Los chicos del bachillerato experimental prometíamos mucho.
Deberíamos haber llegado lejos;
en el barrio todos pensaban
que un día seríamos importantes.
Fuimos los chicos de la medalla de plata
y dejamos el fútbol por el baloncesto.
Aprendimos a jugar en equipo
pero nunca pasamos del segundo puesto.
Llegamos tarde a la movida
tanto que sólo podíamos ser público.
Y dejamos los libros por la música
para ser los cafres de la primera fila.
Pero no todo estaba perdido: éramos jóvenes,
éramos bellos y nos amaban.
Lo dejamos todo por el paraíso incierto
de un reservado de discoteca.
Podíamos haber sido algo en la vida,
podíamos haber sido alcohólicos o yonkis,
–bien sabes cómo nos esforzamos–
o habernos puesto un pendiente
cualquier cosa por destacar,
por crecer lo antes posible.
Y míranos ahora,
colega,
cada vez más grises,
apuntalando la sociedad que tanto aborrecimos.
Yo soy funcionario,
tú eres policía, de la secreta,
e incluso he oído de uno
que ahora da clases
en la universidad.
Javier Menéndez Llamazares, Cosas que no se pueden encontrar en internet