Madrid es una ciudad en la que las historias caminan por las calles. Historias como las de Daniel y Daniela, que podrían evaporarse de no mediar algo inesperado y en apariencia imposible en un núcleo habitado por millones de personas y que, sin embargo, cabe en la mirada de un gato. Porque son los gatos como Gato los que miran y narran. A quien quiera escucharlos.
Y Madrid, también en verano, respira amor confabulado, e incluso una enemistad con décadas de alejamiento puede acercar a dos que quieren y no saben. En las inmediaciones del edificio en el que viven Daniela y Daniel hay numerosas cafeterías, pero sólo tres que abran sus puertas el domingo a primera hora. Una es amplia y silenciosa, y en ella preparan el mejor café de la ciudad, según Daniela. Otra es pequeña y siempre está repleta de gente ruidosa que no para de hablar, pero el café es insuperable, según Daniel. Él lo sabe porque los domingos se levanta temprano para disfrutar de la ciudad casi vacía, como recién pintada. Ella lo sabe porque antes de que él entrara en su vida, cuando salía a sentirse gata un sábado por la noche, necesitaba desayunar fuera antes de volver a casa para sentirse sola, como hoy.
Y Madrid, también en verano, respira amor confabulado, e incluso una enemistad con décadas de alejamiento puede acercar a dos que quieren y no saben. En las inmediaciones del edificio en el que viven Daniela y Daniel hay numerosas cafeterías, pero sólo tres que abran sus puertas el domingo a primera hora. Una es amplia y silenciosa, y en ella preparan el mejor café de la ciudad, según Daniela. Otra es pequeña y siempre está repleta de gente ruidosa que no para de hablar, pero el café es insuperable, según Daniel. Él lo sabe porque los domingos se levanta temprano para disfrutar de la ciudad casi vacía, como recién pintada. Ella lo sabe porque antes de que él entrara en su vida, cuando salía a sentirse gata un sábado por la noche, necesitaba desayunar fuera antes de volver a casa para sentirse sola, como hoy.