Por fin se ha traducido la novela de Walter Tevis, El buscavidas, autor también de su continuación, El color del dinero. Y lo ha hecho Rafael Marín para Alamut Ediciones. Y os aseguro que ambas son muy recomendables (la segunda la compré y la leí en los 80).
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The Hustler es una de mis películas favoritas de Paul Newman y por eso he disfrutado de la novela, que cuenta la historia de Fast Eddie Felson (Eddie Felson el Rápido), quien trata de ganarse la vida jugando y apostando en las partidas de billar. Su máxima ambición es ganar a Minnesota Fats (El Gordo de Minnesota), un jugador de Chicago que se ha convertido en leyenda.
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La adaptación de Robert Rossen era muy fiel, aunque existen pequeñas diferencias: el libro es más duro, más despiadado en el retrato de la pareja que forman Felson y Sarah. Walter Tevis nos da los detalles justos para que comprendamos las jugadas de billar sin aburrirnos. Porque lo que importa en este libro es saber si Felson es un ganador o un perdedor; si podrá dominar su carácter autodestructivo y con tendencia a la autocompasión para derrotar a los otros jugadores; lo que importan son los diálogos, las enseñanzas que recibe Felson, el ambiente cargado de humo de los salones de billar y su olor a tiza y a whisky. El buscavidas es una de esas novelas norteamericanas que uno empieza y no puede soltar. Este es un fragmento de la conversación entre Eddie y Bert, el hombre que se convertirá en su socio; Felson ha perdido tras enfrentarse a Minnesota y Bert le aclara sus errores:
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-Perdiste la cabeza y buscaste la salida fácil. Apuesto a que te divertiste, perdiendo la cabeza. Siempre es agradable sentir que los riesgos van cayendo de tu espalda. Y ganar: eso puede pesarte también a la espalda, como un mono. Dejaste caer también esa carga cuando encontraste una excusa. Luego, después, todo lo que hay que hacer es sentir lástima de ti mismo… y montones de gente aprenden a encontrar satisfacción de ese modo. Es uno de los mejores deportes de interior, la autocompasión. -El rostro de Bert mostró una amplia sonrisa-. Un deporte que le gusta a todo el mundo. Especialmente a los perdedores.
No tenía mucho sentido, pero sí el suficiente para hacer que Eddie volviera a sentirse enfadado, aunque el whisky se filtraba ahora por su estómago vacío, aplacándolo, resolviendo sus problemas: los antiguos y los que estaban todavía por venir.
-Cometí un error. Me emborraché.
-Hiciste más que emborracharte. Perdiste la cabeza -Bert empujaba ahora, de una forma delicada y controlada-. Hay gente que pierde la cabeza cuando está sobria. Las cartas, los dados, el billar; no hay ninguna diferencia. Si quieres ganarte la vida con eso, si quieres ser un ganador, hay que conservar la cabeza. Y hay que recordar que hay un perdedor en tu interior, gimiendo, y tienes que aprender a cortarle las alas. Si no, búscate un trabajo estable.
-Muy bien -dijo Eddie-. Muy bien. Usted gana. Me lo pensaré.
No tenía mucho sentido, pero sí el suficiente para hacer que Eddie volviera a sentirse enfadado, aunque el whisky se filtraba ahora por su estómago vacío, aplacándolo, resolviendo sus problemas: los antiguos y los que estaban todavía por venir.
-Cometí un error. Me emborraché.
-Hiciste más que emborracharte. Perdiste la cabeza -Bert empujaba ahora, de una forma delicada y controlada-. Hay gente que pierde la cabeza cuando está sobria. Las cartas, los dados, el billar; no hay ninguna diferencia. Si quieres ganarte la vida con eso, si quieres ser un ganador, hay que conservar la cabeza. Y hay que recordar que hay un perdedor en tu interior, gimiendo, y tienes que aprender a cortarle las alas. Si no, búscate un trabajo estable.
-Muy bien -dijo Eddie-. Muy bien. Usted gana. Me lo pensaré.