Somos como bandidos y caníbales sin cabeza.
Como depredadores con el instinto en desajuste.
Todos somos capaces de hacer que las palabras
exhalen grandes aromas en cualquiera de las lenguas.
Todos somos capaces de obsequiar
refinados y amorosos manantiales de inquietud.
Mas no todos sabemos discernir
(si el amor es el tiempo) que el amor es el tiempo.
En medio de las tempestades y las imperfecciones
cuán penosa pero cuán honorable
es la tragedia que representamos:
pagar con nuestra alma de cebolla entre las manos
el fielato inexcusable al veleidoso tiempo.
Ezequías Blanco, Una ceja de asombro