ACTO DE CONTRICIÓN
A P.
Una sonata de Debussy te trae hasta mí,
¿Tantos años ya?
Reconstruyo, minuciosamente,
aquella noche más allá de Orion
en la que compramos a Cervero con una botella de chianti,
dejamos nuestro orgullo a buen recaudo
en la consigna de una estación cualquiera,
y alquilamos una habitación en el motel de Nunca Jamás.
Entre un abrazo y otro,
con los restos de conciencia que me dejaban tus besos,
me preguntaba qué demonios hacía yo
con una criatura del quattrocento entre mis brazos.
Por una maldita vez en toda mi vida,
era yo quien ocupaba un lugar privilegiado
en el jardín de las delicias.
Siempre que me ocurre algo bueno en la vida
espero un castigo severo al día siguiente.
Quizás por eso no volvimos a vernos desnudos,
y quizás, también por eso,
camino constantemente a solas por las calles,
dando tumbos,
esperando encontrarme
con algún tipo de absolución a la vuelta de la esquina.
Decían de Sawa que jamás un hombre tan hecho para el placer
soportó tanto dolor.
Debí de leerlo a destiempo, y creérmelo.
Confieso ante la madre literatura que solamente creo en dios
(cuando tengo miedo de verme en el espejo)
como un padre rígido y terrible
que me ajustará las cuentas llegado el momento.
Por eso me costó tanto abandonarme a tu risa,
es por eso que tu tentación se hizo gigante, insostenible,
algo inabarcable que no pude soportar,
pensando en ti, volviéndote a sentir en mi cadera,
empecé a comprender la idea del infinito.
Si alguna vez vuelvo a encontrarme con la felicidad absoluta
espero no reconocerla.
Prefiero arrastrarme por el fango a mi manera
y desde allí elevar la vista a las alturas,
hasta ese lugar en el tiempo
en que las estatuas desandan su camino,
se hacen carne tersa y cálida,
y consiguen que la mano del escultor,
por una noche, reniegue de la piedra.