Si lo piensa,
si se lo propone,
puede describirte perfectamente
el interior de la guantera:
bolsas para el mareo,
algún cd,
un bolígrafo
y los papeles del seguro.
En el maletero,
como siempre,
un par de triángulos,
algún chaleco
y una cajita
con bombillas de repuesto
para los faros.
Su mujer,
como cada sábado,
habrá comprado fruta y verdura
y seguramente
esté preparando la comida.
Sus zapatos,
en el armario,
tienen la misma colocación
desde hace años.
Y es que este día
no parece muy diferente
a otros pasados.
Pero él,
en cambio,
ha tenido que parar en el arcén,
poner los cuatro intermitentes,
salir del coche
e inclinarse para vomitar.
Algo,
que en cualquier otro momento
sólo sería algo anecdótico.
Pero que hoy,
volviendo del hospital,
hace pensar
que algo
sí que está
cambiando.
Javier Das, No hay camino al paraíso