He releído Menos que cero, la primera novela de Bret Easton Ellis, aprovechando la reedición de la misma en Mondadori y la publicación de su “secuela”, Suites imperiales. Clay, el narrador, es un tipo de 18 años que vuelve a Los Ángeles, a su mundo de niños pijos, mansiones de lujo, piscinas, drogas y fiestas salvajes. En Menos que cero, entre esnifadas y sexo sin prejuicios, obtenemos un retrato de la vida de los ricos en los años 80, dominada por el nihilismo. Clay y sus colegas, Blair, Julian, Rip, Trent…, ni siquiera saben lo que buscan. O, para ser exactos, no buscan nada. Viven al día sin preocuparse de las consecuencias de sus actos, que consisten en hacer daño a terceros, o en violar a alguien, o en romper corazones… La frialdad de Clay resulta estremecedora: No hay nada que me haga feliz. No hay nada que me guste, llega a confesar en un pasaje del libro. Añadiendo más tarde: Es menos doloroso si no te importa nada. En la novela, los personajes están a medio hacer, son muy jóvenes y nadie imagina qué les deparará el futuro. El lector cree que morirán de sobredosis en cuanto concluya la lectura. Quizá el diálogo que mejor defina la historia y por ende a los personajes sea éste:
-¿Adónde vamos? –pregunté.
-No lo sé –dijo–. Simplemente damos una vuelta en coche.
-Pero esta carretera no lleva a ninguna parte –le dije.
-No importa.
-¿Y qué es lo que importa? –le pregunté al cabo de un rato.
-Sólo que estamos en ella, tío –dijo.
[Traducción de Mariano Antolín Rato]
*
En Suites imperiales nos reencontramos a esos mismos personajes, 25 años después. Milagrosamente, han sobrevivido a las turbulencias de su modo de vida. Son guionistas, productores, directores de cine, empresarios… La estructura y el argumento, en principio, son similares a la anterior: pasajes breves, el regreso temporal de Clay a Los Ángeles, su preocupación por Julian. Easton Ellis, sin embargo, nos sorprende introduciendo un elemento cervantino (es decir, mezclando realidad y ficción como en la 2ª parte de Don Quijote, en la que conviven el escritor y sus personajes): quien narra la historia es, de nuevo, Clay. Y Clay dice que el libro que alguien escribió sobre ellos (la novela Menos que cero) fue un éxito basado en sus vidas, y que los retrató casi a la perfección, y que el autor quiso colocar al propio Clay como narrador, pero Clay no escribió una línea. En Suites imperiales, nos advierte Clay, es él mismo quien cuenta la historia, y no un autor que imposta sus palabras. Y recuerda que hubo una película poco fiel y más bien mala que no gustó a mucha gente: también es cierto, la adaptación se tituló aquí Golpe al sueño americano y rozaba la moralina, todo lo contrario que la novela. Ahora Clay ha evolucionado (hay mucho de autobiográfico: Y el libro acaba siendo una especie de espejo más o menos deformante de lo que ocurre en mi vida mientras lo escribo, ha dicho Ellis a Rodrigo Fresán en una entrevista que recoge Abc). Ya no es tan nihilista y se enamora y desfasa un poco menos, pero el mundo al que vuelve contiene las mismas señas de identidad (snuff movies, alcohol, prostitución, actores y actrices que se acuestan con quien sea para obtener un papel…), y se amplía con el uso de las nuevas tecnologías (vídeos colgados en internet, iPods, blogs, móviles...) y la pregunta que se hará el lector a menudo es: ¿De verdad Clay ha cambiado, o todo es un espejismo? El siguiente diálogo refleja cómo se manejan muchos negocios en Hollywood, y cómo funcionan las cosas en la sociedad en la que vivimos:
-¿Qué quieres que te regale por Navidad? –pregunta.
-Esto. Tú –sonrío–. ¿Tú qué quieres?
-Quiero un papel en tu película. Ya lo sabes.
-¿Sí? –pregunto recorriéndole el muslo con una mano–. ¿En mi película? ¿Qué papel?
-El papel de Martina.
Me besa mientras desliza la mano hasta mi polla, la agarra, la suelta, la vuelve a agarrar.
-Voy a intentar que te lo den.
La pausa es involuntaria, pero al cabo de un segundo se recupera.
-¿Intentar?
[Traducción de Aurora Echevarría]