Lo hemos visto en algunas series y películas y también en la vida real: el político de turno, en plena campaña electoral, ve peligrar su candidatura y su credibilidad porque los asesores de imagen de su oponente mueven la maquinaria precisa para difamar su nombre en los medios. Buscan grietas en su pasado, multas de tráfico y alguna detención por fumar marihuana y entonces siembran su identidad de taras y defectos y malos comportamientos (malos para la sociedad bienpensante) y minan su credibilidad hasta destruir su reputación. Los asesores del candidato difamado activan también sus mecanismos de defensa y se ocupan de buscar actos que mejoren la imagen del hombre para el que trabajan, y así lo convencen para visitar a pobres o enfermos de las barriadas o para viajar al Tercer Mundo y solidarizarse con los desfavorecidos. Al final se convierte en una lucha por las reputaciones, con equilibrios y desequilibrios en la balanza. Pero el desprestigio no siempre funciona (véase el caso Berlusconi). En general, en el ámbito público, no depende de cómo eres, sino de la imagen que los demás tienen de ti. Y por eso hay gente que trabaja para limpiar tu nombre y apellidos o para ensuciarlos, según quién la contrate.
Algo similar ha llegado a internet. La otra mañana, leyendo la prensa digital, encontré en la sección de noticias de tecnología de Abc un reportaje titulado “¿Quieres limpiar tu reputación en internet?”, firmado por Judith de Jorge. El titular captó mi atención. Con los políticos y los candidatos ya nos imaginábamos que esta limpieza de imagen incluía el mundo digital. Lo que, al menos yo, desconocía es que existiera una empresa llamada “Identidad legítima”, en cuya web pone: “Gestión de la reputación digital y defensa ante contenidos perjudiciales”. Antes de leer entero el reportaje, pensé que dicha empresa se encargaba de eliminar los contenidos (foros, blogs, bulos camuflados como noticias) que dañaban a una persona en la red. Pero no es así. Lo que hace “Identidad legítima” es como lo que citábamos al principio, lo que veíamos en las series y en las películas y en la vida real: rebuscar en el pasado para sacar a la luz aspectos que favorezcan a quien necesita mejorar su imagen. A modo de ejemplo, se citan algunos casos en los que alguien ha visto afectados su trabajo y su credibilidad por culpa de la mala fama que otros le han creado en la red: jefes que despidieron a varios trabajadores, los cuales iniciaron desde entonces una campaña de difamación en la red; profesores cuyos alumnos difunden bulos en las redes sociales; hombres o mujeres cuyos ex se convierten en “vengadores sentimentales” al difundir sus fotos privadas o sus secretos o sus datos más personales; y, en general, gente cuyo rostro es público y por ello acaban generando odios y críticas. Así que la empresa crea perfiles positivos del difamado y páginas web que mejoren su reputación.
Por si alguien estuviera interesado, el trabajo completo de limpieza cuesta un pastón y dura varios meses: entre tres mil y cuatro mil euros y entre cuatro y seis meses, ahí es nada. Pero que sepa que aumentar las noticias positivas sobre uno no elimina las noticias negativas. Y que crear perfiles con datos positivos lo puede hacer usted mismo sin gastar un céntimo, o pedirle a algún colega informático que le eche una mano. No es muy distinto de aquella empresa en la que (se suponía) te proporcionaban todos los datos de una persona a la que estuvieras buscando, previo pago: lo único que hacían era recopilar datos tirando de Google y eso lo puede hacer cualquiera. Me divierte mucho la picaresca de internet. Y no deja de proliferar.