Ahora, cada vez que compras en lugares grandes, en almacenes o en cadenas de firmas conocidas, te dan vales de descuento. Vas a comprar algún producto en la sección de informática de Fnac y, tras la compra, te dan un vale de unos cinco euros para otras secciones. De modo que te compras, por ejemplo, una webcam o una impresora y con cinco euros vas al piso de los libros o de las películas y te descuentan esa cantidad. Creo que esto es para los socios. En El Corte Inglés, tras cada compra, los vendedores o las cajeras te entregan un recibo y te indican que tienes cinco euros para canjear en cualquier sucursal de OpenCor. Da lo mismo que compres una caja de galletas, una novela o algo de ropa: en todas las secciones te dan ese vale. El teléfono sigue sonando con frecuencia para que las empresas te atosiguen con sus ofertas en telefonía e internet. Cuando es un número desconocido, ya no lo cojo. Cuando llaman de la compañía que me sirve la línea, no me queda otro remedio y respondo, pero es más de lo mismo: una larga perorata para ponerme al corriente de los descuentos, las ofertas, los paquetes más económicos y demás historias. Siempre digo lo mismo: que me lo pensaré. Es mentira, ya que lo olvido un segundo después de colgar. En algunos cines de la capital hay otras ofertas: los martes, las películas cuestan sólo un euro para los mayores de sesenta años. Me pregunto si acuden. En las entradas de cine, al dorso, continúa habiendo vales de descuento para pizzerías y otros locales de fast food. En el supermercado te sacas la tarjeta especial con la que obtener descuentos. Pero no sirve de mucho. La cajera te explica, después de pagar y cuando te va a dar el cambio y el recibo de la compra: “Esto es para un descuento en los botes de alubias”. Ah, pues muy bien. Pero tal vez no necesites alubias.
En época de crisis, hay que hacer lo que posible para que el consumidor no sólo compre, sino que repita la compra otro día en ese sitio porque la última vez le dieron un vale de descuento. Hace poco hubo una extraña promoción en Facebook: si eliminabas a unos cuantos “amigos”, te regalaban una hamburguesa. No es difícil eliminarlos. Basta con elegir el perfil y darle a “Eliminar”. Me llega al buzón un folleto de Telepizza. Cuando empezaron, vendían pizzas y poco más. Ahora no parece una pizzería con envíos a domicilio, sino un restaurante con muchas posibilidades: en el folleto pone que ya sirven platos de pasta al horno, hamburguesas con sus raciones de patatas fritas, croquetas e incluso kebabs. El kebab es el presente y el futuro de la comida rápida, lo que triunfa a nuestro alrededor. Y de ahí que ya lo preparen en las cadenas de pizza, en las hamburgueserías y en los locales que antes sólo servían bocadillos de calamares y de jamón serrano (es un decir). Fíjate en McDonald’s. Hace años que no voy a comer allí, pero suelo mirar los panfletos de publicidad. Ya no es el territorio exclusivo de la hamburguesa. Ahora tienen gazpacho, patatas asadas, filetes de pescado, ensaladas de distintas clases. Te ofrecen, en muchas de estas cadenas, el “pack ahorro”. Se copian unos a otros y ya no hay mucha distinción entre esos locales.
Todo esto se traduce en que la crisis prosigue su camino. Continúa machacando a las empresas, a los trabajadores y a la gente de la clase media y baja. Luego lees un titular donde dice que los ricos también notan la crisis y sólo puedes pensar: “¡Y un cuerno! ¿Qué sabrán ellos lo que significa padecer una crisis en las carnes?” Los ricos sólo saben del hambre, la miseria o lo duro que es llegar con algo de calderilla a fin de mes porque lo habrán visto en alguna serie de la tele.