Tras Anagrama (Última salida para Brooklyn), Montesinos (El demonio) y Sajalín Editores (Réquiem por un sueño), es el turno de Ediciones Escalera de rescatar a uno de los autores más rotundos y rompedores de la narrativa norteamericana. Quien haya leído alguna de sus obras sabrá que Selby no hace concesiones, que sus novelas se leen con nudos en el estómago, que le aprieta las tuercas al lector hasta que éste siente que le han mordido en las entrañas. No se trata de un autor para el gran público, pero es un escritor necesario. Demoledor. En La habitación asistimos al llamado “flujo de conciencia” de un personaje encerrado en una celda, que salta de la primera persona del singular a la tercera, como ejemplo de su estado mental. Durante la narración, este personaje habla de problemas con la policía, de juicios, de torturas, de náuseas y de dolor… Especialmente crudo es el pasaje en que describe cómo dos polis violan a una chica. Y el último capítulo es una auténtica vomitona sobre la imposibilidad del hombre de ser feliz. Siempre habrá alguien que venga a joderte, nos dice el protagonista. Literatura extrema, la de Selby, de quien necesitamos traducción inmediata del resto de sus obras (la traducción de ésta, por cierto, de Daniel Ortiz, es certera y fluida y contiene la música del autor). Una muestra:
La misma mierda, una y otra vez. Ves, si no funciona de esta manera, ¿por qué no lo haces de esta otra? Es superior a ellos, ¿es que no pueden ocuparse de sus propios asuntos? Siempre encima, diciéndote lo que has de hacer y cómo, sin darte el menor respiro, esperando siempre el fallo para caerte encima y joderte. Todo lo que hagas a tu manera está siempre mal, la suya es la única forma correcta, la única posible. Siempre están ahí para decirte lo que tienes que hacer, para volverte loco y forzarte a cometer un error y a la primera de cambio zas, ya estás jodido. No hay escapatoria. No hay solución. Siempre se las arreglan para hacerte quedar como una mierda, para recordarte que eres un puto don nadie, para arruinarte la vida cada vez que se te ocurra nacer. No hay nada que no se trunque al final. Y uno siempre intentándolo e intentándolo hasta el infinito y nada, todo lo que toco se convierte en mierda, así que para qué seguir intentándolo, qué sentido tiene, si luego todo acaba mal. Siempre tendrás a alguien ahí colgado del cuello para decirte que no estás haciendo las cosas bien.
[Traducción de Daniel Ortiz Peñate]
La misma mierda, una y otra vez. Ves, si no funciona de esta manera, ¿por qué no lo haces de esta otra? Es superior a ellos, ¿es que no pueden ocuparse de sus propios asuntos? Siempre encima, diciéndote lo que has de hacer y cómo, sin darte el menor respiro, esperando siempre el fallo para caerte encima y joderte. Todo lo que hagas a tu manera está siempre mal, la suya es la única forma correcta, la única posible. Siempre están ahí para decirte lo que tienes que hacer, para volverte loco y forzarte a cometer un error y a la primera de cambio zas, ya estás jodido. No hay escapatoria. No hay solución. Siempre se las arreglan para hacerte quedar como una mierda, para recordarte que eres un puto don nadie, para arruinarte la vida cada vez que se te ocurra nacer. No hay nada que no se trunque al final. Y uno siempre intentándolo e intentándolo hasta el infinito y nada, todo lo que toco se convierte en mierda, así que para qué seguir intentándolo, qué sentido tiene, si luego todo acaba mal. Siempre tendrás a alguien ahí colgado del cuello para decirte que no estás haciendo las cosas bien.
[Traducción de Daniel Ortiz Peñate]