Esta es la crónica apasionante del viaje que preparó un hombre (un camarero alemán llamado Paul Gompitz) en los años 80. Vivía en el lado socialista, en la República Democrática Alemana, exactamente en Rostock, y estaba obsesionado con viajar a Siracusa, en Italia, siguiendo los pasos del autor Johann Gottfried Seume. Primero agotó todas las vías legales para salir de su tierra, pero sólo le pusieron trabas y escollos: sin un motivo relacionado con la familia, la muerte o el negocio, no podía salir, no podía abandonar la RDA. Luego, en un elaborado plan que le ocupó varios años, se las ingenió para tratar de huir por mar: aprender a navegar, trasladar dinero occidental a la República Federal Alemana, estudiar las inclemencias del tiempo durante su viaje, esquivar las pesquisas de los hombres de la Stasi, mentir a su mujer para no convertirla en cómplice. Casi todo el libro abarca esos preparativos. Las intenciones de Gompitz llegaron a la prensa y confundieron a las autoridades: su cometido no era escapar para siempre, sino viajar. El viaje como forma de conocimiento. El viaje y después el regreso a su tierra. El escritor alemán Friedrich Christian Delius, nacido en Roma, recrea esa pequeña odisea de Paul Gompitz.
Camina siete kilómetros siguiendo el dique hacia el sur con la bolsa de provisiones. El aire fresco le limpia el ánimo exaltado, la tierra está verde, la libertad del cielo aclara las ideas. Sí, esto es precioso, sí, no tienes que irte, puedes quedarte, aquí, en el rincón más hermoso del mundo. Sí, date por satisfecho, por qué arriesgar la vida, puedes fingir, fingir durante años, como todos, como mucha gente que se arrastra a su trabajo, a su cargo, y obedece sin rechistar para poder viajar algún día al oeste y visitar a sus tías y a sus primas, sí, vale la pena obedecer sin rechistar, pero eso no va contigo, ya es tarde para obedecer sin rechistar, no puedes fingir más, puedes engañarlos, pero no puedes fingir, has luchado demasiadas veces contra esa gente, desde hace décadas. Sí, puedes soportarlo todo, las tiendas vacías, los tejados rotos, los trenes sucios, el tufo del socialismo, pero no puedes soportar que te encierren para siempre, que nunca veas nada del mundo, no puedes vivir con ese lastre, sí, y por eso hoy ya no te retendrá nadie, ¡nadie!
[Traducción de Lidia Álvarez Grifoll]
Camina siete kilómetros siguiendo el dique hacia el sur con la bolsa de provisiones. El aire fresco le limpia el ánimo exaltado, la tierra está verde, la libertad del cielo aclara las ideas. Sí, esto es precioso, sí, no tienes que irte, puedes quedarte, aquí, en el rincón más hermoso del mundo. Sí, date por satisfecho, por qué arriesgar la vida, puedes fingir, fingir durante años, como todos, como mucha gente que se arrastra a su trabajo, a su cargo, y obedece sin rechistar para poder viajar algún día al oeste y visitar a sus tías y a sus primas, sí, vale la pena obedecer sin rechistar, pero eso no va contigo, ya es tarde para obedecer sin rechistar, no puedes fingir más, puedes engañarlos, pero no puedes fingir, has luchado demasiadas veces contra esa gente, desde hace décadas. Sí, puedes soportarlo todo, las tiendas vacías, los tejados rotos, los trenes sucios, el tufo del socialismo, pero no puedes soportar que te encierren para siempre, que nunca veas nada del mundo, no puedes vivir con ese lastre, sí, y por eso hoy ya no te retendrá nadie, ¡nadie!
[Traducción de Lidia Álvarez Grifoll]