Una mañana te levantas y adviertes que estás hasta la polla de repetir ciertos gestos rutinarios (hacer la cama, lavarte los dientes, entrar en la ducha, poner el café…; escribir no cuenta, escribir siempre ayuda y consuela). Más tarde descubres que algunas personas han empezado a decepcionarte y, lo que es peor, que tú también decepcionas a otras. Quizá ese mismo día encuentres una cana nueva al mirarte en el espejo y luego repares en que llevas meses sin ver a los viejos amigos. Y lo que te propusiste hace un año no se ha cumplido, pero lo intentas. Y así vas envejeciendo.