Al regresar de una estancia de varias semanas en Sajonia, el 24 de septiembre de 1895 me dirigí desde Leipzig a Naumburg y visité a la Sra. del Pastor Nietzsche. Fui su invitado durante varias horas y volví a ver a su hijo. ¡Qué cambio tan horrible se había operado en Nietzsche! Durante aquella jornada pude verle por la mañana y de nuevo después del almuerzo. En ningún momento abandonó su butacón de enfermo. No me dirigió la palabra, tan sólo a ratos orientaba sus ojos hacia mí con la mirada quebrada y parcialmente hostil. Tuve la impresión de estar ante un animal moribundo y noble que se refugia en un rincón a esperar la muerte. Ignoro si llegó a reconocerme en algún momento y dudo mucho que fuera capaz de hablar, aunque no me atreví a despejar mis dudas preguntándole a su pobre madre. Ella misma no vivió más allá de abril de 1897.
[Traducción de Iván de los Ríos]