lunes, julio 18, 2011

Punto de fuga, de David Markson


Descubrí a este autor (fallecido el año pasado) gracias a Luis Ingelmo. Hace un par de meses me enseñó la edición en inglés de este libro. Me habló maravillas de él y lo estuve buscando para leerlo en ese idioma. La semana pasada, vía Twitter, me enteré de que existía una traducción: la publicó la editorial mexicana Verdehalago, que ofrece un volumen barato y en bolsillo. Una edición asequible, por tanto. Aunque el precio sube un poco al ser de importación.

Punto de fuga es un compendio de breves notas sobre hechos reales de escritores, músicos, poetas y filósofos. Nos habla de lo que dijo éste y de lo que dijo aquel; nos ilustra con anécdotas poco conocidas; nos da fechas y nombres. Es (casi) una enciclopedia de la cita. Pero no de la cita que se encuentra en esos diccionarios que siempre tienen a mano algunos columnistas. Su lectura engancha, es adictiva. David Foster Wallace dijo que este autor era un genio. En España también existe una edición de su novela La amante de Wittgenstein, que acabo de encargar. Ojalá traduzcan aquí todos sus libros. Os dejo con algunas de las anotaciones de Markson:

Donde quemen libros, terminarán quemando personas. Dijo Heine.
En 1821.

Whitman nunca vio Europa.
Wallace Stevens tampoco.

Eurípides murió en Macedonia. Posteriormente Atenas envió emisarios a pedir que sus restos fueran enviados de vuelta a su patria para su entierro.
Macedonia se negó, eligió conservar ese honor.

Es curioso que Jesús nunca condenara la esclavitud; pese a mencionarla más de una vez.

Por años, Vachel Lindsay vendió su poesía en las esquinas de las calles. La primera vez que lo hizo, en Nueva York, en 1905, ganó trece centavos.
Y estaba emocionadísimo.

Plutarco leía incesantemente: mientras comía, mientras se cortaba el cabello, mientras se rasuraba e incluso cuando montaba a caballo.

Lermontov. Debe su fama a un poema en el que condena a muerte, en un duelo, a Pushkin.
Y quien murió cuatro años después en un duelo.

El saldo bancario de Billie Holiday a su muerte era, en total, de setenta centavos.
Sin embargo, los encargados del hospital encontraron 750 centavos pegados a su pierna.

Cuando un hombre estúpido hace referencia a lo que ha dicho un hombre inteligente, no hay que tomarlo como cierto; porque inconscientemente interpreta lo que escucha, para poder entenderlo.
Dijo Russell.


[Traducción de Verónica Martínez Lira y Adriana Rieta Lira. Revisión de Silvia Ojeda Cabello y Lizbeth Zavala Mondragón]