadie Smith: de momento no conozco sus novelas, aunque siento devoción por su trabajo de antóloga y compiladora en Generación quemada y El libro de los otros. ¿Qué es lo que esconde este volumen para que no haya podido espaciar su lectura? Veamos:

Uno. Temas actuales, que me interesan, que me parecen esenciales: el cine, la literatura, la familia. El libro está estructurado en varias partes, con estos títulos: LEER, SER, VER, SENTIR, RECORDAR. Dentro de esos temas, Zadie Smith analiza las desiguales perspectivas sobre escritura y lectura de Barthes y Nabokov, nos habla de E. M. Forster, de Middlemarch, de Kafka como hombre corriente, establece una comparativa entre Netherland (de Joseph O’Neill, que no he leído) y Residuos (de Tom McCarthy, que me entusiasmó), nos contagia su entusiasmo por Bellisima y por Katharine Hepburn, dedica algunas páginas a su padre ya fallecido y concluye con un largo ensayo sobre Entrevistas breves con hombres repulsivos de David Foster Wallace (que es su escritor contemporáneo favorito). Pero tampoco faltan sus críticas de cine, donde reparte flores y palos por igual: fue crítica durante una única temporada, en 2006, y uno celebra su perspicacia hablando de Syriana, Munich, Shopgirl, Capote, Grizzly Man o En la cuerda floja (la de Joaquin Phoenix, no la de Clint Eastwood).

Dos. Una prosa a la que se puede calificar de precisa, que sintoniza con la lucidez de su autora, una de las mentes más ágiles del panorama británico contemporáneo.

Tres. Sarcasmo. Quizá, aparte de su precisión con el lenguaje, sea éste el rasgo que destacaría de Smith. Ese sarcasmo, esos dardos que a veces lanza a políticos, a actrices o a escritores reportan aire fresco: Zadie nos hace sonreír y nos obliga a proseguir la lectura. Son esas pullas las que le confieren un tono ácido al libro.

Algunos ensayos gustarán más o menos, dependiendo de los gustos de cada uno o de sus lecturas, pero es evidente que el titulado “Esa sensación de oficio”, en el que habla de correcciones, galeradas y otros incordios del escritor, es una joya. Abajo, algunos fragmentos recogidos de aquí y de allá:

Escribir una novela es ganarse la confianza de otro mediante el engaño. La primera persona cuya confianza uno tiene que ganarse es uno mismo.

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“¡Dios mío, que distinto era!” Creo que muchos escritores piensan lo mismo, de un libro al siguiente. Una nueva novela, iniciada con esperanza y entusiasmo, pronto se vuelve extraña y es motivo de bochorno para el autor. Al acabar cada libro, deseas que llegue el momento de odiarlo (y nunca tienes que esperar mucho tiempo); surge una confianza extraña, inversa, al sentirse uno destruido, porque si está destruido, si tiene que volver a empezar, significa que tiene espacio ante sí, un lugar adonde ir. Pensad en la revelación que Shakespeare puso en boca del rey Juan: “¡Ahora que mi alma se ha hecho sitio a empujones!” Desde el punto de vista de la narrativa, la pesadilla es perder el deseo de moverse.

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Cuando acabéis vuestra novela, si el dinero no es una prioridad desesperada, si no necesitáis venderla de inmediato o publicarla en ese mismo instante, guardadla en un cajón. Durante el máximo tiempo posible. Lo ideal es un año o más, pero incluso tres meses bastan. Apartaos del vehículo. El secreto para corregir vuestra obra es sencillo: tenéis que convertiros en su lector en lugar de su escritor.

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Las galeradas son la tierra baldía donde muere el sueño de nuestra novela y se impone la cruda realidad.

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A veces califican a Steven Spielberg en tono condescendiente de “cineasta de familia”, como si la familia no fuera uno de los aspectos más profundos de nuestra experiencia.


[Traducción de Isabel Ferrer]

El gran Gatsby: fotos


 Con Leonardo DiCaprio, Carey Mulligan, Tobey Maguire y Joel Edgerton.

Cartel de Newlyweds


Lo nuevo de Edward Burns.