La adecuada apreciación de una película basura requiere cierta distancia temporal. La razón es bien sencilla: la basura fresca apesta. El hurgado en basura añeja no está mal visto: es arqueología.
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Escuchar The Transformed Man [disco de William Shatner] es una experiencia dura, casi insoportable, pero necesaria, imprescindible para todo aquel interesado en llegar adonde no ha llegado jamás ningún otro hombre en la búsqueda de las últimas fronteras de la auto-indulgencia.
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Escuchar The Transformed Man [disco de William Shatner] es una experiencia dura, casi insoportable, pero necesaria, imprescindible para todo aquel interesado en llegar adonde no ha llegado jamás ningún otro hombre en la búsqueda de las últimas fronteras de la auto-indulgencia.
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Concluyamos: ¿es lícito demonizar la telebasura? Este instrumento nos sirve para no perder el contacto con lo que menos debería gustarnos –pero que jamás deberíamos obviar– de nosotros mismos merece ser considerado como uno de los cimientos de nuestra higiene moral. Y, además, ha propiciado la aparición de figuras capaces de trascender su condición de mártires mediáticos y forjarse una popularidad en las antípodas de la ortodoxia. La telebasura sacia el exhibicionismo del acreedor a una fama efímera al tiempo que satisface el sadismo del telespectador.
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Internet concede al freak un pasaporte sin fronteras para divulgar su particular visión del mundo. Lejos de ser un mecanismo diabólico en el perverso camino hacia el pensamiento único, la red concede carta blanca a la diferencia, democratiza la irregularidad, expande la aberración. El Universo Basura está, por tanto, de enhorabuena a partir de ahora, su expansión no conocerá límites.
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La red es la prueba irrefutable de que hay vida extraterrestre… por lo menos en nuestro planeta.