Vi Avatar en V.O.S. y en 3D y, la verdad, es una experiencia asombrosa. La última vez que vi una película en 3 dimensiones fue allá por los 80, con Tiburón 3D y El tesoro de las cuatro coronas (en esta última salía Ana Obregón: háganse una idea de su calidad). La técnica ha adelantado una barbaridad desde entonces. Lo que antaño eran cuatro efectos mal hechos, ahora supone sumergirte en la pantalla. A veces daba la sensación de que estábamos al lado de los actores. Viviendo la película. Esto en cuanto a la técnica, la forma. En cuanto al fondo, me dio lo que esperaba. Lo que espero siempre que voy a ver un trabajo de James Cameron: diversión, entretenimiento, puro espectáculo y grandiosos efectos especiales. No busquen más. Cameron es un artista del cine de acción, pero no es Scorsese. Cumple su cometido, insisto. Lo que ha hecho es tomar una historia de corte clásico, mil veces llevada al cine (Bailando con lobos, La selva esmeralda, El último mohicano...), y adaptarla a estos tiempos: tiempos en los que el avatar puede suplirnos en los territorios digitales, en mundos donde todo es posible. Esa es la idea, salpicada de ecología y de la crítica a quienes invaden otras tierras para saquear sus riquezas. El último tramo del filme, repleto de batallas y explosiones, es tan exagerado como uno esperaba del director. Lo pasé bien. Y es una experiencia nueva, que uno no puede obtener de internet, ni de los screeners, ni del top manta, ni de la televisión.