Los libros de Richard Brautigan siempre producen estupor. Y fascinación. En azúcar de sandía es, por lo que parece, su novela más disparatada. Es surrealista, a veces uno no entiende qué le está contando el narrador ni por qué lo hace, pero su prosa es tan adictiva que uno no puede abandonar su lectura. Es un fenómeno extraño. Si Un general confederado de Big Sur o La pesca de la trucha en América hacían reír al lector, esta narración contiene un humor quizá más fino y, sí, más absurdo. No se puede explicar. Conviene leerlo y dejarse llevar por ese estilo, pleno de fantasías y disparates, con el que nos cuenta la historia de una especie de comuna donde se dan la mano lo imposible y lo irracional. Uno de los fragmentos menos locos del libro:
Literatura
-Bueno, tengo que volver al trabajo –dijo Fred–. La prensa me reclama. ¿Qué vas a hacer tú?
-Creo que me iré a escribir –contesté–. Trabajaré un rato en mi libro.
-Eso parece algo ambicioso –dijo Fred–. ¿Es un libro sobre las estaciones, como dijo el maestro?
-No, no es sobre las estaciones.
-Bien –dijo Fred–. No me gustaría leer un libro sobre las estaciones.
-¿Has leído algún libro? –pregunté.
-No –dijo Fred–. No he leído ninguno, pero no creo que quiera empezar leyendo uno sobre nubes.
[Traducción de Damià Alou]