Vivir la crónica de quien desde lejos te observa,
merodear en su terraza
repleta de granizo, días así para la angustia.
Vivir a solas su deterioro, mecerse
con su mimo.
El que se espanta y el que se enfrenta,
casi feliz, a la mala cara de la muerte.
Vivir como si despertarse no fuera necesario.
Subrayar su nombre en un folio quemado
y nunca más saberlo, ella no está aquí
para quererte.
Maldito corazón ambiguo.
Luis Miguel Rabanal, Fantasía del cuerpo postrado