Lo sorprendente no es que, de niño, me tragara tantos bodrios de chinos; lo sorprendente es que, además, viera peliculones como Yol, que Yilmaz Güney dirigió dando instrucciones desde la cárcel. Tal vez no entendiera nada, pero me bastaba con ver desfilar las imágenes por la pantalla. Puede que esa sea la auténtica cinefilia.