En su crítica para El País, Jordi Costa apunta (y estoy de acuerdo): Discutir si el Sherlock Holmes de Guy Ritchie es o no es el verdadero Holmes es algo condenado a desembocar en debate estéril: el legendario icono ha tenido una tan prolífica, diversa y estimulante vida apócrifa que repudiar, en nombre de las esencias, la remezcla que propone el cineasta parece fuera de lugar.
Lo que ha hecho Ritchie es, simplemente, una revisión del personaje pasada por varios tamices. Una reinterpretación de Holmes y Watson con apuntes de cómic, estética de videoclip y acción al ralentí. Ha hecho su propio James Bond o su propio Indiana Jones: p. ej., no falta, como en algunas de las películas de ambas sagas, la pelea interminable y en clave de humor con el gigante de turno. Le ha dado a Holmes y a Watson una dimensión moderna e indudablemente sexy. Sigo pensando que Robert Downey Jr. y Jude Law se asemejan, por físico y edad, más a sus modelos literarios que otros intérpretes anteriores. Ritchie también se aleja de ciertos detalles inventados en las viejas películas, pero que algunos críticos con poca memoria (o que no han leído a Doyle) han olvidado: la pipa gigante, el gorro de doble visera, etc; y a este respecto, conviene consultar la fantástica edición de Jesús Urceloy, Todo Sherlock Holmes. El director de Snatch nos presenta a un Holmes tendente al desaliño y al nervio. No hay tanta acción como parece mostrar el trailer. Quienes no han leído las aventuras de Holmes tal vez ignoren que a menudo hay acción y violencia durante la resolución de algunos casos, pero se alude a esas situaciones sólo indirectamente. Ritchie, en cambio, prefiere jugar con aquellas elipsis. Se concentra en lo que nos contaban por encima. Porque, en los ratos en los que S. H. no estaba meditando en el sofá, salía disfrazado a perseguir villanos o a capturarlos perpetrando sus delitos.
El resultado es un refrito muy entretenido (y con dos buenos actores) en el que, sea directa o indirectamente, se alude al universo holmesiano: la pipa negra, la lupa, Mycroft (cuyo nombre no se menta), el violín, Moriarty, los experimentos caseros, Irene Adler, los disfraces, la relación con la canalla de los bajos fondos, los métodos deductivos, las técnicas del boxeo y de la esgrima, las persecuciones, los días en los que el detective pierde la noción del tiempo, las conspiraciones, los apuntes (a priori) sobrenaturales… Eso sí: mi debilidad absoluta siempre será El secreto de la pirámide.
Lo que ha hecho Ritchie es, simplemente, una revisión del personaje pasada por varios tamices. Una reinterpretación de Holmes y Watson con apuntes de cómic, estética de videoclip y acción al ralentí. Ha hecho su propio James Bond o su propio Indiana Jones: p. ej., no falta, como en algunas de las películas de ambas sagas, la pelea interminable y en clave de humor con el gigante de turno. Le ha dado a Holmes y a Watson una dimensión moderna e indudablemente sexy. Sigo pensando que Robert Downey Jr. y Jude Law se asemejan, por físico y edad, más a sus modelos literarios que otros intérpretes anteriores. Ritchie también se aleja de ciertos detalles inventados en las viejas películas, pero que algunos críticos con poca memoria (o que no han leído a Doyle) han olvidado: la pipa gigante, el gorro de doble visera, etc; y a este respecto, conviene consultar la fantástica edición de Jesús Urceloy, Todo Sherlock Holmes. El director de Snatch nos presenta a un Holmes tendente al desaliño y al nervio. No hay tanta acción como parece mostrar el trailer. Quienes no han leído las aventuras de Holmes tal vez ignoren que a menudo hay acción y violencia durante la resolución de algunos casos, pero se alude a esas situaciones sólo indirectamente. Ritchie, en cambio, prefiere jugar con aquellas elipsis. Se concentra en lo que nos contaban por encima. Porque, en los ratos en los que S. H. no estaba meditando en el sofá, salía disfrazado a perseguir villanos o a capturarlos perpetrando sus delitos.
El resultado es un refrito muy entretenido (y con dos buenos actores) en el que, sea directa o indirectamente, se alude al universo holmesiano: la pipa negra, la lupa, Mycroft (cuyo nombre no se menta), el violín, Moriarty, los experimentos caseros, Irene Adler, los disfraces, la relación con la canalla de los bajos fondos, los métodos deductivos, las técnicas del boxeo y de la esgrima, las persecuciones, los días en los que el detective pierde la noción del tiempo, las conspiraciones, los apuntes (a priori) sobrenaturales… Eso sí: mi debilidad absoluta siempre será El secreto de la pirámide.