Estaba en la sala de espera de la consulta del médico. Había unas ocho o nueve personas allí, en un espacio pequeño. Un silencio casi sepulcral, sólo mitigado por el sonido de la máquina de aire acondicionado. En esas circunstancias nadie se atreve a hablar porque cuanto diga será oído por cada uno de los que aguardan su turno. Yo creo que en las grandes ciudades a la gente le da un poco igual porque quizá no vuelvan a verse las caras. Pero estábamos en Zamora y allí nos conocemos todos y luego todo se sabe, etcétera. Me sonó el móvil, que había olvidado apagar, y cada cabeza se giró para mirarme. Respondí en voz baja: “Estoy en la consulta del médico. Luego te llamo”. Después puse el teléfono en la opción de silencio.
En esas estábamos, aburridos, esperando, y empezamos a hojear las revistas del marujeo que había en la mesita. Me repatean esas revistas por varias razones, pero del motivo principal hablaré en el tercer párrafo. Encontramos un reportaje sobre Aznar, que siempre se las arregla para estar en la brecha, sea en la prensa rosa o en la prensa seria o en los telediarios o en los reportajes de televisión y casi siempre acompañado de la polémica. Me pareció ver que en el titular mencionaban a Aznar como “un abuelo cañón”. El ex presidente estaba en una playa con sus nietos. En bañador. Y comparaban su estado físico en las fotos actuales con el de las fotos de otros veranos. Me hizo mucha gracia porque es cierto que Aznar se ha puesto cachas. Alguien me dijo el otro día: “El problema es que esa cara no pega con ese cuerpo”. Y entonces recordé a Ned Flanders, ya saben, el vecino repipi de Homer Simpson. Ned Flanders es un tipo religioso y conservador, muy repeinado, con gafas y un enorme mostacho. Viste siempre con jerseys de pico y con mucha corrección, la que corresponde a un tipo de derechas que acude puntualmente a misa. En un viejo episodio nos sorprendían porque Flanders se despojaba de la camisa para enseñarnos un cuerpo de atleta, con chocolatina en el abdomen y músculos por doquier. Un torso fibroso. Un cuerpo que no pegaba con esa cara. Pues con Aznar pasa igual. Y, como Ned Flanders, es una caja de sorpresas. Luego se divisaba al ex presidente en una boda, sujetando un abanico enorme y dándose aire. Su gesto y su mirada, a pesar de la musculatura o del abanico de folclórica, siguen siendo siniestros. En eso no ha cambiado.
Luego llegamos a esos reportajes en los que los famosos posan dentro de sus casas. El titular suele ser de este pelo: “Fulanita nos abre las puertas de su mansión”. Se trata de viviendas en parajes exóticos. De propiedades enormes que incluyen numerosos dormitorios, piscina, parque, gimnasio, bar, jardines, pista de tenis, salones donde caben multitudes. Pero lo peor no es eso. Lo peor no es que alguna gente viva tan bien, porque algunos quizá se lo merecen después de años de trabajo o de hacer mucho dinero en la música o en el cine. Lo peor es cuando sacan a petardos/as. A gente sin currículum. Que no ha hecho nada en la vida. Que ha tenido un golpe de suerte casándose con algún ricacho o ricacha envejecidos, o ha cobrado una herencia. En concreto, vi el reportaje de una actriz española de la que apenas recuerdo dos películas, una de ellas bastante mala, porque no cuenta con muchos más títulos en su filmografía. Esta es la diferencia entre un lector de literatura y un lector de marujeo. El primero busca historias que le demuestren que otros hombres lo pasan peor que él, que otros seres soportan mil padecimientos. El segundo busca historias de personas inalcanzables, que viven entre joyas y lujos. El primero busca realidades. El segundo busca sueños.