Compré hace años esta biblia negra sobre las primeras décadas de Hollywood. Kenneth Anger nos cuenta la cara más turbia de la denominada meca del cine: suicidios, estupro, gángsters liados con actrices, caza de brujas, asesinatos, juicios, palizas, sobredosis, violaciones… Por sus páginas, con numerosas fotografías en blanco y negro (algunas de ellas son terribles: muestran los cadáveres de las estrellas) y texto a dos columnas, como en los periódicos, desfilan los casos siniestros de gente como Mae West, Errol Flynn, Charlie Chaplin, Bugsy Siegel, Lana Turner, Fatty Arbuckle, Lupe Vélez, F. W. Murnau, Frances Farmer… Algunos casos son muy conocidos: el de la chica que Arbuckle violó con una botella, el declive de Judy Garland, los suicidios de los fans de Valentino tras su muerte, la relación de la Turner con Johnny Stompanato (que citan en L. A. Confidential)… Otros lo son menos: la misteriosa muerte de Thelma Todd, la paliza que le dieron a Ramon Novarro enviándolo al otro barrio o el suicidio de Albert Dekker, del que ofrezco unas líneas:
Albert Dekker decidió de una vez por todas demostrar que era el Mayor Retorcido de Todos Los Tiempos, el personaje que había interpretado en la vida real y el único en el cual creía. Para su última actuación, este actor de carácter, de sesenta y dos años de edad, eligió su vestuario favorito: ropa interior femenina de seda. Y, con sumo cuidado y lápiz de labios carmesí, escribió en su abotargada anatomía las últimas críticas aparecidas sobre él, todas ellas adversas. Después, en una alegre pirueta, se las arregló para ahorcarse llevando sus gemelos favoritos ceñidos a las muñecas. En esta ocasión practicó su solitario pasatiempo preferido, en su cuarto de baño hollywoodiense. Ocho años antes, había ya revelado su desencanto al crítico Ward Morehouse al reflexionar sobre una carrera que abarcaba cuatro décadas: “El teatro es un lugar terrible para crearse un futuro. Te ponen en una estantería durante años. Te sacan, te cepillan y después te devuelven a ella”.
[Traducción de Jorge Fiestas]
Albert Dekker decidió de una vez por todas demostrar que era el Mayor Retorcido de Todos Los Tiempos, el personaje que había interpretado en la vida real y el único en el cual creía. Para su última actuación, este actor de carácter, de sesenta y dos años de edad, eligió su vestuario favorito: ropa interior femenina de seda. Y, con sumo cuidado y lápiz de labios carmesí, escribió en su abotargada anatomía las últimas críticas aparecidas sobre él, todas ellas adversas. Después, en una alegre pirueta, se las arregló para ahorcarse llevando sus gemelos favoritos ceñidos a las muñecas. En esta ocasión practicó su solitario pasatiempo preferido, en su cuarto de baño hollywoodiense. Ocho años antes, había ya revelado su desencanto al crítico Ward Morehouse al reflexionar sobre una carrera que abarcaba cuatro décadas: “El teatro es un lugar terrible para crearse un futuro. Te ponen en una estantería durante años. Te sacan, te cepillan y después te devuelven a ella”.
[Traducción de Jorge Fiestas]